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Espinosa: Entre la ONU y el juicio político

miércoles, 6 junio 2018 - 09:41
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El viernes 25 de mayo, la canciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa publicó tres mensajes en Twitter: Uno en francés, otro en inglés y un tercero en español. En todos, el mensaje era para saludar al pueblo africano por el día de ese continente. “Es imperante acelerar los esfuerzos para apoyar la agenda africana para el desarrollo”, agregaba. Ese mismo día Argentina celebraba su icónica Revolución de Mayo y Bolivia, su primer grito de Independencia, pero no hubo saludos.
 
Entre el 3 y el 6 de abril, mientras en la frontera Ecuador-Colombia se desarrollaba la crisis de los periodistas secuestrados que terminó en asesinatos, la canciller ecuatoriana estaba entre Asia Occidental y Europa Oriental. Concretamente en Azerbaiyán, una exrepública  soviética donde se desarrollaba la cumbre de medio tiempo de cancilleres de los llamados países no alineados. “En este encuentro de 120 países del sur, en Azerbaiyán, mantuvimos reuniones bilaterales con cancilleres de países africanos, asiáticos y Europa del Este”, escribió la ministra Espinosa.
 
 
María Fernanda Espinosa, quien por segunda vez ocupa la Cancillería en el Ecuador, se convirtió en la cuarta mujer en presidir una Asamblea General de las Naciones Unidas. La elección fue este martes 5 de junio para una Asamblea que empezará el 18 de septiembre en Nueva York. Al resultar electa, Ecuador es el primer país del mundo en ocupar ese puesto por dos ocasiones, a pesar de que un acuerdo tácito –no escrito pero respetado durante 70 años– prohíba las repeticiones en aras de la equidad mundial.
 
 
“El altar del sueño”
 
María Fernanda Espinosa Garcés nació el 7 de septiembre de 1964 en Zaragoza, mientras sus padres ecuatorianos estaban en esa ciudad española. Se graduó de bachiller en el liceo francés La Condamine de Quito. Ha hecho estudios superiores en Geografía, Antropología,  Comunidades amazónicas y Derechos indígenas. Se define como poeta, política y diplomática.
 
En 1990 ganó un premio nacional de poesía. Trabajó para Fundación Natura antes de viajar a Suiza. Allá se vinculó a la Unión Mundial para la Naturaleza, entidad para la que fue directora regional para América del Sur. Estaba en esas funciones en 2007 cuando el entonces  presidente electo Rafael Correa le propuso que fuese su primera canciller. Al parecer el contacto fue su segundo esposo, Galo Mora, uno de los integrantes de la agrupación Pueblo Nuevo que era parte del círculo íntimo del exmandatario. Antes se había casado, muy joven, con un economista de apellido Bustamante.
 
De la Cancillería pasó al Ministerio de Patrimonio hasta que fue nombrada representante permanente del Ecuador ante la ONU, en Nueva York. Allá conoció a un diplomático nicaragüense, Eduardo Mangas, quien actualmente es su cónyuge. En una de sus poesías, Espinosa, define a Nueva York como una ciudad que se pierde en “el altar del sueño”, donde “hablan todos pero en lenguas distintas. Caminan todos pero cada uno tiene su norte”. Y por ahora la Gran Manzana es su norte.
 
Es que para quienes la conocen más de cerca, ella siempre fue una apasionada de los objetivos que emprende.  De Nueva York se trasladó a Ginebra, la sede alterna de las Naciones Unidas. La acompañó Eduardo Mangas. Allá coincidieron con el delegado del secretario general de la ONU, para discapacidades, Lenín Moreno.
 
 
La amistad entre ellos se fortaleció.   Tanto que al regreso  de Moreno para la campaña electoral de 2016, María Fernanda Espinosa también volvió como jefa de campaña y, Mangas como asesor. Anunciado el triunfo de Moreno, Mangas se convirtió en secretario de la Presidencia y Espinosa nuevamente en canciller.
 
 
Polémicas gestiones
 
Quizá el primer revés fue la salida abrupta de Eduardo Mangas del círculo íntimo debido a la filtración de unos comentarios donde ponía en duda la sinceridad del diálogo, accionar bandera del presidente Lenín Moreno. Mientras en el palacio de Najas, donde funciona la Cancillería, la cosa no iba tan bien. Las actuaciones de la ministra y, sobre todo, sus pronunciamientos, siempre fueron tomados con beneficio de inventario. ¿Hay o no un nuevo rumbo en la política exterior? Empezaron a preguntar los analistas.
 
Sus actuaciones llevaron a que mientras varios sectores sociales pedían su salida del Ministerio de Relaciones Exteriores, un grupo de legisladores le pida rendir cuentas ante la Asamblea. Su no comparecencia caldeó los ánimos y se empezó a gestar un juicio político.
 
 
Lo primero que había llamado la atención fue cuando en julio de 2017 acudió a la fiesta de aniversario de la revolución sandinista de Nicaragua. Allí dijo: “Traigo un abrazo de amor revolucionario y de paz del presidente Lenín Moreno Garcés y del pueblo ecuatoriano. Qué honor y qué felicidad compartir con ustedes este aniversario del triunfo histórico de nuestra querida revolución popular sandinista. Esta revolución es símbolo de esperanza y alegría para toda nuestra América... Su revolución también es nuestra…”. Para entonces, en lo interno, ya el Presidente renegaba de que nuestra revolución no había dejado la mesa servida.
 
