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El remedio peor que la enfermedad

La dosis diferencia un veneno de un  remedio, escribió en el siglo XVI  Paracelso, alquimista y médico suizo, quien inventó uno de los primeros  analgésicos, el láudano, al mezclar opio  y alcohol. Esta historia tiene dosis de  ironía, de paradoja y de tragedia.
 
Un lote de paracetamol inyectable  importado llegó contaminado hasta  hospitales públicos. Mientras tanto, la  facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Central en Quito tiene un laboratorio equipado para control de calidad  de fármacos, subutilizado.
 
No es la única paradoja. La gerencia del  hospital Carlos Andrade Marín de Quito  (HCAM, del IESS) declara que por mala  gestión de sus antecesores se perdieron  cuatro millones de dólares por medicinas e  insumos caducados, pero 37 pacientes con  enfermedades catastróficas obtuvieron  sentencias para acceder a recetas que le  cuestan 6,3 millones a esa casa de salud.
 
En el país, mil millones se destinan  anualmente a medicinas, la mayoría importadas. El principal comprador es el  sector público. Uno de los mecanismos  de adquisición es la Subasta Inversa, a  cargo del Servicio de Contratación Pública (SERCOP). La autoridad responsable  de la calidad es la Agencia de Regulación,  Control y Vigilancia Sanitaria (ARCSA).
 
Dosis de ironía
El laboratorio de control de calidad está  en la facultad de Ciencias Químicas de la  UC. El especialista Yandri Infante explica  que el objetivo es confirmar si un fármaco  cumple con las concentraciones del principio activo que declara el fabricante: “La  aspirina contiene ácido acetilsalicilico; la  vitamina C tiene ácido ascórbico”.
 
Las pruebas en laboratorio miden  parámetros físico-químicos, al igual que  la humedad molecular, cuyo exceso puede generar contaminación bacteriana,  explica la investigadora Jenny Murillo.
 
Parte de este equipamiento fue adquirido, a un costo de 250 mil dólares, por la  UC, para monitoreo de fármacos.
 
El SERCOP realizó la Subasta Inversa  Corporativa de Medicamentos (SICM)  en 2016. En octubre de ese año se firmó  un convenio entre SERCOP y la entidad  privada Intertek, que actuó como intermediaria. El equipo de la UC hacía las  pruebas. “Nuestro laboratorio hizo un  gran esfuerzo”, explica la actual decana,  Martha Suárez. Según Murillo, “El control  funcionó durante un año: a mediados de  2017 una de las muestras analizadas no  cumplió con los estándares”. La empresa  aludida no pagó por el servicio del laboratorio y la Facultad suspendió el control.
 
Silvana Vallejo, directora de SERCOP,  afirma que la vigilancia  se cumplió de octubre  2016 a octubre 2018 y  abarcó 45 muestreos.  “Los resultados fueron  notificados a ARCSA  para su verificación”.
 
En la Subasta Inversa  SICM-340-2016, en 2016  se adjudicó un contrato  para provisión de frascos  de 100 ml de paracetamol  líquido, inyectable, importado.  El producto estuvo disponible  para los hospitales públicos entre  agosto de 2016 y mayo de 2017.  Estaba contaminado. Tenía registro  sanitario 2207-MEE-0616. Los frascos  de este fármaco llegaron al hospital Militar, donde se detectó el problema. “El  producto no volvió a estar habilitado en  el repertorio de medicamentos”, asegura  la titular de SERCOP. Tanto el artículo 6  de la Ley Orgánica de Salud como el decreto 1290, que crea a la ARCSA, definen  los mecanismos para vigilar remedios.
 
Más aún, el art 76 del reglamento a la  Ley de Contratación Pública establece  mecanismos de control de  calidad post registro aleatorios. Según el SERCOP,  los proveedores de medicinas con problemas fueron  declarados contratistas incumplidos y excluidos por  cinco años de concursos.
 
El paracetamol contaminado, y la presencia de un antiséptico con bacterias en salas de cirugía fueron algunas de las razones por las cuales la exministra de Salud, Verónica Espinosa, fue llevada a juicio político en la Asamblea. A mediados de agosto fue censurada. Quien impulsó el juicio es la asambleísta Mae Montaño, ex CREO, hoy independiente.
 
Según el representante de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos Ecuatorianos (ALFE), Miguel Palacios, “Es necesario que la agencia visite y controle  las plantas que importan medicamentos  comprados al exterior a través de la subasta, al igual que controla permanentemente a los laboratorios nacionales”.
 
Dosis de paradoja
Juan Páez Moreno, cirujano cardiólogo  e investigador médico, es gerente general del Hospital Carlos Andrade Marín,  del IESS. Es un centro de tercer nivel.  Durante 2019 prevé adquirir fármacos e  insumos por 184 millones. Páez explica  el laberinto que debe seguir para adquirir  medicinas: ínfimas cuantías para compras por emergencias; catálogo electrónico; subasta inversa; régimen especial e  importación cuando no existe en el país.
 
Sin embargo, con la mano en el corazón,  admite que hay “Presiones de farmacéuticas, que llaman a los pacientes para hacer mala campaña de los medicamentos  genéricos, aunque tienen bioequivalencia y están validados”. 
 
