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Los sonidos del silencio

jueves, 19 diciembre 2019 - 04:19
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    Una de las metas de un  análisis es que lo planteado no pierda vigencia  a pesar del inevitable  tiempo que transcurre entre la elaboración y la publicación del mismo. Las noticias suceden a diario,  pero los temas se mantienen. Así,  luego de más de tres años de haberse denunciado, la lista de Odebrecht sigue en secreto, a pesar de la  inmortal declaración del Licenciado  aseverando que se conocería a todos los beneficiados durante los largos años de permanencia de dicha  empresa en Ecuador.
     
    Sigue en el aire la duda, el uso y el  abuso que se hizo con dicha lista, y la  innegable complicidad para ocultarla. Y es que a menudo olvidamos que  este y el anterior gobierno tienen la  misma raíz y responsabilidad de lo  que hoy pasa en la República, y que, a pesar de la diferencia de estilos,  las semejanzas ideológicas preocupan. En temas torales, como la ultra  secreta negociación con China, el  sigilo es arma de ambos regímenes.  En cuanto a la cirugía mayor, se han  apresado a algunos practicantes,  pero el cirujano no aparece, así que  el mal sigue enquistado en las entrañas del gobierno y sus dependencias.
     
    La única pista a disposición del  gran público es la revelación incesante de abusos, raterías y complicidades que son descubiertas por  investigaciones independientes o  realidades innegables, como el caso  de las refinerías y los sobreprecios.  Ante estas denuncias, el gobierno  asiente, pide explicaciones, denuncia y vuelve a caer en el silencio. Una  inacción carísima frente a 70 mil  millones de dólares entregados a la  corrupción, que no han sido ni recuperados, ni negados, ni sancionados. Después de casi tres años de gobierno, los logros en esas áreas son  ínfimos y las dudas inmensas. Eso  explica en gran parte el descontento  y la negativa a enfrentar nuevos  impuestos o incrementos en el costo  de la vida. No existe en el gobierno  el menor afán de racionalidad ni  reducción en su gasto, ni un plan a  mediano plazo para lograr un estado  eficiente, con superávit y redistribución efectiva de sus ingresos. El  golpe de timón tiene que ser radical  y rápido, y no lo vemos por ningún  lado. La emisión de deuda para tapar  huecos revela, una vez más, el temor  a tomar decisiones claras y levantar  nuevas polvaredas. Y finalmente, el  silencio ante el manejo de la voluntad popular por parte del CNE es  inaceptable.
     
    El éxito de un estadista se mide  por sus resultados y no por sus buenas intenciones. Ningún país hará  inversiones sustanciales en el Ecuador de hoy, remendado en todos  sus ámbitos por la indecisión de sus  autoridades y la torpeza de sus opositores, hasta que el panorama se  aclare. De la decisión depende ser un  gobierno de transición o un gobierno que haga historia. ¡Clarísimo!  

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