Dos manchas a su gestión llegaron desde Europa. Una fue saber que el expresidente Correa había pedido que tres de sus secretarias pasen a formar parte del servicio exterior y que siguieran trabajando para él. Una de ellas, su secretaria privada, obtuvo el rango diplomático  de “ministro” con un sueldo mensual de 6.146 dólares. La otra sorpresa fue haber otorgado una carta de naturalización a Julian Assange, asilado desde hace más de un lustro en nuestra embajada en Londres. La acción se habría efectuado con la esperanza de darle un nombramiento diplomático y por tanto un pasaporte que le otorgue inmunidad para salir de su encierro voluntario. La acción se habría percibido como una burla a la justicia británica.
 
Otra gestión fallida fue el intento de nombrar al cuestionado expresidente del IESS, Richard Espinosa, como embajador del Ecuador en Italia. Una acción de destitución iniciada por la Contraloría por presuntas irregularidades en el manejo de los recursos de los asegurados, frenó el viaje. Sin embargo, a fines de mayo se conoció que la esposa del exfuncionario sería una nueva diplomática en Canadá. No menos cuestionada ha sido su posición frente a Venezuela. Incluso siguiendo una línea diferente a la del presidente Moreno. Para el Mandatario, “el exceso de muertos nos está preocupando. El exceso de presos políticos nos preocupa también”. Pero la canciller se limitó a hablar de “no injerencia” aclarando que “No injerencia no es indiferencia”.
 
Tras las elecciones de mayo, el Ecuador guardó un silencio de cuatro días, hasta que finalmente en un comunicado “expresamos nuestra preocupación por la difícil situación en que se encuentran los hermanos venezolanos”. La mayoría de países del continente no reconocen  ese proceso electoral.
 
¿Divide y reinarás?
 
Pero lo que más polvo ha levantado es la candidatura de la canciller María Fernanda Espinosa para presidir la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York. En la elección, de la que ella resultó vencedora, compitió con otra mujer, Mary Elizabeth Flores  Flake, 44 años, exvicepresidenta del Legislativo, diplomática e hija de un expresidente hondureño. Más conocida en su país como Lizzy Flores, lanzó su candidatura en 2012.
 
La historia para Ecuador empezó en enero de 2015 en Nueva York cuando la misión ecuatoriana ante la ONU le escribe a su par hondureño para “proponer un acuerdo de apoyo recíproco”.  La idea era asegurar el voto de Honduras para lograr que un ecuatoriano, Patricio Pazmiño entonces presidente de la Corte Constitucional, fuera nombrado juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. De acuerdo con el “apoyo recíproco” propuesto por el Ecuador, “el gobierno de la República del Ecuador apoyaría la candidatura de Honduras a la Presidencia de la 72 Asamblea General de las Naciones Unidas período 2018-2019”. 
 
En junio de 2015, Honduras cumplió el acuerdo y Pazmiño se convirtió en juez interamericano. Pero Ecuador, lejos de cumplir su compromiso, lanzó otra candidata. Según María Fernanda Espinosa, Honduras no formalizó por escrito y expresamente su aceptación “recíproca”. Para ella, en ese momento el acuerdo no se sacramentó. Pero eso no es todo. Desde que se creó la ONU y durante todas las asambleas anuales, nunca un mismo país, ni grande ni pequeño, ha ocupado ese puesto dos veces. Es un acuerdo tácito  que busca darle a todos los miembros la misma oportunidad. 
 
Lo que se estila es que se turnen las regiones y en consenso ellas propongan al candidato que luego es ratificado por el resto del mundo. Este año le toca a América Latina y el Caribe. Además, Honduras nunca ha ocupado ese sitial. Ecuador ya lo hizo en 1973 con el embajador Leopoldo Benites Vinueza. Para nuestra canciller, esta última regla no existe pues no está escrita en ninguna parte.
 
Tal fue la sorpresa hondureña que expresamente pidieron al Ecuador revisar la postulación. Incluso un excanciller centroamericano, Arturo Corrales, recordó los detalles de la negociación efectuada tres años atrás con su homólogo ecuatoriano Ricardo Patiño. “Tanto  en las conversaciones verbales como escritas quedó claramente convenido… que Ecuador apoyaría la candidatura de Honduras”. Pero no fue así.
 
A pesar de los cuestionamientos, la campaña de nuestra canciller ha sido ardua y, habría empezado mucho antes de su lanzamiento. En los últimos meses de 2017 hizo giras promoviendo un tratado que obligue a las trasnacionales a responsabilizarse ante eventuales  violaciones a los derechos humanos que cometieren en algún país. A fines de mayo pidió licencia para dedicarse a fondo a la campaña.
 
En el bloque regional existieron divisiones, el Grupo de Lima anunció que votará por Honduras. Sin embargo, Espinosa cree que la suya “Es una candidatura sólida. Tenemos las credenciales necesarias para ocupar esa dignidad”.
 
A través de un boletín de Cancillería explicó que “la Presidencia que ejerció Ecuador en el Grupo de los 77 más China dejó al país en una situación de ventaja”. 
 
Sus días al frente de la política exterior están contados. Por renuncia o como consecuencia de un juicio político, dejaría el cargo. En ambos casos, igual su destino podría ser Nueva York, esa ciudad sobre la que a manera de presagio dice en una de sus poesías: “Nueva York anuncia que acabará conmigo y mi desdicha. Me arroja hacia las fauces del río con el ancla puesta. Estalla la multitud que tritura el silencio”. 

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