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La corrupción de lo mejor es lo peor

viernes, 18 septiembre 2020 - 02:41
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    POR FERNANDO VEGA
     
    Todo partía de esa tesis romántica y utópica de que  Alianza País estaba constituida por gente sin pecado original, todos con ‘mentes lúcidas, corazones ardientes y manos limpias’.  Desde esa perspectiva, creíamos  que la corrupción era patrimonio  de la derecha, y la izquierda era el  santuario de la ética revolucionaria.
     
    La Constitución de 2008 era  garantista, buscaba evitar que a figuras políticas se les bloqueara la  participación en elecciones. El principio era que todos son inocentes  hasta que en todas las instancias se  pruebe su culpabilidad.
     
    Pero con el tiempo vimos cómo  los partidos políticos, las antiguas  empresas electorales, se convirtieron en emprendimientos políticos; atravesados por la corrupción y el privilegio. Se dice de la iglesia  Corruptio Optimi Pessima, la corrupción de lo mejor es lo peor. El  correísmo se presentó con tales características de transparencia, que  su mancha fue la peor, se creó una  institucionalidad revolucionaria  esencialmente corrupta; se sentaron las bases de un aprovechamiento corrupto del Estado. Cuando la  sal pierde su sabor, ya no sirve para nada, salvo para pisarla.
     
    Nos volvimos formalistas, queremos ser respetuosos de la Ley  para que ocurran tropelías. Puedo ser cumplidor de la Ley pero  puedo irme al infierno. San  Pablo dijo “La Letra mata  pero el Espíritu da la vida”. Lo digo en otras palabras. Hay un caso de pedofilia y no han hallado la forma de sentenciar al responsable. Argumentando que no hay condena,  ese señor podría ser canonizado. El  pronunciamiento de la justicia evita que Rafael Correa vuelva a ser  candidato, pero tenemos un Abdalá Bucaram y otros personajes con  aspiraciones electorales.
     
    La corrupción de grandes contratistas, que pagaron por igual a  gobiernos de derecha y de izquierda, queda confirmada en la región  con el caso Odebrecht. La sentencia en el caso Sobornos muestra  cómo funcionó ese mecanismo de  pagos, favores y contratos con el  Estado. Por eso, el cinismo de Correa, de presentarse como víctima  de persecución porque supuestamente es revolucionario, no es más  que una patraña. 

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