La muerte de Laura Ana Chávez sorprendió a Manta. Era propietaria de uno de los más concurridos restaurantes del puerto manabita. El móvil de los disparos, hechos por un sicario, se devela poco a poco.
“Ella no temía enfrentarse a ningún enemigo que se interponga en el camino del progreso. Quizás lo más importante, que era cuidar de los demás, siempre estuvo en su corazón”, escribió su esposo, el estadounidense Kevin Waters, en Facebook. En esa red social lamentaba el fallecimiento de la portovejense Laura Ana Chávez, de 50 años, ocurrida en Miami el lunes 19 de noviembre.
Nueve días antes, la vida de Chávez cambió de rumbo. Esta empresaria de proyectos gastronómicos y bienes raíces recibió varios disparos de un supuesto sicario en el momento en que llegaba a su restaurante Mamma Rosa, ubicado en Manta, provincia de Manabí.
En estado crítico llegó a una clínica y días despúes fue trasladada a Estados Unidos por pedido de su esposo, quien trabaja en una multinacional en su país natal. Sin embargo, por la gravedad de las heridas, los esfuerzos de los médicos no dieron los resultados esperados.
Giro en el caso
Su muerte conmocionó a la ciudad. Miembros de su familia hicieron vigilias pidiendo por su salud afuera del local, mientras ella estaba en cuidados intensivos. “Queremos que el asesino sea detenido y sancionado con el mayor peso de la ley”, afirmó Jenny Chávez.
Al inicio, este caso se manejó con reservas y se presentaban varios enigmas por resolver. Una de las primeras pistas que se hicieron públicas fue la captura de imagen de un video de seguridad del sector en que se observa a la persona que disparó, quien llevaba una peluca.
“Esta es una violencia intrapersonal, es delincuencia organizada. Esto fue planificado”, señaló Richard Coellar, jefe policial del Distrito Manta, a Manavisión días después de haber ocurrido el atentado.
“Yo nunca escuché que tuviera problemas con el chulco o alguna cuestión parecida. Si hubiera sido eso, no hubiera estado en barrios peligrosos a medianoche haciendo obra social”, contó Sandra Loaiza, su amiga desde hace dos décadas y con quien entregó los donativos a las personas afectadas por el terremoto del 16 de abril de 2016.
Sin embargo, el caso dio un giro inesperado luego de un mes de los disparos. El 10 de diciembre el juez de la Unidad Penal de Manta notificó el inicio de la instrucción fiscal por asesinato, la cual durará 90 días. En esos tres meses la Fiscalía deberá presentar las pruebas de cargo y descargo en contra de cuatro personas, quienes tienen prisión preventiva. Una de las detenidas es Erika P., hija de Laura Ana Chávez.
“El móvil sería la relación que tiene la hija con esta chica Michell B. (también detenida). Tomando en cuenta que se trata de la única hija, que no tenían buenas relaciones en vida. Eso también es producto de la investigación los problemas internos familiares”, afirmó Paco Delgado, fiscal de Manta. Y añadió en referencia al supuesto pago del sicario que “Parece irrisorio lo que voy a decir, pero es lo que nos ha informado la Policía, que se pactó en seis mil dólares y solamente le habían adelantado cien dólares”.
En tanto que Fernando Rivadeneira, abogado de Erika P., señaló que “Ella aún no asimila la pérdida de la mamá. Este caso está perjudicando mucho su salud mental y perjudicando mucho a sus familiares, quienes por nada del mundo asimilan la idea que plantea la Fiscalía. Vamos a desmentir estas acusaciones”.
Don de gentes
Laura Ana era reconocida en Manta por su carisma. Era una excelente anfitriona en su restaurante-pizzería, que funcionaba desde hace dos décadas, ya que aprendió gastronomía en Italia, país en el que se radicó por unos años. Su primer esposo, con quien tuvo una hija, era de allá.
También convirtió a Mamma Rosa en su base para su labor filantrópica. En ese lugar se receptaban donaciones para los afectados por el terremoto. Allí se reunía con las autoridades para compartir la ubicación de los hogares que necesitaban ayuda. Su cercanía a las personas humildes era en agradecimiento a lo que construyó en Manta. En ese sentido, no aceptó ninguna de las propuestas que le hicieron para que incursione en la política.
En su hogar en Portoviejo no tuvo comodidades. Era la octava de nueve hermanos y creció sin la presencia de su padre. “No le fue fácil, pero siempre fue una mujer pujante”, cuenta Loaiza. Su amor por su negocio era tal que siempre estaba pendiente de la seguridad del parque, que era conocido popularmente como Mamma Rosa. Por eso, promovía el no consumo de drogas en el lugar.
Hace 13 años conoció al estadounidense Kevin Waters, con quien se casó en un crucero hace una década. Con él creó la compañía Kadelsa, en 2008, que fue disuelta por la Superintendencia de Compañías en 2013. Tres años después Laura Ana, como liquidadora, notificaba en la prensa manabita para que se acerquen los acreedores de su empresa a su restaurante.
Su plan con Waters era radicarse definitivamente en Estados Unidos a fines de año. Por eso, su vehículo ya estaba en venta y lo último de lo que iba a desprenderse antes de su viaje era de Mamma Rosa. Pero eso se truncó.