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En el encierro también nos matan

viernes, 15 mayo 2020 - 07:33
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Katty.  Paula.  Brigith.  Milena.  Katherine.  Andrea.  Juana.  Sany.  Camila.  Jennifer.  María Isabel.
 
Once nombres. Once historias de dolor, de despedidas abruptas e injustas. Sus edades van desde los 14 meses hasta los 50 años y sus identidades guardan relatos terribles, muertes impronunciables, que en el contexto de una pandemia que azota a casi todo el planeta -con las imposibilidades que esto conlleva, con la ruptura del rito funerario tradicional- se vuelven más difíciles de asimilar. 
 
El Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM) informó que en lo que va del 2020, se han registrado 33 femicidios en Ecuador. De estos, 11 muertes de mujeres han ocurrido durante la emergencia sanitaria y confinamiento a causa del COVID-19 y han sido reportados también por la Fiscalía General del Estado. 
 
Estas son algunas de las realidades detrás de esos once nombres… 
 
***
 
Costillas rotas, columna fracturada y varios golpes en su cuerpo. Paula tenía 4 años y habría sido asesinada el pasado 30 de marzo -pocos días luego del decreto de cuarentena- por Washington Andrés A. G., pareja sentimental de Andreína B. M., su madre.
 
Diario El Universal de Venezuela -de donde la pequeña y su madre son originarias- recoge parte de la historia y fatal desenlace de Paula. 
 
Un reporte policial al que se hace mención indica que el ecuatoriano salió de viaje con la menor desde Quito hacia Tabacundo, en la provincia de Pichincha, para visitar una finca donde se cultivan flores. En el viaje, Paula se mareó y habría vomitado dentro del carro. El sospechoso la llevó a un baño en el camino y regresó al vehículo por ropa limpia. Argumenta que al volver, la encontró con la cabeza sumergida en el sanitario por lo que fueron a una clínica cercana donde se comprobó su muerte. 
 
Los exámenes forenses determinaron que el cuerpo de la niña tenía politraumatismos de todo tipo. Los médicos reportaron el caso a la policía y el hombre fue detenido. 
 
Leonardo Salazar -padre de Paula y también venezolano- habilitó una cuenta de Instagram llamado “Justicia para Paula”, a través de la que busca que las autoridades del país no dejen este caso en la impunidad. 
 
La crueldad es un rasgo particular en los crímenes contra las mujeres. Así ocurrió la muerte de Camila, de 20 años, quien fue asfixiada, mutilada, desfigurada y calcinada. En este hecho atroz participaron dos “amigos” y además, su pareja sentimental.
 
La Fiscalía informó que sucedió cuando la pareja coincidió en una casa donde el novio de Camila consumía drogas junto a otras dos personas. Allí, la pareja peleó, entre reclamos y agresiones.
 
El cuerpo fue sacado de lugar envuelto en fundas plásticas, incinerado en un lote deshabitado de la ciudadela San Emilio, en el norte de Milagro, provincia del Guayas y descubierto al día siguiente por moradores del sector que dieron aviso a la Policía. Ocurrió el 9 de mayo. 
 
Un femicidio que ocurrió en las Islas Galápagos también llamó la atención por la forma extremadamente violenta en la que sucedió: Luis Eduardo D. P. asesinó a Jennifer, de 31 años -su pareja- con un destornillador. 
 
Esta información es la que arrojan los primeros indicios recopilados por la Fiscalía General del Estado. El procesado le ocasionó alrededor de treinta heridas en cabeza, pecho y espalda. Jennifer falleció de camino al hospital. 
 
El crimen ocurrió en la vía pública, en el centro del cantón Santa Cruz, la mañana del pasado lunes 11 de mayo. 
 
En Guayaquil, también se registró un caso con intento de suicidio de parte del victimario. La policía acudió al domicilio de María Isabel el pasado 12 de mayo a la 1 de la tarde en el sector de La Prosperina, sobre la vía a Daule, luego de una alerta al ECU-911.
 
Rosa, su hermana, llegó a casa de la mujer y la encontró tendida en el suelo de la sala, boca abajo, con múltiples heridas de cuchillo, muerta. 
 
A un costado se encontraba su exconviviente Luis Alfredo A. J. quien también tenía una herida de cuchillo en el cuello, con el arma aún incrustada. Registraba signos vitales, entonces fue trasladado de emergencia a un hospital, donde le realizaron una intervención quirúrgica. Quedó internado con custodia policial y pronóstico favorable. 
 
María Isabel ya tenía otra relación sentimental y Luis Alfredo iba a su casa constantemente con el pretexto de visitar al hijo de ambos, de seis años, pero esas visitas siempre terminaban en peleas. Esta vez, terminó en femicidio. 
 
Para los delitos contra las mujeres la edad no es un factor de protección. Esto lo demuestra la devastadora historia de Andrea, quien tenía poco más de un año y fue violada y asesinada por Jofre Agapo C. V., su padrastro, el pasado 26 de abril del 2020.
 
El informe médico legal reveló que la pequeña habría sufrido de abuso sexual y que recibió un golpe mortal a la altura del tórax. Fue llevada sin signos vitales hasta un subcentro de Salud en El Carmen (Manabí), donde solo se comprobó su deceso. 
 
