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La escalofriante historia de la ‘hija ejemplar’ que contrató sicarios para matar a sus padres

lunes, 30 agosto 2021 - 18:30
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Jennifer Pan era a los ojos de sus amigos, compañeros de colegio, colegas de sus padres y su propia familia, la hija perfecta. Practicaba flauta, patinaje artístico, ballet, artes marciales y natación y tenía un futuro brillante. Es por eso que nadie esperó que ella sea la autora de unos de los crímenes más perturbadores de Canadá: el asesinato de su propia familia.

Jennifer nació en 1986, en Toronto, Canadá. Sus padres eran migrantes vietnamitas que trabajaban como operarios de una fábrica de autopartes y tras años de esfuerzo, encontraron una posición lo suficientemente acomodada como para brindarle a sus cinco hijos una buena educación en una escuela católica.

Jennifer era la tercera entre sus hermanos y sus padres eran con ella muy estrictos, al igual que con sus hermanos. La familia Pan creía en el valor del esfuerzo, que finalmente les dio a dos operarios migrantes una casa en una zona residencial como siempre habían soñado en un suburbio acomodado. Es por ello que todos los niños Pan tenían excelentes clasificaciones y destacaban en actividades extracurriculares.

INICIO DE LAS MENTIRAS

Los padres de Jennifer soñaban que ella se convierta en deportista olímpica, pero la joven se rompió un ligamento de la rodilla y el sueño se truncó. Esto no solo puso más presión en Jennifer para mejorar en otras áreas, sino que ella lo sintió como una decepción para sus padres. Eventualmente sus notas empezaron a bajar y ella, sabiendo que no podía darles otra decepción, empezó a falsificar los boletines de calificaciones.

Jennifer perdió la motivación para estudiar y fue falsificando boleta tras boleta. Además de ello se cortaba los antebrazos, ya en la adolescencia, la vida de Jennifer se volvió peor. Sus padres la restringían mucho y Jennifer estaba enamorada del trompetista de la banda del colegio, Daniel Wong.

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A pesar de sus problemas, la joven logró mezclarse entre sus compañeros y llevar una vida estudiantil en la que nadie sospechara de sus mentiras y sus problemas. Incluso logró empezar a salir con Wong, aunque a escondidas de sus padres porque ella estaba convencida de que no lo entenderían.

Cuando terminó el colegio aplicó a la Universidad de Ryerson para estudiar farmacéutica -como quería su padre- pero no podía ser admitida con sus notas reales. La aplicación de Jennifer fue rechazada pues se quedó en algunos cursos del colegio y, por lo tanto, no terminó la secundaria. Pero como ella no quería problemas con nadie, una vez más, falsificó la realidad.

UNA TORRE DE MENTIRAS

Jennifer se inventó una carta de admisión y le contó a sus padres que ellos no tendrían que pagar nada pues había conseguido un préstamo universitario y una beca por sus buenas calificaciones. La joven hizo creer a sus padres que iba a la universidad, pero en realidad se refugiaba en cafeterías cercanas al campus.

Aprendió farmacología mirando videos de YouTube y compró los libros de texto para simular que hacía tareas y trabajos. Al ver que la mentira prosperaba, Jennifer dio otro paso: les pidió a sus padres que le dejaran quedarse en la residencia universitaria unos días a la semana. Viviría con su amiga ‘Topaz’ y argumentó que sería bueno para su educación. Ellos accedieron, pero lo que no sabían era que Jennifer realmente se iba a un departamento que rentaba con su novio, Daniel Wong.

La joven consiguió trabajo como profesora de piano y trabajaba en una pizzería con Daniel. El chico estudiaba también en la Universidad de York y vendía marihuana para costear sus gastos.

Para el momento de la graduación, Jennifer a sus padres que los alumnos solo podían llevar a un familiar y como ella no quería hacer distinciones entre sus padres, invitó a un amigo. Después ella les contó que había conseguido un trabajo en un laboratorio, pero a su padre le llamó la atención que su hija no tuviera una identificación médica en su uniforme.

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Un día, los progenitores insistieron en llevarla al trabajo y no solo esperaron a que ella entrara al hospital, sino que intentaron seguirla. Ella, al darse cuenta de esto, se escondió en la sala de esperas de emergencias hasta que sus padres se fueron. No obstante, preocupados por el extraño comportamiento de su hija, decidieron llamar a ‘Topaz’, quien les confirmó que nunca habían vivido juntas.

