Eduardo Egas Peña, ministro de Industrias y Productividad (MIPRO), reconoce que en la transformación industrial que impulsan hay sectores que no aprovechan los incentivos estatales y que dependen de la protección de salvaguardias y cupos de importación. Advierte que la meta es un crecimiento industrial inteligente donde las firmas subsistan por competitividad.
En su intención de desarrollar alianzas público-privadas para impulsar la actividad productiva, ¿afecta que no se haya dado una pausa normativa de manera formal?
No debería afectar ese diálogo (…). Una pausa normativa tiene varios enfoques, y uno de esos es buscar una racionalidad de lo que existe; disminuir la cantidad de trámites en actividades que deben desarrollarse. Esto lo estamos haciendo y se verá paulatinamente. Y se da porque el Presidente ha pedido que se confíe en los empresarios y que los controles se establezcan para después, sin dificultar el inicio de las actividades, ya que se entiende que la toma de decisiones de implantar una empresa o invertir, es algo rápido. Ahora, una pausa normativa no implica un congelamiento de estas, porque la sociedad es dinámica y hay que actuar de acuerdo a esta.
A cambio de revisar pedidos de los gremios empresariales, usted les pidió mayor transparencia corporativa y empoderamiento. ¿A qué se refirió?
Cuando uno plantea un diálogo públicoprivado, espera que ambas partes contribuyan al fin de esa charla. Y así como se le pide al Estado racionalidad normativa, de la misma forma esperamos mayor transparencia en la actuación del sector productivo.
Si estamos en un proceso de modernización de la economía, si nos esforzamos en mejorar la competitividad con nuevas vías, aeropuertos, energía más barata, entre otras cosas, se requiere de un compromiso. Y si eso lleva a la necesidad de procesos como, por ejemplo, la democratización del capital para mejor competitividad, el sector privado debería contribuir.
Entonces, ¿las salvaguardias serán analizadas mucho antes de cumplirse el plazo final estipulado?
No toda normativa es perfecta, y por eso escuchamos al sector productivo para ver si existían desajustes; y efectivamente encontramos algunos. Por ejemplo, el Gobierno estimuló la producción de bicicletas, pero por un error en las partidas generales, a las partes y piezas la gravamos con un 45 por ciento de impuesto, mientras que al producto terminado, importado, le dejamos 15 por ciento. ¡Estábamos matando el esfuerzo productivo incentivado! Es un craso error, no intencional, que estamos corrigiendo. El otro problema que puede llevar a injusticias es que las salvaguardias se las pone por partidas arancelarias y algunas dicen “Los Demás”, y eso es muy amplio. Por eso el Comex ha establecido procedimientos para evaluar casos de distorsión.
En lo que va de la medida, ¿cuál ha sido el impacto?
Los pri - meros meses no tuvieron efecto porque la gente guarda reservas; pero a partir de mayo, los resultados muestran que la reducción en ese mes fue de 400 millones de dólares. Esto permite visualizar que el objetivo trazado se está cumpliendo porque el Gobierno se propuso, en un año calendario, reducir casi 2.400 millones de dólares.
Pero la unión de las salvaguardias a los cupos de importación, usted la calificó como una “medida de tortura”. ¿Considera que fue intenso en la aplicación de estas medidas?
Y lo sigo sosteniendo; no somos perfectos. Considero que salvaguardias con el 45 por ciento ya son restrictivas para seguir importando, y si a eso le agregas un cupo con el 30 por ciento de reducción, prácticamente hace inviable una actividad.
Cuando impusimos estas salvaguardias cambiarias en 2009, la Organización Mundial de Comercio (OMC) las autorizó, pero nos dijo que no era factible salvaguardia más cupo. Entonces, conociendo un poco cuál es el pronunciamiento de los organismos internacionales, deberemos escoger entre salvaguardias y cupos, e indudablemente hay que escoger la primera, porque es una política más general.
El ingreso de nuevas inversiones que el Ministro saliente valoró por encima de los 250 millones de dólares, ¿tiene mayor presencia en negocios enfocados al cambio de la matriz productiva?
Así es, y he notado con satisfacción resultados positivos de esta política de inducir a un proceso de sustitución de importaciones. Hay industrias que lo están haciendo de buena forma como, por ejemplo, la de cosméticos. Ahora, a veces surgen otras que no necesariamente son positivas, algunas muy forzadas; en esas debemos fijarnos para no crear una falsa expectativa al inversionista ni tampoco castigar al consumidor, porque tendría que soportar industrias ineficientes en el largo plazo, algo que además no es el objetivo del Estado. Nuestra meta es un crecimiento industrial inteligente, (…) no sustituir porque sí. Primero hay que evaluar si esa industria podrá existir en el mediano plazo sin los subsidios estatales ni medidas de protección como cupos o salvaguardias.
¿Reconoce que sí hay industrias que han sobrevivido no por ser competitivas?
Indudablemente que sí, y trabajamos con éstas para un proceso ordenado de reingeniería, de relocalización, para que el empresario tampoco pierda sus inversiones por un entorno que la política pública le presentó en un determinado momento.
¿Pero cuánto en realidad se ha avanzado en el cambio de la matriz productiva?
Se creó un marco de incentivos, estudios, análisis, complementación, para que el sector privado esté listo para caminar en este proceso. Porque el cambio de la matriz productiva no la va a hacer el Gobierno, sino el sector privado; nosotros solo creamos el camino adecuado.
