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Un siglo de verdades

lunes, 27 septiembre 2021 - 21:45
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“El diario que ustedes conocen ahora tiene el peso de la filosofía, la entrega, la visión de país de cuatro generaciones que han dirigido el periódico y al mismo tiempo tenemos a cuestas todos los esfuerzos, las ilusiones y los contratiempos. Porque este es un trabajo que tiene dificultades que son públicas, porque todos saben de qué se trata”, dijo la doctora Nila Velázquez, editora general de El Universo.

La historia empezó hace 100 años de la mano de un agricultor, lector empedernido y empresario orense que a inicios de siglo ya hacía periodismo en su natal Machala y por tanto ya incomodaba al poder.

Ismael Pérez Pazmiño era liberal, incluso había participado en algunos de los enfrentamientos armados de la revolución alfarista. Cierto día por sus artículos fue detenido y obligado a alejarse de su provincia. Querían confinarlo en Esmeraldas, pero por alguna razón se quedó en Guayaquil donde, al poco tiempo, continuó expresando sus pensamientos en el periódico El Universal.

La historia la relata su nieto, el abogado Hernán Pérez Loose: “Resulta que una buena noche, el propietario de El Universal les da un aviso abruptamente de que el diario no podía mantenerse económicamente, que los acreedores no le permitían seguir y que lamentablemente va a tener que cerrar.

Don Ismael, mi abuelo, queda impresionado porque le parecía mentira que ese diario, El Universal, iba a cerrarse dentro de pocos días. Regresa a la casa a conversar con mi abuela, dialoga con los hijos mayores y con unos amigos y le hace una propuesta económica al antiguo propietario. Así le compra las pequeñas maquinarias. El pacto se cierra creo que el 14 de septiembre o el 15. Y sin embargo, sucede una anécdota: El vendedor le dice ya faltando pocas horas para cerrar el negocio, que el precio que habían acordado no incluye el nombre. Que por el nombre El Universal tenía que negociar aparte. Entonces el abuelo dice no se preocupe, ‘yo me voy a encargar del nombre. No le voy a comprar la marca, vaya nomás’. Y entonces le cambió a El Universo”.

PRUEBAS SUPERADAS

“No decimos lo que va a ser nuestra vida futura, porque eso ha de decirlo el interés nacional. Porque nuestro camino lo marca el patriotismo, porque la ruta a seguir ha de ser trazada por el bienestar o las necesidades nacionales”, se leía en la portada de la edición número uno del 16 de septiembre de 1921.

Pocos habrían imaginado entonces que ese emprendimiento iba a sobrepasar un siglo. “Al cabo de una centuria de ejercicios periodísticos, afrontamos los retos que se imponen para los medios de comunicación, para la expresión del pensamiento libre y para la supervivencia de la democracia”, se leyó en la edición número 36.513 del 16 de septiembre de 2021.

$!EL UNIVERSO ha circulado 36.513 veces desde el 16 de septiembre de 1921. En 10 décadas solo 12 días no ha salido a la calle; siempre tras persecuciones políticas.

Si somos algo acuciosos descubriremos que el diario ha dejado de circular solo 12 días, en 10 décadas. Y las razones siempre fueron políticas por enfrentamientos con el poder de turno y producto de la noble tarea de informar.

Al año de edad, el rotativo ya criticó fuertemente la brutal represión con la que el régimen de José Luis Tamayo combatió una huelga general de trabajadores en Guayaquil.

Fue la masacre de noviembre de 1922, que pasó a la historia en la novela “Las cruces sobre el agua” escrita por uno de los colaboradores del diario, Joaquín Gallegos Lara. Las dictaduras ecuatorianas, civiles y militares, más de una vez intentaron silenciar a la incómoda prensa.

El Universo lo vivió en carne propia desde 1937 cuando el régimen de Federico Páez se sintió ofendido por una caricatura. Ismael y Sucre Pérez Castro, hijos del fundador, fueron detenidos y el matutino fue clausurado. Los obligaron a un depósito en garantía de 100 mil sucres y a publicar un “artículo de desagravio” redactado por Páez.

Tras la caída de Carlos Arroyo del Río en la rebelión del 28 de mayo de 1944, los columnistas de El Universo, Alejandro Carrión, Leopoldo Benites y Joaquín Gallegos Lara fueron reconocidos como “Los padres espirituales de la revolución”.

Y cuando las botas militares regresaron a Carondelet a mediados de los años 60, la libertad de prensa estuvo nuevamente en peligro. En 1964 un periodista de El Universo fue apresado y dos años después la Junta Militar obligó al diario a un cierre que, afortunadamente, solo duró unas horas.

Las mismas paredes del periódico han sido testigos y víctimas de su lucha por la verdad. Cerca de la medianoche, en septiembre de 1978, una bomba explotó al pie del edificio matriz hiriendo a ocho personas y destruyendo parte de las instalaciones.

Para entonces la ansiada democracia se alejaba. El triunvirato militar se resistía a reconocer el triunfo en primera vuelta de Jaime Roldós. Tres meses después un candidato a la Presidencia era asesinado en Guayaquil.

NO A LAS MENTIRAS

El más reciente trago amargo lo vivieron con Rafael Correa tras la publicación de una columna de opinión firmada por Emilio Palacio y titulada “No a las mentiras”.

Un ofendido mandatario enjuició al diario pidiendo 80 millones de dólares y prisión para el escritor más para los directivos del matutino. Ni las dictaduras militares habían llegado a tanto.

La sentencia no se hizo esperar. Un juez de marras, en 33 horas estudió las 5.000 páginas del juicio y escribió una sentencia de 150 hojas en igual cantidad de minutos. Un tribunal de alzada confirmó la sentencia, redujo la multa y mantuvo la prisión.

La presión internacional motivó “el perdón” del Presidente pero no anuló el juicio. Diez años después, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado reconoció que la sentencia se hizo fuera del juzgado.

La editora general Nila Velázquez, días atrás, en un conversatorio, reconoció que “esos son riesgos que se tienen que correr cuando se trabaja con un convencimiento claro de qué es lo que queremos hacer”. Y lo hacen, dijo, inspirados en las palabras del fundador que para ellos se han convertido en ley: “Todo género de intereses es secundario a los intereses de la nación”.

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