Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. He esperado este momento desde que la Miss Grace, hace veinticuatro años, hablaba con misterio de Keops, Kefrén y Micerino. En esos años, y por muchos más, lo sentí tan distante como hoy siento el poner mis pies sobre la luna. Cruzar el “charco” ha sido un sueño que, después de un par de fracasos, creí perdido y, después de un par de reflexiones, convertí en desafío.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Este momento lo soñé junto a dos mujeres que amé - ¿o amo?: dicen que el amor no muere, solo cambia de forma- pero por distintas circunstancias, cada una a su tiempo, se frustró, como se frustraron muchas otras cosas más - ¡qué decepción!
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. En diciembre del año pasado me di la oportunidad de volver a pensar en ese sueño extraviado. En el “visión board”, que pegué en mi baño para ver a diario, incluí la foto de aquellas tres maravillas que posan sobre el desierto. “¡Nada pierdo!”, pensé.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Hace un mes me comunicaron que un viaje de trabajo me traería hasta aquí. Si bien la noticia me ilusionó, preferí enlistar las situaciones que podrían otra vez impedir mi llegada: ¿una gripe?, ¿una fractura?, ¿algún problema de última hora en el aeropuerto? Suelo usar la negatividad como escudo para que caer duela menos.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Egipto, las Pirámides de Giza: Keops, Kefrén, Micerino, las pirámides menores y la Gran Esfinge, hoy están frente a mí. Un camello me acompaña a contemplarlas como quien mira a quien alguna vez vio esfumarse frente a sus ojos y hoy reaparece con una sonrisa; como cuando te encuentras con esa persona que tanto admiras y solo habías visto en fotos; como estar pisando la luna.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Se puede ser feliz en el desierto – incluso en los del alma. Las tres ahí, tan imponentes frente a mis ojos que brillan por el reflejo del sol, pero más por aquello que me inunda que hoy parece ser más grande que él. Toco la arena, toco las piedras que transportaron quienes se creyeron capaces de lo imposible y lo lograron. Pienso en mamá, “recuerda siempre agradecer”: me siento en una piedra a hablar con el que me ha acompañado en tantos otros desiertos. Pienso en mis hijos -algún día estaré aquí con ellos- y pienso también en las dos mujeres con las que planeé estar aquí, pues los fracasos también son cimientos sobre lo que se construye lo nuevo.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Una foto, otra foto, otra más intentando inmortalizar lo que el paso del tiempo pudiera convertir en olvido. Abro los brazos, miro al cielo, siento ganas de sonreír, sonrío, giro trescientos sesenta grados ante cuatro mil quinientos años de historia, aprieto mi puño derecho, y salto: ¡sueño cumplido! El bramido de un camello me regresa a tierra.
Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida. Las cosas suceden en el momento menos pensado, que por algún azar resulta ser el indicado, con las personas adecuadas para cada tiempo y los lugares precisos para cada espacio.
Los sueños que no fueron y nunca serán. Los que no fueron y quién sabe. Los que fueron y ya olvidé. Los que fueron y aún recuerdo. Los que fueron y están sobre el pedestal de lo que más valoro. Los que aún son y me roban el sueño. Los que aún no son, pero vendrán a construirse de los restos de los que no fueron. Los que aparecerán como un rayo. Los que nacerán de una sonrisa. Los que me empujan a volver a soñar, a seguir soñando. Qué poder tienen los sueños para hacerme comprender la vida.