El presidente Lenín Moreno se halla inmerso en pleno síndrome de mitad de período, con un entorno de pensamientos cruzados de brillantes aliados y asesores que más piensan en cómo ellos encontrarán la mesa servida o se jubilarán de por vida hasta con los nietos… La decisión es difícil y decisiva, por un lado le dirán que en su despedida debe tomar medidas de estadista que irónicamente no las tomarían por impopulares quienes las recomiendan o como si actuar como estadista fuese sinónimo de impopularidad. Por otro lado el coro de comisionistas que le susurran al oído que se inmortalice con obras públicas. Entre tanto el tiempo corre mientras él les aplica el pendejómetro para no resolver nada.
Lo medular en el síndrome de mitad de período es si el presidente tiene que ir a la reelección, como rutinariamente lo hacen todos los presidentes de EEUU, o si se retirará sin reelección, como está previsto por Lenín Moreno. Ahí está la clave para decidir cómo se despedirá, por las patas de los caballos o con reconocimiento popular de una histórica labor cumplida.
Al respecto también hay casos y casos, por ejemplo, Gustavo Noboa con el mérito trascendental de aplicar la dolarización, para alivio de las clases populares, cuando el golpe de estado que lo llevó al poder era contra la dolarización. En esa línea a Lenín Moreno la historia le brinda una oportunidad singular si se sanciona a los corruptos y se recupera lo robado, cuando fue candidatizado para protegerlos, en lugar de ahogarse en el placer solitario de la denunciología porque si hay perdón y olvido sería como suicidarse aplastado por sus propias denuncias. Si me olvidé no ocurrió como dice la canción. Aunque los sabios de las encuestas amarradas, para disimular su silencio cómplice y encubridor, vociferen que al pueblo no le importa la corrupción sinó el empleo. Esto para los tragabolas resulta así, obviamente porque si se lo preguntan de esa manera solo un idiota va a contestar que su empleo está en segundo lugar.
En consecuencia, Lenín Moreno en su encrucijada de mitad de período sin reeleción, está abocado a una acción espectacular contra los corruptos como tabla de salvación a su popularidad decreciente y en vías de extinción, a pesar de todo lo que ha hecho contra la dictadura ladrona que lo precedió y que no hubiera logrado un líder de oposición maniatado por los candados de Alí Babá. Una acción como la que concretó Rafael Correa cuando incautó los bienes del banquero Isaías y levantó su popularidad que caía en picada antes de las elecciones 2009. Lenín Moreno vivió ese momento de gloria electoral y por eso causa risa pensar que ahora le sugieran una consulta popular sobre el vacío que lo conducirá a la derrota como a Sixto lo postró la segunda consulta popular luego de una primera exitosa.
Acción ejecutiva contra tanto pillo prófugo y sin sentencia es lo único que lo levantará hacia una despedida honrosa e histórica.