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SpaceX, fuera de este mundo

miércoles, 10 agosto 2016 - 10:57
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Una marca y su creador, SpaceX y Elon Musk, están acelerando la llegada del futuro, reencarnando el espíritu pionero del emprendimiento y llevándolo a los más altos niveles, específicamente a Marte.

En su libro “De Cero a Uno”, Peter Thiel sostiene que el espíritu pionero de la innovación transformadora y diferenciadora entre el pasado y el futuro escasea en nuestros tiempos. Que el mundo alrededor de nuestras laptops y celulares inteligentes es extrañamente viejo. Estamos en la era de las apps, ya nadie quiere inventar la computadora personal. Menos descubrir un nuevo mundo. El espíritu pionero del emprendimiento se ha debilitado. Para muchos, pareciera ser precisamente esto lo que está frenando la economía norteamericana y, por efecto, la del mundo.


Elon Musk es el fundador, CEO y CTO
de SpaceX. Nacido en Sudáfrica en 1971.

En este contexto se eleva, literalmente, una marca que está remeciendo las conciencias: SpaceX. Su misión auto asignada: establecer una colonia en Marte con despegue programado para el año 2024. Por lo pronto para 2018 aterrizaría la cápsula Red Dragon en una misión no tripulada con equipo necesario para la sobrevivencia de futuros colonos y que volverá con muestras para analizar las características del entorno para un asentamiento humano.

Esta aventura comparable sólo a la búsqueda, conquista y colonización de América, tiene su mentalizador, creador y director general o CEO, Elon Musk. SpaceX es la piel de metal de un proyectil humano lanzado hacia el infinito en la conquista de las ciencias, el conocimiento y los negocios. Una mente brillante que está dando nueva forma a la humanidad planteándole desafíos fuera de la zona de confort de los modelos tradicionales de emprendimientos del siglo XXI.

Antes de SpaceX, la industria espacial parecía atascada en los sesenta. Hoy un nuevo estado mental le ha inyectado competitividad atrayendo capital y neuronas.

Para empezar, Musk visualizó que para establecer una colonia en Marte había que revolucionar la tecnología de propulsión existente. Con el fin de reducir costos en los cohetes de lanzamiento, negoció con Rusia la adquisición de Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM por sus siglas en Inglés) en desuso desde el fin de la Guerra Fría. En el proceso y después de algunos cálculos, concluyó que fabricarlos por sí mismo podría resultar mucho más barato que lo que los rusos exigían por sus grises y amenazantes cilindros cubieros de telarañas de los miedos de los sesenta.

El 28 de septiembre de 2008 Falcon1 fue el primer vehículo privado propulsado por combustible líquido (Mezcla de querosene con Oxígeno Líquido) en alcanzar la órbita terrestre. El 23 de diciembre de ese mismo año, la NASA respaldó a la compañía adjudicándole un contrato como transporte de abastecimiento de la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés). SpaceX recibió mil seiscientos millones de dólares por 12 viajes a la Estación Internacional. En el desarrollo de sus propios cohetes bajo su propia tecnología, logró activar un nuevo plan de negocio sustentado otra vez en una innovación o ventaja comparativa: la reutilización de los cohetes de propulsión de la primera fase de lanzamiento de cargas al espacio, reduciendo significativamente los costos de cada despegue y, por lo tanto, las tarifas de transporte. La noche del 21 de diciembre de 2015 SpaceX trajo de vuelta por primera vez en la historia un cohete de propulsión utilizado en un lanzamiento orbital. Un mes antes, Blue Orbit, la compañía liderada por Jeff Bezos, fundador de Amazon, había realizado algo parecido pero con un cohete suborbital. La hazaña de SpaceX y su fundador, Elon Musk, era entonces y es ahora en retrospectiva, única y promisora.

Si comparáramos SpaceX con una marca de computadoras, sería Apple, tan estrechamente relacionada a su fundador y a su visión estética de la tecnología. Antes de SpaceX la industria espacial parecía atascada en los sesenta. La agencia europea, Japón, los rusos y los chinos lideraban el transporte de carga hacia la órbita geoestacionaria. Vino el boom del lanzamiento de satélites para todo tipo de medios de comunicación y gobiernos del mundo. La NASA había terminado su programa Shuttle.La atmósfera tenía olor a naftalina, con controles y monitores parecidos a los de la primera temporada de “Viaje al Fondo del Mar”. SpaceX trajo aires frescos, nuevos materiales, diseños elegantes, tecnologías revolucionarias, titánicos desafíos.

Un nuevo estado mental que ha inyectado competitividad en una industria altamente sofisticada que parecía dormida, atrayendo capital y neuronas que están empujando los límites de la humanidad. Al Falcon 9 se ha sumado el Falcon Heavy, que tiene proyectado su despegue inaugural a finales de este año con una capacidad de propulsión igual a dieciocho 747, “desarrollado desde su inicio para transportar humanos al espacio y restablecer la posibilidad de misiones tripuladas a la Luna o Marte” sostiene la página oficial de SpaceX.

Al mismo tiempo, la cápsula Dragon propulsada a órbita por los cohetes Falcon, ya hizo historia por sí misma en 2012 al ser la primera nave espacial comercial en realizar una entrega de carga en la Estación Espacial Internacional y volver a la tierra sana y salva, completando varias misiones desde entonces. Su primera misión tripulada será dentro de 2 a 3 años. Musk quiere darle opciones a nuestra especie. Según su razonamiento, la humanidad tiene bastantes posibilidades de desaparecer, ya sea por su propia mano o por un fenómeno externo, como la colisión de un asteroide. Por eso SpaceX ya despegó en su mente visionaria que quiere salvar a la humanidad del apocalipsis, quizás convirtiendo a Marte en el paraíso.

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