Patricia Estupiñan

Niñas madres

Desde hace más de un año, M deambula entre  las intersecciones con mayor tráfico en  las cercanías de dos importantes centros  comerciales al norte de Guayaquil. Es inevitable no  fijarse en ella y su hija pequeña, sostenida sobre su  cintura. En un acto de malabarismo, al principio  vendía confites con una mano mientras agarraba  con la otra a la pequeña. Ahora, la niña podría  caminar pero sigue sobre su cintura, por temor  a un accidente de tránsito. La funda de dulces ha  sido reemplazada por una franela opaca con la que  se ofrece a limpiar los parabrisas. Su talle esbelto  refleja el cansancio de los días, el sol ha cuarteado  su piel y la desesperanza ha ensombrecido sus ojos.
 
Uno de cada cuatro nacimientos corresponde a menores  de 20 años, es decir son madres adolescentes  como M. Ecuador es el segundo país en América del  Sur con más alta tasa de embarazo adolescente. Un  problema que condiciona a nuestra nación a seguir  sumida en la pobreza.
 
“El embarazo en la adolescencia tiene un efecto  profundo en la trayectoria de vida de las adolescentes.  Obstaculiza su desarrollo psicosocial, se asocia  con resultados deficientes en materia de salud tanto  para ellas como para sus hijos, repercute negativamente  en sus oportunidades educativas y contribuye  a perpetuar los ciclos intergeneracionales de  pobreza y mala salud”, sostiene un reporte de 2018  de UNICEF. Añade, que el embarazo adolescente es  desproporcionadamente más alto en poblaciones  indígenas y afro, como es el caso de M. Y lo más  preocupante es que la tendencia sigue en aumento  pues cada vez hay más niñas madres que son menores  de 15 años. ¿Se puede revertir este círculo  perverso, para que la niña que descansa en la cadera  de M no repita la historia de su madre?
 
La respuesta es sí, y se lo puede hacer de una manera relativamente rápida. “El embarazo adolescente  disminuye de dos maneras. O las adolescentes  tienen menos relaciones sexuales o quienes están  sexualmente activas están usando anticonceptivos  y los están usando mejor”, sostiene el Instituto  Guttmacher, ONG norteamericana especializada  en salud sexual. En menos de cinco años, por ejemplo,  gracias a la entrega gratuita de anticonceptivos,  el estado de Colorado redujo en 40 por ciento el  embarazo adolescente. Entre las recomendaciones  principales de la Organización Mundial de la Salud  para resolver el problema también está aumentar el  uso de anticonceptivos.
 
En la última década hubo tres cambios profundos  en la política sobre el embarazo adolescente,  primero se promocionó la educación sexual y hubo  acceso gratis a los anticonceptivos. Después los prejuicios  religiosos incidieron para que el propio expresidente  Rafael Correa suspenda los programas y cree  una oficina adjunta a la presidencia para orientar la  sexualidad desde la religión. Las consecuencias son  evidentes. El actual régimen devolvió la competencia  a los organismos que debían tenerla. Sin embargo, es  imperativo que el evitar los embarazos adolescentes  se convierta en una política de Estado. De lo contrario,  si se mantiene el alto índice seguiremos en el  círculo de la pobreza.

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