El último conflicto armado en el hemisferio occidental llega a su fin. Tras medio siglo de guerra civil, Colombia ha firmado la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cuyos 17.500 combatientes deberán incorporarse a la sociedad civil. El acuerdo de paz es una buena noticia. ¡Bien por Colombia! Sin embargo, al igual que ocurrió con la guerra, la paz tendrá consecuencias para Ecuador si estos 17.500 hombres entrenados para la guerra no son asimilados por la sociedad colombiana.
Estudios realizados por la Universidad de Stanford revelaron que los conflictos no terminan con la firma de los acuerdos. Para los combatientes “la guerra es más segura, impone orden y da empleos. La paz es un salto hacia lo desconocido, pero sobre todo significa la pérdida de cohesión y pertenencia”. Las FARC no serán la excepción. Tienen un pasado de cinco décadas de violencia, donde hay ocho millones de víctimas: 6,8 millones de desplazados –cientos de miles a nuestro país– y 1,2 millones que corresponde a muertos, desaparecidos y secuestrados.
¿Cuán fácil será que hombres que tienen como carrera las armas y el tráfico de narcóticos para sustentar los gastos, cambien de vida radicalmente? Los que no lo hagan seguramente seguirán haciendo lo que han hecho toda su vida y muchos cruzarán las fronteras porosas de los países vecinos. No hay un estudio que determine si hay correlación entre el desmantelamiento de guerrilleros y el aumento del crimen organizado.
Sin embargo, en nuestro país es evidente que esto ha ocurrido. En la década pasada, las FARC tenían un ejército de más de 20 mil hombres, que fue desbandándose tras una guerra sin cuartel iniciada en el gobierno de Álvaro Uribe, siendo ministro de Defensa Juan Manuel Santos. Entonces el narcotráfico se expandió de nuestras provincias fronterizas a todo el país, convirtiéndose en un problema que hoy desborda a la fuerza pública, pues ha reclutado como consumidores y microtraficantes a niños y adolescentes. ¿Estamos preparados para una nueva oleada de excombatientes de las FARC? ¿No serán por su entrenamiento militar y en narcóticos nuevos soldados para el crimen organizado?
La posibilidad de la llegada de excombatientes exige que se discuta el tema sin los eufemismos tradicionales de que no pasará nada, porque “estamos preparados y hacemos las cosas mejor que nadie”. Las autoridades necesitan mirar la crisis que se avecina y no entramparse por su ego en la importancia de sus propios puntos de vista.