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SIDH, entre la trascendencia y la precariedad

martes, 13 marzo 2018 - 12:37
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Vistazo entrevista a Jorge Contesse, catedrático de la Universidad de  Rutgers en Nueva Jersey y uno de los principales expertos en el  Sistema Interamericano de Derechos Humanos, para entender cómo  funciona y cuáles son las amenazas que se ciernen sobre el mismo, a  propósito de la última disputa con nuestro país.
 
J orge Contesse, chileno, es uno de  los más reconocidos especialistas  en derechos humanos y en el Sistema  Interamericano de Derechos Humanos.  Actualmente es catedrático de la  Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey.  Después de graduarse en leyes en la  Universidad Diego Portales en Santiago,  obtuvo dos títulos de posgrado  en la escuela de leyes  de Yale, en Conneticut. Por su experticia  ha litigado y actuado como perito en  casos ante la Comisión Interamericana  de Derechos Humanos y la Corte Interamericana  en casos sobre orientación  sexual, el uso de leyes anti-terroristas  y la libertad de expresión y derechos de  pueblos y nacionalidades indígenas.
 
¿Cuál ha sido la trascendencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos para la región?
 
Ha sido crucial para el establecimiento,  primero, de regímenes democráticos  en la región y, en seguida, para  empujar hacia la mejora de las instituciones  políticas en América Latina.
 
Suele citarse como ejemplo de lo primero,  la visita que en 1979 la Comisión  Interamericana de Derechos Humanos  realizó a Argentina, visita que tuvo  gran impacto en cuanto a la presión  internacional que se ejerció sobre la  dictadura militar allí. Respecto de lo  segundo, el sistema ha acompañado el  desarrollo de las instituciones políticas,  estableciendo marcos de referencia sobre  protección de derechos fundamentales,  ejerciendo una enorme influencia  sobre los tribunales domésticos de los  distintos países que lo conforman. Su  trascendencia es innegable.
 
¿Cuál es la diferencia entre la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana?
 
El sistema se compone de dos órganos:  la Comisión y la Corte. A la primera,  situada en Washington, DC, donde  tiene su sede la OEA, le corresponde  recibir en primer lugar las peticiones  individuales de personas o grupos que  acusan a un Estado de violar sus derechos.
 
Es la Comisión la que evalúa esas  peticiones primero y puede formular  recomendaciones a los Estados; si estas  recomendaciones no son acatadas,  entonces recién ahí la Comisión llevará  el caso ante la Corte IDH. Por ello  se dice que la Comisión es un órgano  “cuasi judicial”: No emite sentencias,  sino recomendaciones. Junto con ello,  realiza estudios, visitas a países para  documentar la situación de derechos  humanos, convoca a audiencias públicas,  y puede, desde luego emitir medidas  cautelares a favor de víctimas de  violaciones a los derechos humanos, en  casos de urgencia y daño irreparable.
 
La Corte es, como su nombre lo indica,  un tribunal internacional. Emite  sentencias que son plenamente vinculantes  para los Estados. Puede también  emitir opiniones consultivas, cuando  un Estado requiere el parecer de la  Corte sobre un asunto que involucra  derechos humanos. Recientemente  la Corte IDH emitió una opinión consultiva  sobre el derecho de las parejas  del mismo sexo a casarse y el deber de  los Estados de adecuar sus sistemas  registrales para atender las demandas  de las personas transgénero.
 
¿En qué casos debe emitir la Comisión medidas cautelares?
 
Cuando haya una situación de extrema  gravedad que pueda generar  daño irreparable a una víctima de violación  de derechos humanos. Tal como  ocurre con la acción de amparo, o el hábeas  corpus, en que una persona acude  a un tribunal nacional requiriendo su  intervención dada la inminencia de un  daño que, de no mediar la intervención  de un órgano –en este caso, la Comisión  IDH– será de carácter irreparable.
 
Algunos de los gobiernos “Socialistas del Siglo XXI” han hecho tabla rasa de la Comisión y de la Corte. ¿Entonces de qué valen sus medidas o sentencias? (Rafael Correa, por ejemplo, no aceptó medidas cautelares para ningún caso de perseguidos políticos y Nicolás Maduro ni siquiera la sentencia de la Corte (caso de frecuencia de Radio Caracas Televisión).
 
Las decisiones de organismos internacionales  siempre están siendo  cuestionadas, especialmente por gobernantes  con tendencias autoritarias.
 
