“Llega la montaña y Carapaz comienza a brillar” se lee en un mural a la subida de una de las calles en la parroquia Julio Andrade, en la provincia del Carchi. En un pequeño poblado de esa parroquia, específicamente en la comunidad Playa Alta, vive Richard Carapaz, un hombre que sobre su bicicleta pareciera volar.
Para el mundo es el campeón del Giro de Italia, para Ecuador es más que eso, es un superhéroe, pero uno real. Los superhéroes son esos personajes que en las películas nos emocionan, que viven en el tiempo a través de quienes los imitan... Richard logró eso: erizar la piel con las narraciones de las victorias en Italia de la “Locomotora del Carchi”, que el fin de semana de su carrera final los niños no “peloteen” sino que “bicicleteen”…
Pero no es un superhéroe nuevo. Quizá poco valorado, hasta ahora. Su historia se construye desde la humildad de su origen, de su esfuerzo en un deporte poco apoyado en el país, de reconocer sus errores y no rendirse, y de su fortaleza para no ceder el liderazgo durante las últimas siete etapas del Giro de Italia y convertirse en el segundo latinoamericano en ganar el Giro de Italia y el tercero en una de las Grandes Vueltas del ciclismo mundial.
Las claves del éxito
Nació en 1993 en el hogar de Antonio Carapaz y Ana Luisa Montenegro. Se crió en el campo, en el sector de Playa Alta (Tulcán); ordeñar vacas y llevar pasto eran parte de su día.
Contrario a otros chicos de su edad, que encuentran en el balón de fútbol a su primer amigo, Richard lo halló en una bicicleta. “Aprendí a conducirla desde muy pequeño, la usaba para todo”, recuerda. La primera que tuvo la “mimó” hasta que se la robaron.
Pero las historias especiales tienen fantasía, y Richard armó una de amor a primera vista con una bicicleta sin llantas y sin asiento; la encontró en un montón de chatarra que su papá recogió en el Oriente para vender en Tulcán.
“Aunque no tuviera nada, para mí era una bicicleta epecial”. Ya desde pequeño, veía más allá de lo que el resto observaba.
Sobre esa bicicleta hizo cientos de kilómetros hasta la línea de partida, que fue en Sucumbíos.
Allá fue con Juan Carlos Rosero, ex gloria del ciclismo ecuatoriano, quién lo reclutó para su equipo.
A Rosero, su padre ciclístico, le debe mucho. Lo impulsó a decidirse por la bicicleta, algo que generó críticas en la familia. Pero como todo elegido para el éxito, no miró atrás. Luego acompañó al propio Rosero hasta Panavial-Coraje Carchense, un equipo apoyado por la constructora Panavial y la Prefectura del Carchi.
En 2013 se fue al equipo RPM Team Ecuador, aunque no era un cambio planificado: Rosero había fallecido a inicios de ese año y Richard, quien dudó en ese momento si seguía compitiendo, lo tomó como una catarsis.
La transición duró poco; regresó a Panavial-Coraje Carchense. Paulo Caicedo, su último entrenador en Ecuador, lo recuerda como un ciclista inteligente, que sabía competir para ganar. “Richard sufrió mucho, como casi todos los ciclistas en este país; pero nunca se rindió".
Hizo sus últimos kilómetros en Ecuador hasta que el club colombiano Strongman-Campagnolo lo contrató. Luis Alfonso Cely, el entrenador de ese equipo, lo vio competir y no dudó en llevárselo.“Ecuador apenas abre los ojos y ve lo que tenía guardado y nunca explotaron, sobretodo en Carchi" , dice este colombiano.
Subió montañas, esquivó rivales y pedaleó fuerte para llegar a Europa. “Si el primer día que vino a Lizarte nos decían que iba a ganar el Giro, pues no lo creíamos”, dice riéndose Iosune Murillo, su entrenadora en España.
Su esposo, quien es director del equipo Lizarte, le pidió que trabajara en el proceso de adaptación de Richard. “Apenas llegó, quedó segundo en una de las carreras más importantes en España. Vimos su potencial".
Para el periodista español Carlos Arribas, quien ha seguido la carrera de Richard en España, sí llama la atención el éxito del ecuatoriano. “Un país que nunca había producido grandes ciclistas... Es extraordinario. De Ecuador, en Europa solo sonaba el marchador Jefferson Pérez”.
Lo sorprende, dice, su solidez en el crecimiento de su carrera. “Aunque parezca espectacular, ha sido gradual, paso a paso. Se sabía que era muy bueno, pero tan bueno, con esa capacidad mental, no”, señala Arribas.
Una actitud que se refleja en su vida personal. Se casó con Tania Rosero, "el amor de su vida" como lo dice Richard, hace 5 años, pero la conoce desde que estudiaban en el colegio. Tienen dos hijos: Richard Santiago y Aimy Sofía.
Ser resiliente
“Perdí la conciencia; me levanté caminó al hospital”, recuerda Richard de un episodio que pudo terminar con su carrera.
En abril del 2014 cuando fue atropellado por un vehículo mientras entrenaba. Lo operaron pa ra detener el sangrado en su pierna, aunque no tuvo fracturas.
Tenía 20 años y una modesta trayectoria ciclística: con dos victorias como Sub 23 en la Vuelta a Guatemala y en la de Ecuador. Luego ganó la Vuelta de la Juventud de Colombia, convirtiéndose en el primer extranjero en hacerlo. “Tengo que comerme el mundo con la bici”, señalaba.
Logros que hicieron sonar su teléfono. Era Eusebio Unzué, el director de Movistar Team, quien lo contrató y lo cedió al equipo Lizarte, filial de Movistar. L legó a Pamplona y se adaptó rápido: Sus participaciones en tres competencias, incluido el título en la Vuelta a Navarra, lo promovieron al Movistar Team.
Pero los superhéroes reales no son perfectos, y experto en levantarse de las caidas en bicicleta, también lo hizo en su vida pública. A finales de 2017 fue separado, junto a otros dos ciclistas, de la delegación ecuatoriana en los Juegos Bolivarianos por un ac to de indisciplina.
La resilencia es parte de su currículum Meses después ganó la Vueltas a Asturias, y de allí una etapa del Giro de Italia. Fue el 12 de mayo del 2018 cuando se escapó del pelotón.
Era el sueño hecho realidad, ese que de niño imaginó: ganar una etapa del famoso Giro italiano.
Ese año terminó en cuarta posición en la clasificación general, un resultado que llamó la atención de analistas y entrenadores. “Analizaba la carrera y habían muchos desniveles, con frío, lluvia… Como lo que tenemos en Carchi, así que es como mi mundo”, decía.
Un año después volvió al Giro; tenía una deuda por saldar. Ganó la cuarta etapa y de allí, en la 14, que le permitió convertirse en el primer ecuatoriano en vestir la famosa ‘maglia rossa’ (camiseta rosada) como líder de la competencia.
Así pasó siete etapas más, cumpliendo lo que alguna vez dijo: “Los sueños no están solo para verlos reflejados en un espejo, sino para cumplirlos. Y lo hizo, con una historia que aún tiene hojas por llenar.