En este momento, ya delineada una clara política estatal de cómo vamos a apoyar este desarrollo indicando al sector privado cuáles son nuestras potencialidades, hay que completar las cadenas productivas para que los sectores tengan éxito cuando se desarrollen. Por ejemplo, si queremos desarrollar una industria farmacéutica potente en el país, el Gobierno primero mira qué falta, más allá de una inversión para el laboratorio de producción; y dota de la infraestructura para que el desarrollo productivo se realice. Y para eso el MIPRO tiene un área de desagregación tecnológica y de servicios para las cadenas productivas.
¿Qué sectores no avanzaron al ritmo que ustedes preveían?
Algunos han trabajado por el lado de productos naturales con mucha fuerza, pero a veces les cuesta dar el salto a mayor valor agregado. También porque ya están posicionados con su materia prima en los mercados internacionales por su buena valoración. Dentro de esos sectores está el banano, donde nos ha costado mayor integración; hay que empujar bastante, ver qué está pasando, y revisar si se pueden crear incentivos.
Hay que entender que el cambio de la matriz no es una novelería, ya que en enfoca en un elemento fundamental de la sociedad. Mientras el producto natural tenga más valor agregado en su oferta final, el precio será mayor y, por ende, se pagarán mejores sueldos a los trabajadores, e incluso más tributos al Estado.
¿Cómo ampliar las posibilidades de los exportadores?
Desde el sector privado, lo más importante es la estrategia empresarial. Y el sector público (…) con nuestro poder de negociación como Gobierno para celebrar acuerdos de comercio generales, parciales, o preferencias identificadas, con otros mercados objetivos.
Bajo ese enfoque, ¿no es necesario un acuerdo con EE.UU.?
Es un mercado básico de donde recibimos una importante corriente turística y de inversiones. Sin embargo, es un tipo de acuerdo comercial en el que no encontramos las condiciones propicias para negociar. Si EE.UU. y Ecuador abren sus mercados, ganará quien esté más preparado. Entonces, si negocio una apertura de casi ocho mil partidas arancelarias, quizá Ecuador use en los primeros años 100 a 150, pero la nación desarrollada aprovechará todas. Esto, a la larga, produce un desequilibrio de oportunidades que termina afectando la balanza comercial, y para un país dolarizado, eso hay que medirlo bien.
Para que Ecuador se prepare para nuevos acuerdos, ¿en cuánto influye la Política Industrial y Productiva que quiere socializar con los empresarios?
Mucho, porque el modelo de exportación basada en recursos naturales está casi agotado. Cuando revisamos los datos estadísticos para ver qué nuevos productos agregamos en la canasta de bienes exportables, nos damos cuenta que no hay mucho. Seguimos dándole vuelta al banano, camarón, flores, cacao... Y hay que reconocer que lo hemos hecho bien, con productos de buena calidad, pero como país hay que salir de ese círculo, y allí es donde la Política Industrial y Productiva es básica. Esperamos crear un derrotero para este desarrollo industrial, para que sea competitivo y creíble; no apoyaremos industrias falsas, sino a aquellas que compitan en los mercados internacionales por sus ventajas comparativas.
¿En qué se asentará esta Política?
En primer lugar toma en cuenta las fortalezas del país, en dónde somos competitivos. Por ejemplo, si Ecuador ha invertido y se ha esforzado por cambiar su matriz energética, y ya cuando las centrales estén terminadas, tendremos la energía de menor costo de la región, esa será la primera ventaja en competitividad. Y ya con eso, mi siguiente análisis es qué tipo de bien es intensivo en el uso de ese recurso, que le permita a Ecuador ser más competitivo que otros países. Sobre eso nos embarcamos para desarrollar todo un proceso de desarrollo industrial. Hay un desarrollo natural, lógico, pero hay otro que el Estado debe crearlo e incentivarlo. Un caso es la industria automotriz, que a través del tiempo no ha crecido en su nivel de valor agregado de forma significativa, y además ha necesitado mucha protección estatal. Pero por otro lado nos dicen que no tenemos siderúrgicas o petroquímicas para desarrollar carrocerías, motores, entre otros elementos. Allí viene el segundo factor de intervención estatal, dándole vida a esas industrias que quizá no son rentables para inversionistas privados porque el mercado es pequeño, pero el Estado mira la rentabilidad social.
¿La reactivación del Consejo Consultivo va a generar positivismo del lado empresarial?
El diálogo público-privado es fundamental. El Consejo Sectorial de la Producción no solo es un espacio de discusión de los sectores productivos públicos, sino que también incorpora al Consejo Consultivo de la Producción, que es donde todos nos reunimos para revisar las políticas de desarrollo productivo. Es una prueba de diálogo que el Gobierno está dando, pero a través de ese Consejo se van desarrollando diversas necesidades, y una de esas es la innovación para lograr el cambio de la matriz productiva.
Esto necesita de apoyo estatal para arrancar y estabilizar nuevos negocios, mas no para perdurar bajo ese esquema. Por eso el Gobierno aprobó hace poco un fondo de capital semilla, manejado por mi ministerio y que por el momento cuenta con 20 millones de dólares asignados, para apoyar iniciativas con ideas innovadoras. Al identificarlas, el Estado ingresa como socio para que el emprendedor no se endeude con un crédito, y viabilice su idea; comparten el riesgo. Si el negocio es bueno, el Estado gana porque la acción toma más valor, pero si fracasa, pierde sin impactar económicamente al empresario. Si las buenas intenciones no gozan de los instrumentos y políticas concretas de apoyo, nos quedaríamos solo en palabras.