Acumular más objetos que los necesarios puede convertirse en una fuente de estrés, que nos resta tranquilidad y productividad. Eliminar y ordenar permite crear esos santuarios de paz y armonía que deben ser los espacios destinados a cobijarnos de las presiones externas.
Ya existen series de televisión dedicadas a ellos, los acumuladores, esas personas que han llegado a una adicción incontrolable por guardar objetos, alcanzando niveles que no les permiten llevar una vida normal. Son casos extremos en los que asuntos emocionales no resueltos se materializan en esta necesidad incontenible de guardar.
PEQUEÑOS ACUMULADORES
Según algunos investigadores acumular más de lo que necesitamos, inclusive aunque sea en pequeña escala, nos resta tranquilidad y productividad. Cada vez es más frecuente encontrar personas con el gusto por acumular cosas, que ya se han escrito varios libros que ofrecen métodos efectivos para deshacerse de lo que está de más y organizarse.
Un ejemplo es“The life changing art of tidying up” (El poder mágico de poner orden), de la japonesa americana Marie Kondo. Publicado en el año 2014, subió como espuma en las listas de best sellers y lleva alrededor de dos millones de libros vendidos a quienes intuyen que rodearse de una cantidad excesiva de objetos, lejos de hacer su vida mejor, se las dificulta.
Como primer paso para instaurar el orden a nuestro alrededor, Kondo recomienda desechar para luego organizar. Según su experiencia, una reorganización a fondo del hogar traerá cambios igualmente significativos en nuestro estilo de vida y en nuestra perspectiva para observar el mundo. Sostiene que al poner la casa en orden, nos vemos obligados a enfrentar ciertos temas pendientes y sobre todo, el pasado. Esto sucede porque decidir si debemos o no guardar ciertos objetos llevará a reflexionar sobre lo que nos aportan o lo que nos recuerdan, quien nos lo regaló o a quién nos trae a la memoria, de ese modo, mientras se van desechando o manteniendo algunas cosas, vamos tomando decisiones sobre temas más profundos que estos objetos sacan a flote.
CARGA SENTIMENTAL
Kimberly Wilson es la autora de otro libro sobre el tema: “Clutter be gone”, (Deje de acumular). Ella señala que muchas veces la decisión de guardar ciertas cosas está relacionada más con la culpa que con el gusto de tenerlas. Menciona que hay objetos impregnados de una gran carga sentimental a los que nos aferramos por el temor de ir olvidando los momentos o a las personas que nos evocan. Actúan como un cable conector con sensaciones que atesoramos y por eso resulta tan duro deshacernos de ellos. La autora sostiene que si en realidad el gusto por el objeto fuera tan grande, ni siquiera se consideraría la posibilidad de dejarlo ir. Mientras el lado objetivo nos dice que no nos hace falta, el lado sentimental asegura que “debemos” guardarlo como un homenaje a un segmento de nuestro pasado.
La eliminación de objetos debe ser radical y realizada
de golpe, no por partes, destaca una experta.
Lo que sostiene Wilson es que si no se toman medidas –que ella califica como brutales– para eliminar los objetos que están de más, el hogar deja de ser el santuario de paz al cual llegamos para aliviarnos del estrés que traemos de fuera. Más bien, la acumulación puede convertir a la vivienda en una fuente adicional de inquietud visual y mental.
Kondo comparte la idea de hacer una limpieza radical para deshacerse de lo que está de más. Considera que si la eliminación de objetos se hace de golpe, tendrá un cambio también en el estado mental de la persona que realiza el proceso. El punto es que la transformación será tan profunda que tocará la parte emocional y afectará la manera de pensar, además de algunos hábitos cotidianos. La autora tiene clientes alrededor del mundo que la contratan para que los supervise en el proceso de eliminación / organización y asegura que el éxito (no recaer en la acumulación) depende de lo tangibles que sean los resultados desde el primer momento.
Para tranquilizar a los lectores les recuerda que pese a todos los beneficios que traerá consigo, poner orden es un acto simple que se divide en dos fases: la primera decidir lo que se queda y lo que se va y segundo, elegir dónde se pone lo que se queda.