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Quito, lotería y hecatombe

viernes, 20 enero 2023 - 22:04
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    Difícilmente, las elecciones de este 5 de febrero tendrán en Quito un efecto reparador. La opacidad y los errores sistemáticos de quienes la han gobernado, así como la inoperancia y la corrupción de la administración de la justicia ordinaria y electoral, harán que la Capital de la República corra el riesgo de hundirse en un precipicio peligroso.

    La candidata Jéssica Jaramillo insiste en que si el alcalde destituido Jorge Yunda gana estas elecciones no podría posesionarse porque, tarde o temprano, el Tribunal Contencioso Electoral (TCE) tendrá que ejecutar la sentencia de segunda instancia que le retira sus derechos políticos por cómo la defensa de Yunda manejó el proceso de destitución. Es decir, tendrá que despachar los recursos de aclaración y ampliación aún abiertos.

    El TCE se ha convertido en la expresión más clara del manoseo político y la vergüenza institucional, cuando sus jueces se dejaron manipular tanto por los intereses de Yunda, como por los de la actual administración de Santiago Guarderas, al momento de neutralizar su retorno al sillón municipal.

    Y esa orgía de demandas, fallos y apelaciones es la que configura un escenario bastante probable: si Yunda gana en el voto popular -las encuestas así lo señalan-, las instituciones tendrían que impedirle ejercer su cargo cuando se ponga en firme la pérdida de sus derechos políticos.

    Esto le preocupa al Consejo Nacional Electoral, pues la normativa vigente no tiene respuestas para un caso de esta envergadura. Un candidato que ya figura en la papeleta está en su derecho de recibir todos los votos posibles y si triunfa en la elección, merece recibir las credenciales del CNE. Pero si el TCE cierra el proceso, ¿a Yunda le podrán entregar ese reconocimiento?

    Tampoco está clara la interpretación jurídica alrededor de que el CNE se vea obligado a reconocer como alcalde a quien quedó segundo en la contienda. Y lo que puede resultar más caótico: que el próximo Concejo Metropolitano termine por escoger de su seno al reemplazo.

    De esta manera, los concejales afines al yundismo, a los correístas y al Gobierno se volverían dirimentes. Ahí están los trinos del expresidente Rafael Correa quien ahora califica a su expartidario como “un pésimo alcalde”.

    Pachakutik, la corriente política que apadrina las movilizaciones de la Conaie que sitiaron Quito de la forma más agresiva en 2019 y 2022, seguro volverá a las calles para defender a su candidato. El siempre gelatinoso Salvador Quishpe ya exigió al TCE que le permita participar.

    Y por fuera de Jaramillo, el resto de candidatos, guiados por el marketing, no toma posturas, para no victimizar a Yunda, el médico, músico y carismático radiodifusor que hace campaña con un grillete en el tobillo, pues la justicia, lerda como siempre, procesa a su entorno por presunta corrupción.

    Hoy queda muy poco por hacer, pues a quienes se definieron como la antítesis de esa administración nunca les importó este escenario, optando por el fraccionamiento de las candidaturas y exponiendo a los quiteños a participar en una lotería que, dependiendo del número ganador, puede derivar en una hecatombe. Quito merece un destino mejor, sin duda alguna.

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