Desde hace más de un año, M deambula entre las intersecciones con mayor tráfico en las cercanías de dos importantes centros comerciales al norte de Guayaquil. Es inevitable no fijarse en ella y su hija pequeña, sostenida sobre su cintura. En un acto de malabarismo, al principio vendía confites con una mano mientras agarraba con la otra a la pequeña. Ahora, la niña podría caminar pero sigue sobre su cintura, por temor a un accidente de tránsito. La funda de dulces ha sido reemplazada por una franela opaca con la que se ofrece a limpiar los parabrisas. Su talle esbelto refleja el cansancio de los días, el sol ha cuarteado su piel y la desesperanza ha ensombrecido sus ojos.
Uno de cada cuatro nacimientos corresponde a menores de 20 años, es decir son madres adolescentes como M. Ecuador es el segundo país en América del Sur con más alta tasa de embarazo adolescente. Un problema que condiciona a nuestra nación a seguir sumida en la pobreza.
“El embarazo en la adolescencia tiene un efecto profundo en la trayectoria de vida de las adolescentes. Obstaculiza su desarrollo psicosocial, se asocia con resultados deficientes en materia de salud tanto para ellas como para sus hijos, repercute negativamente en sus oportunidades educativas y contribuye a perpetuar los ciclos intergeneracionales de pobreza y mala salud”, sostiene un reporte de 2018 de UNICEF. Añade, que el embarazo adolescente es desproporcionadamente más alto en poblaciones indígenas y afro, como es el caso de M. Y lo más preocupante es que la tendencia sigue en aumento pues cada vez hay más niñas madres que son menores de 15 años. ¿Se puede revertir este círculo perverso, para que la niña que descansa en la cadera de M no repita la historia de su madre?
La respuesta es sí, y se lo puede hacer de una manera relativamente rápida. “El embarazo adolescente disminuye de dos maneras. O las adolescentes tienen menos relaciones sexuales o quienes están sexualmente activas están usando anticonceptivos y los están usando mejor”, sostiene el Instituto Guttmacher, ONG norteamericana especializada en salud sexual. En menos de cinco años, por ejemplo, gracias a la entrega gratuita de anticonceptivos, el estado de Colorado redujo en 40 por ciento el embarazo adolescente. Entre las recomendaciones principales de la Organización Mundial de la Salud para resolver el problema también está aumentar el uso de anticonceptivos.
En la última década hubo tres cambios profundos en la política sobre el embarazo adolescente, primero se promocionó la educación sexual y hubo acceso gratis a los anticonceptivos. Después los prejuicios religiosos incidieron para que el propio expresidente Rafael Correa suspenda los programas y cree una oficina adjunta a la presidencia para orientar la sexualidad desde la religión. Las consecuencias son evidentes. El actual régimen devolvió la competencia a los organismos que debían tenerla. Sin embargo, es imperativo que el evitar los embarazos adolescentes se convierta en una política de Estado. De lo contrario, si se mantiene el alto índice seguiremos en el círculo de la pobreza.