<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Pandemia de soberbia

martes, 12 mayo 2020 - 09:47
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Por Darío Fernando Patiño
     
    ¿Por qué abordamos con tanta  soberbia el tema de la pandemia? ¿Por qué decimos: cuando esto pase, haremos X o Y cosa (incluso ir de fiesta)?.
     
    ¿Qué significa “cuando esto pase”?  ¿Que se mueran otros y yo no? ¿Que  miles de personas pierdan su empleo o  se quiebren menos yo? La asumimos así  porque siempre hemos estado dentro de  una pirámide y sabemos que alguien hará algo por nosotros, aunque en lo cotidiano digamos: no le debo nada a nadie,  no necesito de nadie.
     
    Un juego de mesa, seguramente muy  usado en estos días de aislamiento, es el  “Jenga”: una torre que se arma con pequeñas piezas de madera que luego se retiran, una por una, evitando que la torre  se desplome. Ese juego es una demostración clara de lo que es una sociedad que  nos negamos a ver y que ahora se está  mostrando con claridad. Creemos que  nuestra torre se sostendrá en esta crisis  porque alguien de la base la está sosteniendo, como siempre ha ocurrido.
     
    Porque tenemos electricidad y con la  electricidad funciona todo, incluyendo  el Internet, sin el que antes vivíamos y  sin el que ahora no podríamos vivir. Por  el Internet, las redes y las plataformas,  que de todas maneras administran seres  humanos, no habría ni telestudio, ni teletrabajo, ni farras virtuales.  Porque tenemos alimentos y agua  que producen y transportan seres humanos que no hacen teletrabajo, sino  que salen al campo, a las carreteras, a  los mercados y a las casas de los que  sí pueden estar confinados.
     
    Porque hay personas a las que  nunca les vemos sus rostros que recogen las toneladas de basura, -quizás contaminada de Covid y de muchas cosas más-, que dejamos en las  puertas de las casas.
     
    Porque hay médicos, enfermeras  y auxiliares, mal pagados, mal protegidos y mal dormidos, intentando  salvar vidas y salvarse ellos, y rogando para que al llegar a su casa no les  impidan el ingreso por representar  un riesgo para la comunidad.
     
    Porque hay miles de científicos,  que pese al ostentoso nombre de su  profesión no suelen ser muy bien remunerados (al menos en Colombia),  trabajando día y noche para encontrar  una vacuna y un antiviral que estarán  disponibles, tarde o temprano, para  que “todo pase” y se mueran y se arruinen otros, y todo “vuelva a ser igual”.
     
    Porque así como hay esperanza  en la ciencia, muchos tienen fe en  un ser superior (respeto a unos y a  otros), aunque el máximo jefe del catolicismo haya tenido que celebrar la  Semana Santa con el fiel más cercano  a kilómetros de distancia.
     
    ¿Y si falta una de estas piezas o si  se saca bruscamente como en el “Jenga”? ¿Si por un día no hay quién encienda la electricidad siquiera de un país? ¿Si se cae el Internet en el mundo durante algunas horas? ¿Si los recolectores de basura enfermos dejan  de pasar por las calles a llevarse los  desperdicios? ¿Si se nos mueren los  médicos y las enfermeras?.
     
    ¿Si los hombres y mujeres de la  ciencia se tardan demasiado en hallar la fórmula mágica?
     
    ¿Si el Papa -que por su edad es  población de alto riesgo- deja esta  tierra, quién podrá reemplazarlo y  quién orará por los católicos desde  el solitario Vaticano? (Casi todos los  que lo eligen son cardenales septuagenarios que están aislados, que no  podrían viajar en aviones, ni reunirse en un peligroso cónclave, en uno  de los países con mayor número de  muertes. Hablo de Italia.)
     
    Alguien dirá: no exagere que nada  de eso va a pasar. Pues miren, crecimos  creyendo por el cine que lo que pondría  a la humanidad contra la pared serían  godzillas, simios o marcianos. Y ahora  lo que nos tiene así es un bicho microscópico. Es el tiempo del todo puede pasar, sin caer en el pesimismo extremo  ni en el negacionismo total.
     
    Son muchas las preguntas y desde luego para ninguna tengo respuesta, más allá de lo que pueda construir  con mi imaginación.
     
    Lo que puedo decir es que ahora  más que nunca, pase lo que pase, y  así “todo pase” y usted siga aquí, será  gracias a que otros, muchos otros que  ni conoce, que no sabe que existen o,  peor aún, que ni siquiera saluda o que  desprecia, lo hicieron posible. 

    Más leídas
     
    Lo más reciente