Los estudios de bioequivalencia no se  hacen en el país, sino en Colombia. Cada  análisis cuesta unos 60 mil dólares. “Garantizan que un medicamento es eficaz,  tras comparar el genérico con el original”.  “Como gerente del HCAM, solicito a la  instancia del Gobierno que no solo se cree  un área de bioequivalencia, sino que constituya una Secretaría de Compras Públicas  para Medicamentos e Insumos, para que  se acaben la presión y la coima”.
 
Desde que asumió su función, Páez  ha enviado 17 reportes de irregularidades a la Contraloría. Muestra documentos según los cuales hay cuatro millones  de dólares en insumos y fármacos caducados, para los cuales su administración  pidió canje o devolución. “Los contratos  no contemplaban esa figura; pedimos  transparencia en estos procesos”.
 
“En el correísmo se compró medicina exageradamente, se adquirieron fármacos para siete años, como si las drogas no tuvieran fecha de caducidad. Se cerraron negocios con Enfarma (la farmacéutica ícono de la Revolución Ciudadana) por intereses de ese entorno presidencial”.
 
Cinco contratos entre el HCAM y  Enfarma bordean el millón de dólares,  fueron firmados en 2014.
 
La Comisión Nacional Anticorrupción (CNA) investigó cinco procesos de  compra en el hospital Teodoro Maldonado Carbo (IESS – Guayaquil). Encontró  que por “Inusitada falta de inventarios  de urgencia médica”, se firman contratos  a través de la fórmula de convenios de  pago, de uso excepcional. El círculo de  proveedores es reducido, e incluye casos  extraños, como el de una persona cuya  actividad económica previa  era la elaboración de  hamburguesas.
 
Dosis de tragedia
Tiene cinco años. No camina. Atado con  un poncho sobre la espalda de su madre,  Delia Flor, Dylan Tixilema no pronuncia  palabra. Sus ojos miran fijamente por  pocos segundos. Su condición es rara:  lipofuscinosis neuronal ceroide tipo 2.  Algunos la llaman enfermedad de Batten. Los primeros síntomas fueron los  ataques de epilepsia.
 
Su padre, Carlos, es guardia de seguridad. La familia viajó de Guaranda para  vivir en Ambato, pero los últimos años  llega constantemente hasta Quito, en un  peregrinaje entre juzgados, la fundación  que los apoya y los hospitales Baca Ortiz  y Carlos Andrade Marín.
 
 
“Tuvimos que acudir a la justicia para que obliguen al hospital del Seguro a pagar la medicina de nuestro hijo, su enfermedad sigue empeorando porque  es degenerativa”, explica Carlos. En sus  manos lleva una carpeta con la descripción del medicamento que requiere su  hijo. Necesita un kit inyectable que contiene tres soluciones intraventriculares:  dos paquetes al mes, 26 al año. Cada uno  cuesta 28.637 dólares. En total, 744.562  dólares por año. “Pedimos que nos cumplan, la justicia ya está de nuestro lado”.
 
A decenas de metros de distancia,  en la farmacia de consulta externa del  mismo hospital mil pacientes por día  esperan ansiosos recibir sus recetas.
 
Aparte están los pacientes que requieren los remedios más costosos. Entre ellos, quienes recibieron trasplantes  (de riñón, hígado, córnea, pulmón), 47  en lo que va del año. Quienes tienen  VIH, 1.150 en los primeros cinco meses  de 2019. Y los enfermos de  cáncer, 15.749 en el primer semestre del año.
 
¿Quién tiene prioridad? ¿A quién debe el Estado entregar medicinas y a quién debe negárselas?
 
El debate lo instaló la  propia Corte Constitucional, a mediados de agosto.  Desde una perspectiva de  derechos, el acceso a la salud está consagrado en la  Constitución garantista. Pero la plata del  Estado no alcanza para todas las recetas.
 
La CC estudia cuatro nuevas causas sobre acceso a medicamentos para pacientes catastróficos. Los trámites están en  fase de sustanciación.
 
Según la asambleísta Mae Montaño, la salida de la Ministra de Salud respondió a su falta de sensibilidad con los enfermos catastróficos: “Por no actualizar el cuadro de medicamentos básicos, e incluir los fármacos para los pacientes que sufren estas enfermedades tan graves. El Estado compra solo las medicinas del cuadro; hay un monstruo burocrático sin compasión con las víctimas”.
 
Pero Raúl Terán, profesor de farmacología y miembro del Observatorio de  la Salud, plantea una visión distinta.  “Cierta industria influye sobre grupos de  pacientes para que presionen a través de  la justicia, a fin de que el Estado garantice  la compra de esas recetas.  Juegan con la esperanza  de esas personas”.
 
Solo en el hospital Andrade Marín de Quito, 37  pacientes con enfermedades catastróficas obtuvieron sentencias para acceder  a 20 medicamentos que demandan 6,3 millones.
 
Terán fue representante de las universidades  ante el Consejo Nacional  de la Salud. Esta entidad define el cuadro  de medicamentos básicos, que contiene  cerca de 500 fármacos.
 
Ofrecer salud gratuita fue un discurso de la revolución ciudadana. No fue la  cura de todos los males. ¿El remedio peor  que la enfermedad? La promesa no sirve  de nada, si no hay recursos optimizados,  ni una política sostenida que garantice la  calidad de los fármacos.

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