El país que se creyó rico… y que ahora tiene deudas de millonario pero sigue siendo pobre, está obligado a “usar todas las tarjetas de crédito”.
Pocos años antes de que estalle la última crisis bancaria, en una suerte de competencia de egos, los banqueros levantaron monumentales edificios. “No hay que buscar la concentración de crédito, está a la vista de todos”, manifestó un analista ante el edificio del ex Banco La Previsora en Guayaquil. Sin embargo, ninguna obra fue más ostentosa que la matriz del Banco del Progreso, cuyas gigantescas puertas de bronce se abren a pisos de mármol. En tanto en Quito, los banqueros se dieron el lujo de trasladar el sector financiero a la zona más cotizada de la época para mirar desde los grandes ventanales el parque La Carolina y los nevados de la cordillera. ¿Quién podría haber imaginado que detrás de la opulencia se tejía la quiebra del 70 por ciento del sistema bancario, y que por su derroche se pulverizaría el dinero de todos? ¿Quién podría haber imaginado que todos estos edificios terminarían siendo propiedad del gobierno para ser usados por los burócratas?
“Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetir sus errores” (Santayana). Parecería que Ecuador va a correr esta suerte. La administración del presidente Correa se ha empeñado en continuar con los proyectos diseñados en las épocas de bonanza, cuando los precios del petróleo superaban los 100 dólares por barril pero que hoy resultan incongruentes en un país que vive una profunda crisis.
A pocas cuadras del parque La Carolina se está levantando una colosal estructura, esta vez para el sector financiero del Gobierno. Este complejo se comenzó a construir en septiembre de 2015, cuando en el mundo se estimaba que no habría en el mediano plazo una recuperación de los precios del petróleo. Es un complejo de 133 mil metros cuadrados donde trabajarán 4.000 burócratas de ocho instituciones. En 2011, el Gobierno estimó el costo del proyecto en 90 millones pero se está ejecutando por 200 millones de dólares. Paradójicamente, en pocos meses los burócratas dejarán los “viejos” edificios de los banqueros para ir a unos más modernos. El argumento gubernamental es que significa una transformación administrativa, ignorando que por el avance de la tecnología el futuro es que 70 por ciento de las personas trabajemos desde la casa.
En Guayaquil, la Avenida del Bombero en Los Ceibos, también es escenario de estructuras espléndidas. A un costo de 34 millones de dólares, el edificio para la filial de Petroecuador y las dependencias de los ministerios afines tiene 12 mil metros cuadrados de construcción distribuidos en ocho pisos. En esa misma avenida se está construyendo a paso acelerado el nuevo hospital del IESS que tendrá 550 camas con un costo estimado de 200 millones de dólares. ¿Habrá los médicos especialistas y sobre todo, habrá un sistema de administración eficiente? Los edificios no resuelven las ineficiencias administrativas.
Parafraseando al analista: una de las causas de la crisis que estamos viviendo está a la vista de todos. Un país que se creyó rico… y que ahora tiene deudas de millonario pero sigue siendo pobre, está obligado a “usar todas las tarjetas de crédito”.