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Manuel Alcántara: 'Los partidos políticos están pensados para una sociedad que ya no existe'

jueves, 23 marzo 2023 - 12:45
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Los resultados electorales de febrero tienen varias lecturas. La complejidad de la consulta con sus ocho preguntas pudiera explicar el triunfo del No en las urnas. ¿Qué caminos tiene un Gobierno debilitado tras la jornada electoral? Quien lo analiza es un académico español que ha investigado las élites políticas de Iberoamérica, Manuel Alcántara Sáez. Él participó como observador electoral, en la provincia de Azuay.

Usted escribió en un ensayo académico, a inicios de 2023, que las sociedades están cansadas y las democracias fatigadas. ¿Por qué?

Planteo que desde hace varios años las sociedades, y lo digo en plural, pueden ser la ecuatoriana, argentina, española, húngara, taiwanesa, han cambiado mucho y de manera vertiginosa en muy poco tiempo. Y han cambiado en una dirección muy similar; a pesar de tratarse de sociedades evidentemente distintas. El fenómeno tiene un denominador común que son las nuevas tecnologías; esto es insólito en la historia de la humanidad.

Nunca una tecnología ha ido a tal velocidad, alguien entra a un autobús en cualquier país, la imagen es similar, la gente está conectada.

¿Cómo influye esto en el cansancio y agotamiento?

Está en crisis la idea de “nosotros”. Hay individuos solitarios. Byung-Chul Han habla de la sociedad del cansancio, usa la metáfora del enjambre, para referirse a la capacidad de autoexplotación del ser humano. Las nuevas tecnologías multiplican las tareas, el tiempo se convierte en un bien escaso. Estar permanentemente conectados contribuye al agotamiento. La revolución digital supuso el predominio de emociones, con frecuencia negativas, como el resentimiento y el odio. A pesar de la brecha digital, es un fenómeno generalizado. Los politólogos lo tenemos poco en cuenta, seguimos con parámetros de hace 15 años. Aún hablamos de partidos políticos.

¿Qué pasa con los partidos políticos?

Todos decimos que necesitamos a los partidos políticos, pero estamos pensando en partidos políticos para una sociedad que ya no existe. Estamos en una sociedad líquida, que se comunica por redes sociales, individualizada; por consiguiente, la acción colectiva de hace 15 o 20 años, ya no se realiza. Eso en gran medida explica, sin ser la única explicación, la enorme fragmentación o atomización del electorado. Ese para mí es el fenómeno más interesante de las elecciones pasadas en Ecuador.

Se vio con nitidez en muchas prefecturas. El alcalde en Cuenca ha sido elegido por el 19 por ciento de votos; hay cada vez más candidaturas personalizadas, lo que llamamos partidos políticos están desapareciendo. Eso va ocurriendo en Perú, en Argentina. El fenómeno se agudiza en el caso de América Latina por el presidencialismo. La mayoría de los países con un régimen parlamentario se libra de esta tendencia pues en ellos los partidos eligen al presidente del gobierno. De este modo, las estructuras partidistas son innecesarias, basta con un buen mánager que dirija una campaña electoral, que sepa cómo llevar las redes sociales, cómo polarizar. Y ojo que me refiero a polarizar como una estrategia de comunicación política.

¿Está en peligro la democracia entonces?

El investigador Zygmunt Bauman escribió acerca de la sociedad líquida y sus efectos. Las emociones sustituyen a las razones. Las sociedades cansadas se relacionan con democracias fatigadas. Yo no soy tan derrotista para decir que la democracia está en peligro, pero sí que está fatigada, por lo menos como la conocíamos hace 15 años.

¿No es una paradoja que la democracia en Ecuador es relativamente joven? El país volvió a la democracia a fines de la década de los 70 y desde una perspectiva histórica es relativamente reciente.

Si bien teorizo sobre el problema, no creo que hay que ser derrotista. En la crisis de Perú la gente está pidiendo elecciones, las sociedades han interiorizado algunos elementos, como las elecciones, como el Estado de derecho, como elementos irrenunciables.

Datos del Barómetro de las Américas refieren que los ecuatorianos no tienen confianza en el sistema electoral. Estas elecciones parecen confirmar que algo no marcha bien.

Las encuestas miden perfectamente el clima de opinión en un determinado colectivo, hay variables que pueden influir.

Me fío mucho del proyecto de Variedades de la Democracia de la Universidad de Gotemburgo, tiene una variable que mide el desempeño de las elecciones. De hecho no se ve una debacle, los datos de Ecuador son razonables.

Y puedo ir a mi propia experiencia de hace días, recorrí el Azuay visitando siete u ocho colegios electorales, me entrevisté con los delegados de los partidos; hablé con gente que supervisa en las mesas y tuve impresión de normalidad. En la mesa en que acompañé en el escrutinio votó el 80 por ciento de inscritos; había 284 votantes. En las elecciones de alcalde y de prefecto el voto nulo alcanzó 12 y el blanco siete votos. Es decir, 19 de 284, eso es bajísimo. Pero si vemos el referéndum eso es otra cosa. Era una cifra más elevada.