Los pobladores del sector donde la bebé vivía con su familia se alertaron al conocer del caso.  Según publica diario El Universo, el hombre fue localizado por la Brigada de Seguridad Comunitaria y aunque mantuvo siempre una actitud agresiva y de resistencia, posteriormente fue entregado a las autoridades policiales. 
 
Milena, en cambio, era adolescente. Tenía de 16 años y murió estrangulada en la playa de Salinas. Aunque la Fiscalía General del Estado no calificó a este crimen como un femicidio, personal del CEPAM que brinda patrocinio legal a diferentes casos sostiene que para ellos este asesinato sí califica como un hecho enmarcado en violencia de género. 
 
El sábado 25 de abril del 2020 su cuerpo fue encontrado en el sector Costa de Oro, cerca donde residía, con signos de violencia en piernas, cuello y boca. Milena le contó a una amiga que un hombre la acosaba de manera constante y aunque aún no se conocen las causas del ataque, las autoridades presumen que fue por robo.
 
Gracias a videos de seguridad, el atacante -que tenía laceraciones y heridas varias en el rostro y la espalda- fue detenido. En su poder se encontró el celular de Milena. 
 
***
 
La Fiscalía General del Estado procesa los casos de femicidio según lo dispuesto en el artículo 141 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), que sanciona este delito con una pena privativa de libertad de veintidós a veintiséis años.
 
Sin embargo, en el artículo 142 se mencionan algunas circunstancias agravantes del femicidio -en los que recaen algunos de los casos mencionados- como por ejemplo, “haber pretendido establecer o restablecer” una relación de pareja con la víctima; que entre víctima y victimario hayan existido relaciones familiares, conyugales, convivencia, intimidad, noviazgo, amistad, relaciones laborales, escolares o cualquier otra que implique “confianza, subordinación o superioridad”. 
 
Además, se menciona que si el delito se comete en presencia de hijos o cualquier otro familiar de la víctima esto se convierte en un agravante, así como el hecho de dejar el cuerpo de la víctima expuesto o arrojado en cualquier lugar público.
 
Annabelle Arévalo, psicóloga y gestora de servicios integrados del CEPAM, explica que el femicida tiene su parte cognitiva tan distorsionada y dañada que actúa en función de sus propios criterios -también alterados- sin pensar en las consecuencias de este crimen, siendo la principal la cárcel y el posterior escarnio social por haber cometido el delito. “En el momento solamente actúa y ejecuta el acto. El hombre se siente en peligro de perder su poder frente a la mujer y no mide lo que vendrá después”, explica la especialista. 
 
Pero, ¿qué poder? Indica que el confinamiento al que estamos sometidos durante ya dos meses cambia la dinámica personal, familiar, de pareja y nos vuelca incluso a cuestionamientos del tipo existencial, que quizá antes no hemos tenido. Estas alteraciones emocionales son más agudas si se ha perdido el trabajo o el oficio que antes llevaba dinero al hogar, especialmente en el caso del hombre. 
 
“El hombre que no provee siente que ya no es hombre. Esa construcción social a través de la cual se ve como macho, dominante y proveedor, se ve trastocada si él pierde el empleo”, dice Arévalo. 
 
Pasar el confinamiento, estar juntos durante muchas horas, en algunos casos en espacios muy pequeños o monoambientes hace que se tenga una interacción más cercana y esta puede ser contraproducente si la relación se ha dado antes en términos de violencia, sometimiento, roles de víctima y victimario. Todo esto recrudece y se agudiza en este momento. 
 
Es el machismo es el que hace al hombre ver a la mujer como su objeto, su propiedad, como si todo lo que tuviera que ver con ella -sus pensamientos, incluso- le pertenece. Ese poder es el que un hombre ve amenazado cuando está en una posición de vulnerabilidad, sin empleo y sin autoridad. “El hombre alterado por estos pensamientos se imagina que ‘su’ mujer puede irse si él, ya no tiene trabajo ni dinero. Piensa que al ser ‘suya’ es su dueño y no puede permitir que se vaya”, explica la especialista. 
 
Es por esto que ante la emergencia sanitaria por el COVID-19, la organización implementó la estrategia #CuarentenaEnRed, para crear una comunidad de apoyo y cuidado entre mujeres durante este tiempo, en el que la violencia de género puede transformarse en un riesgo adicional, tal como tristemente dejan ver casos expuestos.
 
“Sabemos que la permanencia prolongada en un lugar cerrado puede provocar o agravar las situaciones de violencia entre la pareja o miembros de la familia y se vean impedidas a buscar ayuda inmediata o realizar una denuncia”, dice CEPAM y hacen un llamado a utilizar las líneas de emergencia como el 911 o el teléfono 1800DELITO, para evitar que la cifra de femicidios en cuarentena se incrementen. 
 
De acuerdo al boletín criminológico y de estadística delictual sobre femicidios, emitido por la Fiscalía General del Estado el año pasado, entre enero y mayo del 2019 se cometieron 24 femicidios. Esto es, 9 menos de los denunciados por CEPAM en un período similar de tiempo. 

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