Jennifer fue severamente castigada: pusieron un GPS en su auto, no podía salir de la casa sin avisar, le quitaron su celular y su computadora, y evidentemente le obligaron a cortar comunicaciones con Daniel. Este último se hartó de la situación, rompió oficialmente con Jennifer y empezó a salir con otras chicas, cosa que enloqueció a Jennifer.

EL PLAN

Jennifer le contó a un amigo del colegio, Andrew Montemayor, que deseaba matar a su padre. Él le presentó a Ricardo Duncan, quien haría de sicario por 1.500 dólares. Sin embargo, cuando tuvo el dinero, desapareció y el plan se quedó en la nada. Duncan diría después que Jennifer le pagó solo 200 y que él se había negado a matar al padre de la joven.

Más tarde Jennifer consiguió volver con Daniel tras inventarse historias de que la chica con la que él salía, le había amenazado. Ambos retomaron el plan de asesinar a los Pan para liberar a Jennifer y vivir cómodamente con su herencia. Contactaron a Lenford Crawford, quien les cobró 10.000 dólares por el crimen. Él además los introdujo a Eric Carty y David Mylvaganam, quienes ayudarían a consumar el crimen. A Jennifer le entregaron un iPhone y una tarjeta SIM exclusiva para comunicarse con ellos.

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El 8 de noviembre de 2010, parecía un día normal para la familia Pan. El día transcurrió como los demás y en la noche el padre de Jennifer vio televisión y leyó el periódico, y la madre asistió a su clase de baile. A las 21:30 Jennifer bajó a darle las buenas noches a su madre, y sin que ella se diera cuenta, le quitó el cerrojo a la puerta principal.

Tienen acceso VIP”, les escribió a sus amigos criminales. A las 22:02 ella encendió la luz del segundo piso, como una señal para los chicos que esperaban fuera de casa. A las 22:09 los intrusos ingresaron a la casa de Jennifer. Uno apuntó a la madre, otro fue a sacar al padre de la cama y otro ató los brazos de Jennifer con cordones de zapatos. Simularon un robo: la joven terminó dándoles sus ahorros de 2.500 dólares y 1.100 más que había en la habitación de sus padres.

Carty amenazó a los progenitores de Jennifer y la habría llevado a su habitación para dejarla atada. Después Crawford y Mylvaganam cubrieron la cabeza de los Pan y los llevaron al sótano, donde los acribillaron. Tras el asesinato, huyeron. Al poco tiempo Jennifer se soltó y llamó al 911. En la grabación se la escucha gritar y llorar, pero en el segundo 34 se escucha la voz de su padre. El hombre había sobrevivido, gateó hacia arriba y le pidió ayuda a un vecino.

EL TESTIGO

Los investigadores del caso estaban extrañados de que los ladrones solo tomaran el efectivo y no se llevaron los bienes materiales. El detective William Courtice ya sospechaba de Jennifer, cuando a la joven le indicaron que su padre había sobrevivido. Ella parecía feliz, pero también asustada. El hombre testificó que había visto hablar a uno de los ladrones con Jennifer y que la joven no había sido atada, como declaró ella. Ya todos sospechaban de Jennifer: su familia, sus amigos, sus compañeros.

Fue el policía William “Bill” Goetz, quien le sacó la confesión a la joven cuando le indicó que estaba siendo sometida a un interrogatorio con detector de mentiras. Aquello no era cierto, pero en Canadá era legal mentir a los acusados para obtener confesiones. Jennifer dijo que tenía depresión y como no quería suicidarse, ella contrató a unos asesinos para que la mataran, pero ellos terminaron matando a sus padres.

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El resto de implicados se fueron descubriendo poco a poco, así como el plan real de Jennifer. Los investigadores aludieron a los mensajes de texto, el extraño modus operandi de los ladrones, las insistencias en la declaración de Jennifer, la falta de sentimientos que demostraba la joven, el hecho de que no la obligaron a ir al sótano y, por supuesto, el testimonio del padre.

En 2014, Jennifer, Daniel y sus cómplices fueron declarados culpables de asesinato, por lo que tendrían que cumplir una cadena perpetua.

No obstante, el caso de Jennifer puso en la opinión pública la sobreprotección de los padres, a lo que los medios llamaron “padres tigres”. Una compañera de Jennifer dijo que, a sus 22 años, la joven “no había ido nunca a una discoteca, no se había emborrachado y no se había ido jamás de vacaciones sin su familia”, según el portal Infobae.

Actualmente el padre de Jennifer ha pedido orden de alejamiento para su hija. Además, convive con sus familiares y quiere vender su casa, pero no puede. El hermano menor de Jennifer, Félix, ha sido diagnosticado con depresión y se mudó a Costa Rica para cambiar de vida.

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