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Quién es realmente el arquero de Barcelona, Javier Burrai

lunes, 8 febrero 2021 - 07:22
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El arquero de Barcelona siempre recordará el 2020 por el título 16 del “ídolo”  pero más que todo por la pérdida de su padre cuya presencia sintió al momento de tapar los penales decisivos.
 
Javier Burrai siempre fue un tipo amigable y muy familiar. Nació un 9 de octubre en San Nicolás -provincia de Buenos Aires- la misma ciudad de donde proviene el actor Ricardo Darín. Todos los recuerdos de Javier lo atan al fútbol. Jugaba pelota en la casa, en la escuela y en las calles con una latita de cola. Su padre Óscar lo veía divertirse y para él no cabía la menor duda que el flaco iba a terminar jugándose la vida en alguna cancha. En cuanto a su madre Adriana se tomaba el tiempo de inculcarle la necesidad de instruirse día a día “y antes que todo de respetar el otro y ser buena persona”.
 
Como todo empezó
 
Javier inició como delantero pero no le iba muy bien en esa posición. Un día desde la banca de suplentes veía como su equipo iba perdiendo en la primera parte del cotejo. En el entretiempo el arquero titular dijo al entrenador que no quería tapar más. Javier alzó la mano y dijo: “Yo voy”. Tenía 5 años de edad. 
 
Así como lo leen, Javier Burrai empezó a jugar fútbol a los 5 años y se fue enamorando del arco. “Poco a poco me gustó el puesto, sentirme y vestirme distinto. Son 26 años ya y no me arrepiento de nada”, cuenta el hermano menor de Ivana y Verónica. “En mi familia soy el único futbolista y todos me respaldaron desde el principio. Me fui de mi pueblo a los 16 años soñando con jugar en primera y recién lo logré a los 26 años después de militar en Arsenal de Sarandí, Guillermo Brown de Puerto Madryn, Sarmiento de Junín y Gimnasia de Jujuy. Nunca me olvido de lo que me costó, de las derrotas y de la mano de mi padre sobre mi hombro. Si pudiera ser tan solo la mitad de lo que fue mi viejo como esposo, padre y compañero, me sintiera muy feliz…”, expresa el arquero que estudió electromecánica y empezó una carrera de periodismo deportivo en Buenos Aires.
 
“Fue mi viejo”
 
El futbol tiene momentos de eternidad y no es necesario ser barcelonista para recordar con emoción la segunda final del “ídolo” ante Liga de Quito. En la tanda de penales Javier Burrai tapó dos disparos y cuando alzó los brazos en señal de victoria empezó a llorar, abrazó el capitán Matías Oyola y dijo con la voz entrecortada: “Te juro que fue mi viejo, tapó mi viejo”. 
 
Cuando estaba debajo de los tres palos norte del arco de Casa Blanca Javier sintió una fuerza especial y percibía su padre junto a él: “Perdí la persona más importante de mi vida hace dos meses y sin duda él atajó conmigo los penales. Desde chiquito me acompañó detrás de los arcos y hoy estuvo conmigo”, repitió una y otra vez a los periodistas alrededor de la cancha capitalina. Tan presente estuvo su padre en la final que los guantes de Javi llevaba el nombre bordado de Oscar.
 
Para Javier el 2020 fue el año de todos los miedos. En enero firmó con Barcelona y el 27 de febrero, en el partido ante Cerro Porteño, por Copa Libertadores, sufrió un choque que le provocó un trauma facial. El argentino de 30 años fue operado en Guayaquil después de su accidente en Paraguay y estuvo un mes fuera de las canchas. Una vez reiniciado el torneo, en agosto, Javier empezó a demostrar su jerarquía hasta que le llegue la peor noticia de su vida: la muerte de su padre Óscar por un problema cardiaco el 19 de octubre. Su desplazamiento fue de urgencia, abandonó –con un permiso especial- la concentración de Barcelona, que se alistaba para su partido ante Independiente del Valle, por el último partido del Grupo A de la Copa Libertadores.
 
El peor día
 
Ese día el futbolista nacido en San Nicolás de los Arroyos, viajó con la mente en blanco a su país y cumplió el deseo de su padre: esparcir sus cenizas en Peyrano, el pueblito de Óscar ubicado a 60 km de Rosario, el mayor centro metropolitano de la provincia de Santa Fe. De repente Óscar estaba presente y todos preguntaban por él. “Mi viejo trabajó toda la vida en una empresa siderúrgica en San Nicolás. Nació en un pueblito agrícola que no supera los 3000 habitantes, su muerte fue muy comentada y tenía que honrar su recuerdo”, acota el golero.
 
En octubre del 2020 falleció Óscar Burrai en Argentina por complicaciones cardíacas.

 
Seis días después Javier volvió a Ecuador y de Guayaquil se fue enseguida a Manta para enfrentarse a Liga de Portoviejo, en el estadio Reales Tamarindos. Sin haber entrenado ese 25 de octubre el gaucho fue una muralla y le permitió a su equipo conseguir un triunfo 2 a 0. En ese partido también sintió la ayuda espiritual de su padre. “Había pelotas que debieron entrar, una incluso me pegó en la cara. En los últimos cinco minutos de ese partido era imposible aguantar las lágrimas”, dijo, días después de enfrentar a la ‘Capira’. 
 
A pesar de la ausencia de su padre Javier se recompuso y en la última parte del torneo fue fundamental para ganar la etapa y consagrarse como héroe en el estadio Rodrigo Paz Delgado. 
 
Mujeres de su vida
 
Javier está viviendo los últimos días de sus vacaciones en Argentina con su pareja Florencia y su hija perruna Felicitas. “A Flor la conocí en una quinceañera de una amiga de ella y empezamos a salir tres años después. Yo tenía 18, ella 17. Flor es licenciada en administración de empresas y toda la vida la ha apasionado la danza flamenco. De hecho cuando empezó la pandemia se encontraba en España para perfeccionar su estilo. 
 
 
“Con ella decidimos dar el salto a Ecuador hace tres años, aceptando la oferta de Macará antes de incorporar Barcelona el año pasado”, acota. Los enamorados argentinos se sienten a gusto en Guayaquil. “En el equipo soy amigo de Matías Oyola, Emanuel Martínez y Gabriel Marques. Nuestras mujeres se llevan bien”, detalla el flaco amante del tenis, de la lectura y de una buena serie.
 
¿Cómo se proyecta en el 2021?  Quizás la respuesta está entre “En búsqueda de la felicidad”, su película preferida –que evidencia el sacrificio de un padre por su hijo- y “Buenos tiempos”, la canción de los piojos que siempre la ha acompañado: “Que la esperanza no quede empañada por un triste nubarrón. Abandonar es más fácil que nada. Yo sé que otra vez habrá sol. Y que cambien las luces de aquí”.
 
 

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