Opinión

Cinismo

Las justificaciones para cubrir faltas u omisiones, provengan de la derecha, de la izquierda, del socialismo o del capitalismo, simplemente son cínicas y están mal.

Para Oscar Wilde: “Un cínico es aquel que conoce el precio de todo, pero el valor de nada”. Al no aceptar la responsabilidad por sus actos u omisiones varios políticos latinoamericanos no conocen el valor de nada pero sí el precio de todo. Hay cinismo en la afirmación de la presidenta brasileña Dilma Rousseff al considerar que su salida fue un golpe y no hacer un mea culpa de sus errores. Un sistema judicial independiente concluyó que desde el gobierno de Lula da Silva, donde Rousseff fue jefa de la Casa Presidencial, se desviaron más de tres mil millones de dólares de la estatal Petrobras para pagar “propinas” a políticos y financiar sus campañas presidenciales utilizando a las principales empresas constructoras a cambio de contratos. La justicia ha sentenciado a congresistas, altos exfuncionarios y a empresarios como Marcelo Odebrecht, dueño de la mayor constructora de Brasil, quien fue condenado a 19 años de cárcel. En señal de arrepentimiento, otra constructora, Andrade Gutiérrez, cuyo presidente también está sentenciado, acaba de pedir disculpas y devolver al Estado 280 millones de dólares.

A pesar de las evidencias, la Cancillería ecuatoriana se ha unido a la tesis del golpe para apoyar a la mandataria amiga, olvidándose de la “soberanía y la no intervención” en asuntos internos de otros países. El precio de la amistad estuvo sobre el valor de los principios tan apasionadamente defendidos por la Revolución Ciudadana.

Hay cinismo también en el presidente venezolano, Nicolás Maduro, al no aceptar que la quiebra del país es el resultado de la corrupción y el mal manejo fiscal. Maduro justifica que Venezuela se ha convertido en un estado fallido por causa de una “conspiración internacional”. Su excusa no satisface ni siquiera a los socialistas: “Está loco como una cabra y tiene que resolver sus problemas”, le ha dicho Pepe Mujica. La nación dueña de una de las mayores reservas petroleras tiene la peor economía del planeta, con una inflación que se estima en 700 por ciento para este año. Su sociedad padece racionamientos eléctricos, escasez de alimentos, de medicinas y una violencia generalizada. Es tan grave la crisis que los hoteles piden a sus futuros huéspedes que lleven papel higiénico y útiles de aseo. A diferencia de Brasil, en Venezuela el poder judicial depende del presidente Nicolás Maduro, lo que ha impedido la revocatoria de su mandato gestionada desde la Asamblea Legislativa.

No obstante, cuando el secretario general de la OEA, Luis Almagro, acusa al gobierno de Maduro de traicionar la democracia pues: “Negar la consulta al pueblo, negarle la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más, como los tantos que ha tenido el continente”, la Cancillería ecuatoriana sale en su defensa, paradójicamente argumentando que debe haber respeto e “imparcialidad” por parte de Almagro. Al mejor estilo de la izquierda mexicana: “Para mis amigos todo, para los demás la ley”. Otra vez, se impone el precio de la amistad.

Indudablemente, no aceptar responsabilidad por acciones u omisiones como dijo Oscar Wilde es conocer el precio de todo pero no conocer el valor de nada. Habrá algunos ingenuos que argumenten que esta visión es sesgada ya que “el valor depende de los ojos con que se mira”. Y esto sería patéticamente absurdo. Las justificaciones para cubrir faltas u omisiones provengan de la derecha, de la izquierda, del socialismo o del capitalismo, simplemente son cínicas y están mal.

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