El mayor ícono femenino de nuestra historia es Manuela Sáenz: una republicana comprometida con la verdad de su causa, la igualdad y la justicia, quien por estos ideales dio su vida y su fortuna.
¿Quién puede ser contrario a la igualdad o a la lucha contra la pobreza? Nadie. ¿Quiénes preservan la coherencia con estos valores cuando llegan al poder? Muy pocos.
Ciertamente no es el caso de Cristina Fernández. Tras 12 años de gobierno, la pareja Kirchner-Fernández aumentó en más de 2.000 por ciento su patrimonio, de 720 mil dólares a más de 15 millones. Y esto es lo declarado “oficialmente”: Cristina, seis millones de dólares; su hijo Máximo, cuatro millones –sin otro trabajo que el de agitador político– y su hija Florencia, cinco millones en efectivo –encontrados en las bóvedas de un banco.
Estos 15 millones significan el trabajo de un argentino –con un sueldo mínimo de 560 dólares al mes– de 2.232 años. ¡Más que todo el calendario cristiano! ¿Dónde quedó la igualdad? En este patrimonio no están incluidos 65 millones de dólares guardados en un paraíso fiscal, que según el diario socialista francés Le Monde fueron lavados a través del estudio Mossack Fonseca de los Panama Papers. ¡Qué cinismo el de Fernández ahora de condenar los paraísos fiscales!
Y qué pronto se le olvidó a la presidenta de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira “que los pobres coman pan y los ricos coman mierda” para condecorarla al mejor estilo feudal.
Hay igual descaro en Fernández al proclamar los logros sociales de la “década ganada” en Argentina. En 2003 la inflación anual era 13,4 por ciento pero creció a 24 por ciento en el mandato de Kirchner. Para no reconocer el aumento, se cambió la metodología de cálculo y a quienes estimaban las cifras de manera diferente, se les multaba. Defiende como logro la jubilación universal, pero lo que no dice es que para ello estatizó 24.727 millones de dólares de fondos de pensiones privados, castigando a quienes ahorraron en ellos.
Y hay otra falacia: el desempleo bajó de 17,3 por ciento a 7,5 por ciento, pero lo que no puntualiza es que se cambió la manera de contabilizarlo y que además se aumentó en un millón los funcionarios públicos. Al regresar a la metodología mundial, se estableció que uno de cada tres argentinos es pobre y no uno de cada 20, como aseveró Fernández.
Tal es la falta de credibilidad de las cifras de la “década ganada” que en 2013 el Fondo Monetario Internacional dio un voto de censura al país, por sus estadísticas no confiables.
Resulta grotesco que Ecuador haya condecorado a Cristina Fernández y que seamos cómplices al condonar su falta de principios e ignorar sus 415 causas que por corrupción están pendientes. Como también es ridículo intentar justificar sus fallas con supuestas conspiraciones internacionales contra los gobiernos progresistas. Parafraseando al presidente Rafael Correa: “¡Cuánta doble moral!”