Tan cerca y a la vez tan lejos
En 1995, apenas un 11% de los legisladores a nivel mundial era mujeres. Hoy, ese porcentaje alcanza el 26%. El avance ha ocurrido porque la mayoría de estados han promovido un sistema de cuotas para aumentar el número de mujeres elegidas, pero a pesar de ellos e indistintamente del grado de desarrollo de los países hay evidencias de que la paridad es un sueño lejano.
En Japón, por ejemplo, las mujeres apenas ocupan un 10% de las bancas y hay más de una docena de países donde no existen mujeres congresistas.
Sobresalen por su retraso Nigeria, Sri Lanka y Catar. Lo más triste es que la paridad de género recién se alcanzará en 2063, según estimaciones de Naciones Unidas. Es decir, faltan cuatro décadas para que las mujeres estén en igualdad en el centro donde se generan las leyes.
En nuestro país, por ejemplo, el código de la Democracia exige que se alternen las listas entre hombres y mujeres para dignidades en cuerpos colegiados como la Asamblea, los Cabildos y los Consejos Provinciales. No obstante, en el parlamento nacional de 137 asambleístas elegidos en 2021, 52 fueron mujeres, menos del 50% y la mayoría de las comisiones han sido presididas por hombres.
Según los resultados de las últimas elecciones seccionales, todas las ciudades más pobladas del país estarán dirigidas por hombres. Tampoco hemos tenido candidatas con éxito para las dignidades más importantes como la Presidencia de la República, cuando otros países de la región sí lo han logrado.
Y no es por falta de leyes. Ecuador ha sido pionero en adoptar el voto para la mujer, la obligación de cuotas en las listas y otros derechos, pero de alguna manera en política, priman las mañas y tinterilladas en los partidos, para incumplir con lo que manda la ley.
Al no incorporar de manera efectiva a la mitad de la población al quehacer político, el país desperdicia la mitad de los cerebros y la posibilidad de construir una sociedad más incluyente y de mejor calidad que la actual.