$!En los recintos electorales de la provincia del Azuay, donde Alcántara participó como observador, apreció un alto nivel de ciudadanos interesados en expresarse en las urnas.

Pero el propio vicepresidente del Consejo Nacional Electoral denunció la existencia de un centro paralelo y de actas cambiadas.

Se dio una cuestión muy interesante, así lo percibí. A nadie le importaba el referéndum, a los veedores de los partidos no les importaba, ellos estaban interesados exclusivamente por las elecciones de alcalde y prefecto; eso les interesaba. Tampoco les interesaba la votación para el Consejo de Participación Ciudadana. Eso nos debe hacer pensar mucho de lo que significa poner ocho preguntas complicadas, no se puede decir tal o cual pregunta era sencilla, porque no fue así. Esa complejidad era un incentivo para que la gente votara en blanco o nulo. El gobierno nunca fue demasiado claro, era lógico que no fuera tan contundente al no jugársela en la consulta, ya que la gente podía entender que al final de cuentas estaba en juego un voto en contra del gobierno. Los ministros no se la jugaron con fuerza para avalar la consulta, eran ocho ideas demasiado confusas, si pudiera entrevistar al Presidente le preguntaría porqué incluyó esas preguntas.

¿Al final de cuentas la consulta fue un termómetro del apoyo al gobierno?

Esa es la lectura fácil. Pero no es del todo así. El presidente Correa, desde donde esté, dice que el actual gobierno no es legítimo. Nunca se estuvo planteando ni preguntando sobre la continuidad del gobierno, pero se genera esta situación innecesaria. Miremos casos alrededor. El plebiscito de la paz en Colombia fue un bofetón al gobierno de Santos y a él no se le ocurrió dimitir y eso que estaba en juego un tema muy sensible, el de la paz.

¿Cómo entender entonces el trasfondo del resultado de la consulta?

Hubo un factor técnico, un factor de desinterés y un voto movilizado de gente que quiso usar el plebiscito para darle un bofetón al gobierno. No se puede perder de vista que hay un sector político en Ecuador que se mueve en una franja del 25 al 30 por ciento, es el voto duro de la Revolución Ciudadana. Ese voto duro movilizado en una dirección puede inclinar el plebiscito a favor de una dirección, en este caso, la tesis del No.

¿El gobierno pudo ser más contundente o explícito?

Es un gobierno tibio e inexperto. Le falta una orientación en su estrategia. Es una lástima porque este tiempo, ya van para dos años, pudo haber sido una oportunidad en Ecuador para hacer reformas interesantes. Lasso es un presidente débil después de los resultados de las principales alcaldías y prefecturas, que ahora están en manos de la oposición.

¿La baja de legitimidad, sumada a denuncias de posible corrupción en su entorno, justificaría su salida?

El verbo justificar no sé si es apropiado. Todo va a depender mucho de varios factores. Un factor que no se controla en el país es qué pasa en el Perú, puede haber una corriente de simpatía a esa protesta. La situación es muy seria y todavía no se sabe cómo se va a resolver. Hay que ver cómo actúa el movimiento indígena, que ha demostrado cómo ejerce sus formas de presión. Y otro factor crucial es qué pasa en la Asamblea (esto es, el Legislativo). Las preguntas aquí son: con quién Lasso va a aprobar leyes, sus políticas, quién es el grupo que lo apoya. Entonces en última instancia aquí tenemos tres variables, cada una va por su lado, en determinado momento se pueden juntar las tres para confluir en un escenario en que la muerte cruzada pueda cumplirse. No olvidemos que el Consejo de Participación Ciudadana posiblemente quede en manos de la Revolución Ciudadana. Qué pasa si elige jueces nacionales que revisen sentencias y esto viabiliza candidaturas de políticos hoy sentenciados.

¿Qué puede hacer el gobierno?

Tender puentes, inclusive, a los actores contrarios. Debería estar hablando con la clase política, quizás no con Correa porque está sentenciado, pero con un delfín que lo represente. La política implica poner las cartas sobre la mesa. Entiendo que quienes apoyen a Lasso vean muy duro esto; el correísmo polarizó el país, puso en marcha la lógica amigo-enemigo. Pero se debe pensar en función del país, cómo salir de la polarización. Cierto que hay la posibilidad de que Lasso disuelva la Asamblea y gobierne unos meses, pero eso supone tener un plan concreto y claro, un Gabinete muy sólido; salir de la improvisación. En caso contrario, va a poner en bandeja a la oposición para las siguientes elecciones, como un bombero tratando de apagar un incendio con gasolina.

Lea también: Las claves de los resultados y el ¿triunfo? de la Revolución Ciudadana en las Elecciones 2023

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