Bullying en Ecuador: 6 de cada 10 adolescentes sufren de acoso escolar
Incomprensión e ignorancia. Con estas dos palabras define Jorge Cadena de 25 años, su experiencia en un colegio de Quito. Tras sufrir agresiones, sobre todo verbales, el joven fue diagnosticado con depresión y ansiedad generalizada, padecimientos que aún persisten en él como secuelas del bullying al que fue sometido.
“Nunca he tenido una forma de relacionarme como un hombre hegemónico, que impone poder y que es fuerte, para nada, yo era el más pequeño del curso; por eso era presa fácil de burlas”.
Jorge recuerda que sus compañeros lo empujaban por las gradas e incluso en una ocasión fue metido al tacho de basura del colegio, luego de negarse a molestar a una chica, como le pedían los agresores.
Este último hecho fue denunciado por los padres del joven, pero nunca hubo una sanción. “La respuesta del inspector fue que yo tal vez provoqué la situación”.
Las agresiones hacia Jorge y otros compañeros eran constantes. Los molestaban por su estatura o contextura física. Cuando salían del colegio, los estudiantes de cursos superiores obligaban a los más pequeños a pegarse entre ellos. Un círculo de violencia del que tenían conocimiento las autoridades del plantel quiteño, quienes veían esas acciones como ‘normales’.
“Hasta ahora tengo problemas para socializar con las personas y la ansiedad es algo que no se me va a ir, justamente se incrementó por lo que pasé en el colegio”, menciona Jorge.
¿QUÉ ES EL BULLYING Y CUÁLES SON SUS CAUSAS?
El acoso escolar o bullying es una forma de violencia hacia una víctima concreta, que sufre de manera constante diferentes agresiones físicas, verbales o psicológicas dentro del contexto educativo.
Durante el 2022 en Ecuador se reportaron 607 denuncias de acoso escolar a nivel nacional, de ese número el 50% ocurrió hacia menores de 8 a 14 años y el 43% en la población de 15 a 18 años, según datos del Ministerio de Educación.
Los ataques verbales son la principal forma de bullying en los planteles educativos del país, a través de insultos o apodos ofensivos. En segundo lugar se encuentra la difusión de rumores y, en tercer lugar, la sustracción de pertenencias. También se ha detectado ciberacoso y agresiones físicas.
Jorge Cepeda, coach educativo y máster en Competencias Docentes Avanzadas por la Universidad Camilo José SEK de España, explica que este fenómeno surge de acuerdo al mapa de creencias de un niño, que se forma por lo ve en la familia, las enseñanzas de la escuela y su entorno.
“A un chico que le inculquen en la familia buenos principios siempre se comportará diferente, pero hay muchachos que no tienen a sus padres o dentro de los hogares hay violencia. Para ellos es normal y lo repiten con sus compañeros”.
Ana Bravo, psicóloga de un Departamento de Consejería Estudiantil, menciona que socialmente el país está viviendo una ola de violencia, no solo en las calles, sino también en los hogares, donde tampoco se expresan los sentimientos.
“No tenemos la costumbre de hablar de nuestras emociones, es bastante complicado que un padre acepte la idea de que su hijo está pasando por una situación de acoso cuando ellos también han sido agresores o han sufrido violencia. Empezamos a normalizar la violencia desde el hogar y eso se refleja en las instituciones educativas y en la calle”.
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CARACTERÍSTICAS DE LA VÍCTIMA
El cambio repentino del comportamiento es la principal característica de que un niño o adolescente está siendo víctima de bullying. Suelen mostrarse aislados, reservados y con inestabilidad emocional, es decir, se irritan o enojan con facilidad.
Otra señal es cuando los menores no quieren ir al colegio. En ocasiones se inventan alguna enfermedad. También, pueden bajar sus calificaciones o distraerse en las clases.
Así lo explica Adrían Vásquez, terapeuta integrativo, quien resalta que es fundamental que los padres escuchen a sus hijos y detecten los cambios más sutiles, pues pueden ser señales de que algo no anda bien.
“El adulto debe transformarse en depósito de confianza para que el adolescente pueda contar lo que le pasa sin temor al castigo, porque una de las cosas que los frenan es el miedo a ser juzgados”, comentó el psicólogo.
Agregó que en el caso del agresor hay que investigar el fondo de las actitudes violentas. ¿Por qué busca sentirse poderoso tratando mal a sus compañeros?
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CONSECUENCIAS Y RESPUESTA DE LAS INSTITUCIONES
Un informe de Unicef describe que las consecuencias dependen de la capacidad de afrontamiento y resiliencia de la víctima. Sin embargo, el acoso sistemático tanto en menores como en adultos puede desarrollar cuadros de estrés agudo, ansiedad, depresión, aislamiento, falta de autoestima, entre otros problemas emocionales.
Lo más extremo es el suicidio. Este fue el caso de Johana Balladares, de 16 años, quien se quitó la vida tras ser víctima de bullying y agresiones físicas por parte de estudiantes del Colegio Mejía en Quito. Tres semanas después, Kevin hizo lo mismo en Cuenca, pero en este hecho las agresiones venían de sus propios profesores.
En los dos casos mencionados, los familiares de las víctimas denunciaron estos hechos en las instituciones educativas, pero las autoridades de los planteles no activaron las rutas de contención estipulados por el Ministerio de Educación.
Sobre el suicidio de Johana Balladares, la cartera de Estado dijo a Vistazo que han impuesto acciones administrativas y judiciales contra el personal del colegio que no realizó las acciones de contención a favor de la adolescente.
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PREVENCIÓN Y DENUNCIAS
Diana Castellanos, subsecretaria para la Innovación Educativa y el Buen Vivir, comenta que los planteles educativos están obligados a cumplir con tres ejes de acción frente a casos de acoso escolar: reconocer, actuar y acompañar. Estos forman parte del ‘Plan Nacional de Prevención de Riesgos Psicosociales en el Sistema Educativo’.
Así mismo, en el plan se establece la ruta que tienen que seguir los colegios o escuelas frente a las agresiones entre estudiantes. Por ello, si los alumnos reconocen un hecho de bullying deben denunciarlo con sus profesores o persona adulta de confianza.
Los padres también pueden solicitar que se implemente las medidas de protección para la víctima. “En caso de que no se evidencien las actuaciones, les pedimos que acudan directamente al distrito educativo más cercano”, explicó Castellanos.
Por su parte, el coach educativo, Jorge Cepeda, y la psicóloga Ana Bravo creen necesario que se retomen las escuelas para padres para que se afiancen los lazos en la familia, puesto que esa es la raíz de la violencia que luego se exterioriza en las instituciones.
“Hay padres que tampoco saben cómo lidiar con sus propias emociones, entonces no van a poder enseñar a otro niño a controlar sus impulsos”, relató Bravo, quien trabaja en un colegio de Guayaquil.
Así mismo, los expertos sugieren capacitación de los docentes en temas emocionales o fortalecer el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) con más psicólogos. Y sobre todo dejar de minimizar el acoso escolar en todas sus formas. A veces se cree que estos temas son parte de una ‘etapa’, pero para los estudiantes es el mundo.
Conozca las rutas para denunciar casos de violencia en los colegios en este link.
