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Una segunda depuración para el CNE

jueves, 5 diciembre 2019 - 10:51
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    Para que las elecciones de  2021 sean confiables caben  tres ingredientes fundamentales. Impulsar un marco legal renovado que garantice pluralidad y equilibrio en el reparto del  poder; que el Consejo Nacional Electoral se depure técnica y políticamente; y que los partidos y movimientos  adopten códigos éticos en la selección  de cuadros, financiación de campañas  y articulación de sus discursos.
     
    Lo más probable es que pocas de  estas aspiraciones se cumplan. La  transición por la que apostó Ecuador  hace aguas en varios flancos, entre  ellos lo electoral.
     
    Dejando de lado el tercer argumento (la utópica sensibilización  partidista), lo urgente es advertir  la indiferencia nacional ante las reformas al Código de la Democracia,  que se supone son indispensables.  De lo que se compiló en el informe  para segundo debate queda claro  que el correísmo, el PSC y una facción de CREO no pusieron interés  por eliminar la distritalización de las  provincias grandes impidiendo que las minorías se adjudiquen, al menos, unos seis escaños en Guayas,  Pichincha y Manabí.
     
    Puede ser una señal positiva que  los ciudadanos, en adelante, voten  en listas cerradas, por una sola organización política, para reducir la  dispersión ideológica de un sistema  electoral tan manipulado que escoge  a sus autoridades con un método  de asignación de escaños declarado  inconstitucional en 2004 y que solo  un milagro podría proscribirlo.
     
    Las reformas tendientes a controlar los aportes de campaña (bancarización y transparencia de las  donaciones, el fortalecimiento de  la justicia para delitos electorales y  la vigilancia a la contabilidad de los  partidos) para evitar que en ella se  implante la semilla de la corrupción  y el autoritarismo, también generan  expectativa.
     
    Sin embargo, poco puede lograrse desde la ley si quienes se encargan  de aplicarla reciben tantas críticas,  como Diana Atamaint, presidenta del CNE. La posibilidad de que  su gestión sea evaluada a luz de un  juicio político evidencia el fracaso  de la depuración del poder electoral  que nació desde el Consejo de Participación Transitorio, creyendo que  con la mera descorreización de este  organismo la tarea se había cumplido. ¿Qué diría Julio César Trujillo  al ver que una de las figuras de su  último anillo de aliados políticos  es criticada por tantas acciones y  omisiones? Serios errores en el último escrutinio en Los Ríos; poca  habilidad y apertura democrática  para llegar a acuerdos con los vocales  de minoría para detener una pugna  que le ha hecho tanto daño. Y qué  decir de cómo colgó nuevamente la  consigna de los Yasunidos o del poco  interés que puso en desenmascarar  el escándalo de Arroz Verde, desde  las áreas de fiscalización que ella maneja.
     
    Atamaint ha sido señalada por  tomar decisiones que favorecen al  PSC y al correísmo, de manera indistinta. También tendrá que explicar  por qué el escándalo de tráfico de  influencias, parte de la red del cura  Tuárez, llegó al CNE y cuya decisión  de expulsar al funcionario Luis Loyo  se produjo luego de su detención y  no semanas antes como le habían  advertido. Se debilita la imagen de la  primera presidenta indígena a cargo  de esta función. ¿Su juicio político  dará inicio a la segunda depuración  que requiere el CNE antes  de 2021?
     

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