Todos tenemos una rutina diaria: desde levantarnos, un baño y a cumplir nuestros deberes antes de regresar a casa. Pero jamás imaginaría que esta agenda fuese similar para un pingüino.
Lala vive con Yukio Nishimoto y su esposa e hijas en Shibushi, al sur de Japón, y todos los días luego de un baño se pone su mochila y camina 329 pasos hasta la pescadería local para comprar su ración de 5 peces, de los cuales solo come un par antes de regresar con los víveres de la casa.
“Lala es como mi primer hijo”, dice Nishimoto, quien solo fue bendecido con niñas. Ha compartido casi una década con este inusual amigo, luego de que llegará mal herido en un barco pesquero.
Nishimoto comenta que siempre estuvo fascinado por el pingüino disecado de un amigo pesquero. Cuando aquel hombre fue a pescar atún a los mares de Australia y Sudáfrica descubrió a Lala atrapado en una de sus redes. El pingüino estaba herido de un ala y el pico. Para evitar que muera muerte (por las heridas o el ataque de algún depredador), lo mantuvo y alimentó en el barco.
Cuando regresó a Shibushi tres meses después le hizo una llamada a Nishimoto ofreciéndoselo y prometiéndole que si moría podría disecarlo para él, pero muy pronto Lala se ganó su corazón y ahora tiene su propia habitación bajo la escalera con un potente refrigerador y un espejo por si se siente solo.
Nishimoto tiene una gran cantidad de libros sobre pingüinos, así que lo entreno para que todos los días fuera por sus propios medios por una buena ración de pescado y ya con 14 años de vida es parte de la familia.
"Si muere no lo disecaría, lo enterraré aquí en el vecindario. No soportaría ver a Lala disecado" dice Nishimoto.