El petróleo tiene un gran peso en la economía ecuatoriana: aporta con divisas, equilibra la balanza comercial y contribuye con el presupuesto del Estado. Sin embargo, falta fortalecer su producción e inversiones.
El petróleo es uno de los pilares productivos de la economía ecuatoriana, una posición que ha mantenido desde 1972 cuando la extracción de crudo en la Amazonia, en grandes volúmenes, permitió un boom petrolero en el país.
Esta nueva realidad inyectó más dinero en el sistema económico nacional, pero a la par expandió el gasto en el presupuesto general del Estado y el endeudamiento externo, generando una alta dependencia del precio internacional de petróleo para cumplir con los pagos del sector público, con las obligaciones de deuda y hasta con los planes de inversión.
Sin embargo, en los últimos años esta influencia ha disminuido. El Examen de Políticas Comerciales de Ecuador, elaborado por la Organización Mundial del Comercio, destaca que la participación del petróleo y sus encadenamientos sobre el Producto Interno Bruto (PIB) se redujo de 13,2 por ciento en 2011 a 4,8 por ciento en 2017.
La razón: el entorno cambiante, debido a los precios fluctuantes del crudo y la desaceleración de la economía a nivel mundial.
En los últimos cinco años la inestabilidad ha caracterizado la producción de petróleo en el país.
Jaime Carrera, director del Observatorio de Política Fiscal, tiene una visión mixta sobre el actual protagonismo del petróleo. Asegura que el aporte de la renta petrolera ha perdido peso en el presupuesto del Estado, pero mantiene su importancia para el sector externo de la economía, especialmente, por el ingreso de divisas que genera.
Las cifras respaldan este criterio, a tal punto que en la proforma presupuestaria para el 2020, el Ministerio de Economía y Finanzas estima ingresos petroleros por 13.645 millones de dólares, pero de ese total solo el 23,5 por ciento (3.260 millones de dólares) se destinará al presupuesto estatal.
Uno de los rubros más importantes donde se usarán los ingresos petroleros es para la operación de las empresas públicas Petroamazonas, encargada de la exploración y explotación de crudo; y Petroecuador, que se dedica a la refinación, transporte y comercialización de derivados de crudo. Ambas suman un requerimiento de 4.208 millones de dólares.
El otro rubro de gran transcendencia es para la importación de los derivados de crudo: gas licuado de petróleo, nafta de alto octano, etc., que tiene previsto un monto de 4.208 millones de dólares.
En cambio, en el sector externo el petróleo es fundamental, pues permite mejorar el saldo de la balanza comercial ecuatoriana.
Por ejemplo, entre enero y septiembre del presente año, el país registra un superávit de 365 millones de dólares, gracias –en gran medida– a las exportaciones de crudo.
De acuerdo con cifras del Banco Central, en este periodo, las ventas petroleras al exterior representaron 6.715 millones de dólares, es decir, el 40 por ciento del total de las exportaciones nacionales, superando de forma significativa a los productos no petroleros estrellas del país como el camarón, banano, pesca y flores.
Producción inestable
Pese a la importancia del petróleo en la economía, la producción no tiene un crecimiento constante. Por el contrario, la inestabilidad es el denominador común de la industria.
El último periodo de tendencia positiva en la extracción fue entre el 2010 y 2014, el cual se sustentó en los altos precios del crudo en el mercado internacional. Luego de ello, ha existido un zigzag de caídas y mejoras.
En el presente año, la producción comenzó con cifras positivas. De enero a septiembre, la extracción llegó a 146 millones de barriles de petróleo, lo cual representó un incremento del 3,4 por ciento en comparación con el mismo periodo 2018, según el Banco Central.
De este volumen, la estatal Petroamazonas es la gran protagonista, pues aportó con 115 millones de barriles y un incremento del 5 por ciento. Mientras que las compañías privadas tuvieron un desempeño diferente, con una disminución del 2,6 por ciento.
Ecuador tiene 19 empresas privadas que operan en 27 bloques petroleros, sin embargo, sus volúmenes de producción no superan el 30 por ciento de la extracción total. Uno de los motivos de esta baja participación son las limitadas inversiones económicas, lo cual no permite contar con mejor tecnología y equipos en los yacimientos.
Para Jaime Carrera revertir esta realidad es uno de los factores clave para aumentar la producción.
“Es imperativo atraer inversión privada para exploración y explotación del petróleo, por varias razonas. Una economía dolarizada requiere inversión extranjera directa. El equilibrio de las cuentas públicas no brinda espacios para impulsar la inversión petrolera con recursos estatales”, asegura el experto.
La modalidad contractual es otra limitante para incentivar más inversión. Las compañías privadas tienen contratos de prestación de servicios, mediante los cuales reciben una tarifa del Estado por la extracción de cada barril de crudo, pero no se benefician de la cotización internacional. Es decir, si el precio del petróleo aumenta, la operadora no se beneficia del incremento.
Por ello, en la adjudicación de nuevos campos, el Gobierno está utilizando la figura contractual de participación, a través de la cual tanto la operadora del campo como el Estado reciben un porcentaje del precio internacional de cada barril de petróleo. En mayo pasado, por ejemplo, suscribió siete contratos correspondientes a la XII Ronda Petrolera de Intracampos con esta modalidad.
Se prevé que para la exploración y desarrollo de estos bloques petroleros, todos ubicados en Sucumbíos, las empresas adjudicatarias inviertan alrededor de 1.170 millones de dólares.