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No hay líderes

jueves, 30 enero 2020 - 12:05
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    Con mucha frecuencia, escucho y leo esta queja en varios espacios. La frustración y  el desgano son la respuesta a todas  las arengas e invocaciones que, desde distintas tribunas, se lanzan para  pedir reacciones de una multitud silenciosa, molesta y decepcionada. Y  no les falta razón. El panorama electoral es incierto, las ofertas esquivas  y las demandas urgentes. La debilidad de las instituciones se agranda ante la medianía de sus dirigentes. Un hedor a corrupción emana de  casi todos los poderes, y no existe la  voluntad política para erradicarla con  hechos y decisiones drásticas. La incapacidad para dialogar ha llegado a  niveles imperdonables, y desnuda el  caciquismo imperante en los partidos, los movimientos y las agrupaciones de todo tipo. Los nombres se  reciclan sin bases, sin programas, sin  propuestas serias. Un galimatías sin  solución inmediata. Los extremos se  tocan y provocan reacciones cada vez  más preocupantes. 
     
    Nos acostumbramos al líder populista, aquel que ofrece en plural y  actúa en singular. Aquel que pregona  que todo lo sabe. Aquel que no acepta ideas en contrario porque tiene clara su meta y la impone. Y el resto le  aplaude. Por eso su fracaso duele tanto. Porque es el fracaso de todos. De  todos aquellos que en su momento  no se atrevieron a contestar y develar sus abusos, de aquellos que miraron para otro lado cuando la institucionalidad era atacada y maltratada,  y fueron mudos cómplices del descalabro. Y claro, ahora hay que buscar  otro líder. En un círculo vicioso auspiciado desde las leyes electorales, la  viveza criolla y el oportunismo. Somos supervivientes del providencialismo económico y político. Y no  conseguimos despertar con una real  visión de futuro.
     
    Si una empresa eligiera a su principal ejecutivo a través del voto universal, esto es de quienes son o no  son sus empleados, sin exigirle propuestas ni resultados tangibles, sin  la mínima experiencia en el manejo  de sus activos y sin información confiable en su balance, el resultado sería sin duda desastroso. Más grave  aún, si se pretendiera elegir a los responsables del deterioro de la empresa para un nuevo período, poniendo  así en riesgo a todos, es muy probable que habría una catástrofe. Pero  aquí eso no nos preocupa. Parece ser  que la destrucción y el fracaso están  en los planes de quienes empujan y  aplauden esas candidaturas.
     
    Para el resto de aspirantes, mi pedido ferviente que dejen sus rencillas  y sus egos en casa. Que apoyen y respalden un frente que hable un idioma  constructivo y veraz. Que busquen  unión antes que fraccionamiento. El  Ecuador es de todos. Tenemos que  entenderlo. Todos somos pueblo. Y  todos anhelamos paz. Hay que sentarse a repensar en el país. En la forma de hacerlo mejor. Más compacto.  Más serio. Único. Y para lograrlo, todos tenemos que ser líderes. En nuestra casa, en nuestro trabajo, en nuestra vida. Defender lo nuestro de la  injerencia malévola de foros externos. Es el mejor país que tendremos  siempre. Cuidémoslo. 

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