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Comamos niños (pobres), matemos lesbianas, amén

viernes, 6 julio 2018 - 12:36
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    Mientras la publicidad invita a empoderarnos  del mundo mediante perfumes,  gadgets y tarjetas de crédito, los poderes  reales tras el relato del confort contraen al planeta  y estrangulan a la mayoría de su población, incluyendo  a los animales no humanos.
     
    Las redes se atascan de pasión de multitudes  por una pelota, por la metafísica del cigoto y por  tragedias ¿propias de otras épocas?: desgarre de  familias palestinas en su propia tierra, africanas  en las costas de Europa, centroamericanas en la  frontera de los Estados Unidos, venezolanas ahora  y colombianas hace décadas hacia Ecuador.
     
    Un buen legislador gringo asevera que la ignominia  ordenada por Donald Trump, encarcelando  en campos de concentración separados a padresmadres  de hijos-hijas, no tiene antecedentes en  la historia de su gran país, forjado según cierta  épica gracias a oleadas sucesivas de inmigrantes/  colonos/esclavistas/esclavizados.
     
    Y sin embargo sabemos que la historia de los  Estados Unidos es, entre otras cosas, la historia de  familias blancas en el poder ordenando el cercenamiento,  ultraje, violación, robo y asimilación de  niñas y niños de familias no blancas: nativas americanas,  afrodescendientes, asiáticas, mexicanas.
     
    En 1729 Jonathan Swift escribió “Una modesta  proposición. Para evitar que los niños de la gente  pobre de Irlanda se conviertan en una carga para  sus padres o para el país, y para hacer que sean de  provecho para el público”.  Como solución integral del hambre y la –mal  llamada– sobrepoblación, Swift proponía comerse  a los niños pobres y convertir a los no  aptos para alimento en siervos capaces de atender  labores como la de perros ayudantes en la  cacería de zorros y conejos.
     
    Presentada como ensayo periodístico, con ironía  similar a la de las bitácoras científicas de “Los  viajes de Gulliver”, la “modesta proposición” de  Swift fue asombrosamente tomada al pie de la  letra por sus coetáneos, quienes la descalificaron  por “excesiva”.
     
    A veces la escritura de la monstruosidad es  difícil de entender como exposición radical de  los valores y las lógicas realmente imperantes. El  video de Gastón Viñas del tema “2+2=5” de Radiohead  puede detonar la verdadera eficacia de un  semestre entero de Semiótica y otro de Economía  Política. Y es asombroso como en Netflix, bajo la  apariencia de un stand up comedy, pueda hallarse  un documento tan entrañable y necesario como  el de la lesbiana y humorista australiana Hannah  Gadsby en su show “Nanette”.
     
    No les aconsejo que lo vean: se los imploro. Al  margen incluso de posiciones políticas, se los ruego  por lo infrecuente que resulta ver comedia de  verdad. Pues, aunque Hannah sostenga  paradójicamente–  ya no poder/querer hacer más comedia,  eso es lo que precisamente hace, mucho más allá de  la búsqueda clientelar de una risa predeterminada,  y mucho más acá de la mirada ética de nuestras  taras sociales y nuestra posible vindicación como  especie. Amén.

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