Nacional

De un food truck a una cadena

L a historia empieza con un  food truck en calles céntricas de Quito, hamburguesas con ingredientes  atípicos que provocaban filas de  50 personas, la retención del automotor y un hashtag de protesta  que fue tendencia en twitter.
 
Inka Burger incursionó en el  mercado de las hamburguesas  sin seguir la receta original de  las grandes cadenas que inauguran locales apuntalados por una  apetecida marca internacional.
 
Sus primeras mordidas fueron en  2015, sobre las cuatro ruedas de  un camión que llegaba a las calles  Portugal y República de El Salvador de Quito, y en menos de  cuatro años la marca es una cadena  nacional con 12 locales que vende  más de US$ 2 millones mensuales. 
 
Los creadores de Inka Burger,  David Maldonado y Mario Hidalgo, decidieron que la innovación  sea el eje de su negocio. Por ello,  iniciaron operaciones con food  trucks, los automotores acondicionados para preparar y vender
comida rápida que se popularizaron en Estados Unidos.
 
“Decidimos adoptar este tipo  de modalidad para generar novedad en el mercado, para que nuestro producto tenga un toque de  innovación”, señala Maldonado.
 
El food truck fue solo un  ingrediente de la receta propia  de Inka Burger. El otro fue las  hamburguesas, que distaban de  las clásicas de carne, queso americano y vegetales. La marca, en  cambio, eligió los quesos azul y  holandés, y las salsas Jack Daniel’s  y de aceitunas negras.
 
“No había innovación en el  producto de hamburguesas. Era  muy escaso; se encuentra hamburguesas de queso, tocino o  a lo mucho con champiñones.  Nuestra estrategia de producto  fue hamburguesas con un toque  gourmet”, indica Maldonado.
 
La introducción de esas hamburguesas gourmet tuvo su toque  de riesgo. Antes de iniciar el negocio, Maldonado comenta que  él y su socio (quienes ya habían  estado vinculados a restaurantes) analizaron los sabores que
consideraban apropiados para el  mercado ecuatoriano. No hubo  estudios de mercado, la intención era crear una identidad de  sabores con ingredientes ecuatorianos y latinoamericanos. “Más  que tener una referencia, fue una
decisión de arriesgarse con una  buena propuesta”, sostiene.
 
 
Los primeros clientes de ese  food truck quedaron cautivados  por la propuesta de sabores, pero  el negocio sobre cuatro ruedas  también estuvo en medio de  polémica. Meses después de que  ese camión salió a las calles, la
Agencia Metropolitana de Control de Quito lo retuvo por mala  utilización del espacio público.
 
Inka Burger aprovechó la  adversidad y la convirtió en  oportunidad. Para reclamar por  la retención del food truck, usó  un espacio gratuito, masivo y de  impacto: Twitter. Creó el hashtag  #DejenEmprender con el cual  hubo presión desde la red social y  el automotor fue devuelto en dos  días en lugar de los 21 días como  contemplaba la sanción.
 
Tamara Erazo, directora de  la maestría en Comercio con  mención en Emprendimiento e  Innovación de la Universidad de  las Américas (UDLA), destaca  la estrategia digital de la marca.
 
“Gracias a sus seguidores, la  reapertura (del food truck) fue  más rápida, iniciando así un camino hacia la consolidación del  negocio y las oportunidades que  el mercado presentaría, en gran  parte debido a su buen manejo
comunicacional, sumado a un  buen enfoque del segmento joven movido por las redes sociales y  las promociones que invitaban a  seguir a la marca”, explica.
 
Mordidas estratégicas
 
Después de esa reapertura, vinieron más mordidas estratégicas  de la marca. A los cuatro meses  de haber salido a las calles sobre  cuatro ruedas, Inka Burger inauguró su primer local y hoy tiene  siete en Quito, tres en Guayaquil  y dos en Riobamba. 
 
Fuera de Quito, la cadena creció  a través de franquicias. “Los nuevos mercados los  compartimos con  los franquiciados,  sacrificamos un  poco, pero en la  otra mano tenemos que la marca  empieza a crecer,  a posicionarse a  nivel nacional”,  comenta Maldonado.
 
Los propietarios  de Inka Burger participan del 4% de las  regalías mensuales de  una franquicia, que  cuesta US$ 20.000.  En julio del año pasado, la marca llegó  a Guayaquil y hoy  tiene tres locales. El  primer local fue en el  centro de la ciudad, el  segundo en Guayarte  y el tercero en la vía  a Samborondón.
 
Los locales del  centro y de la vía a  Samborondón son de  propiedad de Glenda Chávez y Karina  Chong-Sing, quienes  son amigas y se asociaron para iniciar  un negocio; por el  posicionamiento de  la marca en Quito, decidieron  comprar la franquicia.
 
Chávez explica que la marca,  como en toda franquicia, aportó  con el know how; en este caso,  las recetas para la elaboración de  las hamburguesas, las salsas (que  se preparan en los mismos locales), etc. Ella y su socia también
invirtieron US$ 50.000 para la  adecuación de cada local.
 
La expansión a través de las  franquicias también tiene una  estrategia. La marca planifica  abrir en Guayaquil un local cada  seis meses. Y en el resto del país,  desea morder los mercados de  Ambato, Manta y Cuenca. Este  año esperan cerrar con 15 puntos  de venta en todo el país.
 
El próximo año el objetivo es  cruzar fronteras. La marca desea  llevar el sabor ecuatoriano a Miami y Nueva York. Las mordidas  continúan. 

Más leídas
 
Lo más reciente