Es lo que sucedió en los casos que usted  comenta, que llevó a que Ecuador  liderara un proceso de revisión de las  atribuciones de la Comisión IDH durante  2011 y 2013, o que Venezuela  decidiera en 2012 retirarse totalmente  de la Convención Americana y por lo  tanto, sustraerse de la jurisdicción de  la Corte IDH. Por otro lado, hay países  que de buena fe intentan cumplir  con las decisiones de estos órganos,  entendiendo que si se han obligado a  cumplir con tratados internacionales se  exponen política y diplomáticamente  cuando desatienden estas resoluciones.
 
¿A qué se debe la precariedad del sistema?
 
Al menos hay dos factores. Por una  parte, es un sistema desfinanciado. Los  Estados suelen contentarse con discursos  sobre la importancia del Sistema  Interamericano, pero aún no han sido  capaces de asumir el compromiso financiero  que se requiere para darle sostenibilidad.
 
En 2016, la Comisión estuvo  cerca de perder a 40 por ciento de su  personal producto de la falta de recursos,  muchos de los cuales provienen o  provenían de financiamiento externo.  Por otra parte, hace falta un compromiso  político decisivo para darle solidez y  estabilidad al sistema. Si las contribuciones  de los Estados dependen de su buena  o mala relación con los órganos del  sistema, entonces es imposible sacarlo  de una situación de precariedad. Con  todo, es admirable lo que estos órganos  hacen si se considera la estructura de  restricciones que deben enfrentar.
 
¿Pueden el sistema o sus organismos ser cooptados por tendencias políticas? (caso reciente de CDIH).
 
En mi opinión, los órganos del sistema  han sido en general capaces de  resistir las enormes presiones que los  Estados ponen sobre ellos. Pero cuando  la expresidenta Dilma se molestó porque  la Comisión emitió medidas cautelares  ordenando a Brasil a paralizar  la construcción de una mega represa,  ella ordenó suspender su contribución  financiera al sistema. Eso es inaceptable.  Del mismo modo, es llamativo que  uno de los jueces de la actual Corte  venga de un gobierno que dedicó tanta energía a minar la capacidad institucional  del Sistema Interamericano,  pero que, luego realizó una sustanciosa  donación a la misma Corte.
 
¿Por qué el sistema no ha tenido ninguna influencia en el caso de Venezuela?
 
El sistema no puede cargar con la  responsabilidad de las crisis políticas  de los países de la región. En Venezuela,  me parece que el primero en fallar es  el sistema político y diplomático de la  OEA, no su régimen jurídico, que por  lo demás es siempre de carácter subsidiario.
 
La Comisión y la Corte sistemáticamente  han evaluado el desempeño  en materia de derechos humanos en  Venezuela (como en los demás países).  Si uno analiza lo que otros órganos  hicieron, o más bien dejaron de hacer,  respecto de Venezuela, permitiendo  que el país se fuera aislando institucionalmente  hasta su retiro de la Convención  Americana, creo que el diagnóstico  de responsabilidades es más complejo.
 
Las omisiones en esta materia del exsecretario  general de la OEA, José Miguel  Insulza, fueron graves y no han sido  suficientemente atendidas.
 
¿Cuál es su futuro y qué debe cambiar para que el sistema y en la misma OEA tengan la capacidad para la resolución de conflictos?
 
En la actualidad el sistema es, por  así decirlo, víctima de su propio éxito.  La influencia que ha ejercido sobre los  países es, como dije antes, innegable.  Pero esa misma influencia ha hecho que  el sistema expanda sus competencias  y atribuciones de un modo demasiado  laxo. Si la Corte y la Comisión se entienden  a sí mismas como una especie de  súper tribunales constitucionales, por  sobre los Estados y con capacidad para  revisar todas las esferas de actuación  doméstica –tal como ocurrió respecto  de las medidas cautelares en el caso de  Ecuador– entonces la resistencia de parte  de algunos Estados solo crecerá.
 
Si,  en cambio, actúan como organismos internacionales,  no constitucionales, que  revisan situaciones en que se afectan  derechos y sirven de faro a los Estados,  entonces sus posibilidades de éxito, es  decir, su efectividad será más alta. La  línea y por ello el sistema debe estar  siempre atento a sus mecanismos de  actuación. Lo que pasó con el Consejo  de Participación Ciudadana y Control  Social es prueba de ello.

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