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Integridad

viernes, 17 julio 2015 - 08:49
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    Francisco fue ejemplo de modestia, sencillez, respeto y alegría en el servicio a los demás. Contrastó con la escasez de esas virtudes en la política nacional.

    “La característica fundamental de un líder es su integridad” (Dwight Eisenhower). Durante su visita a Ecuador, el Papa Francisco fue testimonio viviente de integridad. Fiel a los principios que ha practicado toda su vida, exhibió modestia, sencillez, respeto y alegría en el servicio a los demás. Su integridad humana contrastó con la escasez de esas virtudes en la política nacional.

    Modestia no es uno de los atributos del presidente Rafael Correa, escribió Bloomberg News. Con arrogancia, el Presidente convirtió el saludo de bienvenida al Pontífice en una cátedra de su filosofía de gobierno. Fracasó, el Papa le respondió en seis minutos que había consonancia en las ideas y que lo había citado demasiado. Francisco no escoge nunca las palabras al azar. Consonancia no significa coincidencia, a pesar de que el gobierno quiera equipararlas.

    En la homilía ante los educadores en la Universidad Católica, Francisco abogó por las explicaciones sencillas en la enseñanza, porque no se “doctore” a los demás ni se crea que un título universitario convierte a las personas en seres superiores. Un gran contraste con las sabatinas presidenciales, donde se hace énfasis en los saberes superiores del Mandatario y el desprecio intelectual hacia los demás. En un ataque supremo de vanidad, a un premio Nobel el Presidente lo calificó como “limitadito”.

    Para transportarse en Quito y Guayaquil, Francisco escogió un vehículo pequeño y no blindado. A pesar del calor y del frío mantuvo las ventanas abiertas para saludar a la gente. Su sencillez no es pose. Tampoco requirió de una guardia pretoriana para protegerlo. Una gran diferencia con el vehículo todo terreno y las caravanas de seguridad que acompañan a nuestros mandatarios y hasta algunos ministros o con el despliegue de hombres que Rafael Correa exhibió en el pasado 24 de mayo, cuando mayéstico viajó en un jeep descubierto. Entre tantas virtudes, quizá la más asombrosa en Francisco es el respeto. Respeta la vida, las personas, la naturaleza y las creencias de los demás. No excluye a nadie por pensar diferente o por rencor. La presidenta argentina Cristina Fernández no le concedía citas cuando era obispo de Buenos Aires. Ahora, ella ha viajado más veces que ningún otro dignatario a visitarlo y él la ha recibido con cortesía.

    En el gobierno, la cortesía tampoco es un bien apreciado. No hay límites para el abuso cuando de propaganda se trata. Ocurrió con el propio Pontífice. No se respetó el logo de la visita, se sacó de contexto sus frases buscando justificar los fallidos proyectos de la ley de herencias y plusvalías. No obstante, lo más burdo ocurrió en el Palacio, cuando se trastocó la agenda papal, para que Francisco salude a los funcionarios. Las explicaciones posteriores del gobierno no resultan satisfactorias. El gobierno en la visita creó ciudadanos de primera y segunda. De primera quienes están con Alianza PAIS, de segunda todos los demás.

    En tres días, Francisco, con 78 años a cuestas demostró la fortaleza física y mental de un joven. Ni su pulmón disminuido, ni el agotamiento del viaje, ni el abuso del gobierno ni de los fieles que pedían a gritos que salga a bendecirlos en la noche le quitó la sonrisa ni el buen talante. En su homilía final a los religiosos en el Quinche les habló de la gratuidad. Los dones son de Dios y no hay que olvidarse de donde se viene o contraer Alzheimer espiritual, para evitar convertirse en importantes. ¡Cuánto lo vamos a extrañar!

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