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Gracias, pero no

jueves, 5 marzo 2020 - 03:51
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    Por: Raúl Andrade.
     
    Ante la proliferación de candidaturas vaya mi rotundo no a una más. Quiero decir que no seré candidato. Me repugna ofrecer lo que el pueblo pide a sabiendas que voy a poder cumplirlo en cuatro años. No creo en las arengas multitudinarias para demostrar mis dotes de histrión. No sirvo para guardar secretos si van contra mis conciudadanos. Me siento incapaz de engañar al país sobre mi real capacidad y omnipotencia. Lo primero que haría es reconocer que no estoy preparado para decidir en algunos temas y en muchos frentes. 
     
    Prevalido de ese desconocimiento, no dudaría en pedir amplio consejo. Convertiría el ejercicio del poder en una conversación amplia con los distintos actores para recuperar al País. Pediría a la Asamblea Nacional la aprobación inmediata de una serie de reformas a las leyes para sancionar a los atracadores de los fondos públicos, y cambiar el rumbo del poder.
     
    Me sentaría con la dirigencia indígena para recordarles que el Ecuador es uno solo, y que cualquier intento de dividirlo es una bomba de tiempo. Igual tratamiento tendría en mi gobierno cualquier intento de desmembramiento de la unidad nacional Basta ya de desunión.
     
    En lo económico, pediría una auditoría inmediata de las empresas públicas para determinar su real situación. Y sobre cifras, no por discursos nacionalistas, determinaría su futuro.  El País necesita toda la ayuda que pueda obtener. Abriría la puerta a la inversión extranjera, la real, la del primer mundo, la que no corrompe para recibir dinero, sino que aporta su capital como garantía de cumplimiento y buen servicio. Volvería obligatoria la transparencia en las licitaciones y pediría sanción a su encubrimiento a nivel provincial y nacional.
     
    Impulsaría un gran programa de ahorro del gasto público a través de concesiones, privatizaciones y afines, y utilizaría ese dinero para revitalizar la salud y la educación como base del desarrollo para una población maltratada por la mala calidad de esos servicios. Creo en la empresa privada como factor de crecimiento, bajo un esquema de libre competencia en el que todos salgamos ganando. Aplaudo a un sindicalismo dinámico que se dedique a promover condiciones óptimas de empleo para las nuevas generaciones.
     
    Creo que el esfuerzo es el único mecanismo para progresar, y que debe ser reconocido sin mezquindad ni diferencias de género. Desmantelar tantos años de proteccionismo sería una tarea muy dura, pero más duro es vivir del espejismo estatal y de su probada ineficacia. Pronto o tarde pagamos las consecuencias.
     
    El Ecuador requiere un cambio de inmediato. El seguir tolerando la ineficiencia, la corrupción y el atraso por conveniencias de grupo es la peor ofensa que puede hacérsele al ecuatoriano común. Eso es lo que hay que cambiar. Y eso es lo que haría. Por eso no soy candidato ni creo en quienes no hablan frontalmente de estos temas. No podría prestarme a una farsa para satisfacer vanidades ni aceptaría imposiciones para beneficio de pocos. Eso me hace un pésimo candidato y un temible presidente. ¡Hay que hablar de soluciones! 

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