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La incontrolable pesca incidental de tiburones

miércoles, 18 febrero 2015 - 11:38
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La pesca de tiburones habría crecido 48 por ciento desde que se permitió su captura incidental hace siete años, y ya representa la tercera parte de la pesca artesanal. En noviembre pasado el Ecuador se comprometió a protegerlos.

En la Convención sobre la Conservación de Especies Migratorias, realizada en noviembre pasado en Quito, expertos de todo el mundo concluyeron que seis especies de tiburones deben ser protegidas. En los discursos se habló de los derechos de la naturaleza y hasta se los llamó “emblemáticos”. Pero los hábiles pescadores que esta tarde han llegado con más de 80 tiburones rabones al puerto de San Mateo en Manabí, aún no se enteran. Los descargan de las pangas rápidamente y los despiezan con destreza. Los reyes del mar, hasta hace horas máximos depredadores de su ambiente, se convierten en aletas que van a un costal y carne que se filetea para venderla a 1,40 dólares la libra. En Ecuador se come tiburón todos los días, pero casi siempre se vende como dorado o corvina.

El tiburón que más se pesca aquí es el zorro o rabón, una especie de cola larga que suele quedar enredada en los palangres y trasmayos (hilo plástico lleno de anzuelos y la red que se usa en la pesca artesanal). Según expertos, el tiburón rabón está seriamente amenazado por su lenta reproducción: tiene solo dos crías cada dos años.

“A estos tiburones, ¿los pescaron de forma incidental?” La pregunta hace que los pescadores crucen miradas preocupadas y que el inspector de la Subsecretaría de Recursos Pesqueros que anota y cobra un dólar por cada tiburón que entra a puerto se encoja de hombros. Los pescadores dicen que sí, que fue incidental, porque ellos esperaban capturar un pez espada o dorado, que pueden vender a mejor precio, pero resultó que los tiburones mordieron la carnada primero.

En Ecuador, por decreto presidencial está prohibida la pesca dirigida a tiburones pero se permite su captura “incidental”. Entre 2004 y 2007, en el gobierno de Lucio Gutiérrez, se declaró una moratoria total a la pesca de tiburones para frenar el “aleteo”, la práctica de capturar tiburones en alta mar, cortarles las aletas y arrojar sus cuerpos al mar. “El remedio era más caro que la enfermedad, porque ahí sí hubo aleteo”, dice el biólogo Jimmy Martínez, quien era entonces director nacional de Pesca y hasta el año pasado fue subsecretario de Recursos Pesqueros. “Hubo tráfico, corrupción, no se sabía lo que se desembarcaba, nadie sabía de dónde salía tanta aleta”. Martínez fue uno de los proponentes de permitir la pesca incidental de tiburón y desplegar inspectores en todos los puertos para contar cada tiburón y asegurarse de que llegue con sus aletas. En julio de 2007 el presidente Rafael Correa firmó el decreto que le ganó el apoyo de 57 mil pescadores en plena campaña por la Asamblea Constituyente. Desde entonces la comercialización de aletas secas, muy apetecidas en China, es regulada; los exportadores deben registrarse en la Subsecretaría de Recursos Pesqueros y pagar un dólar por cada kilo que sale del país.

Pero el hecho es que hoy, aunque ya no se “aletea”, se registra más tiburón que antes. En 2008 se capturaron 6.819 toneladas de tiburones y para 2013 la cifra creció a 10.083 toneladas, un 48 por ciento más, según cifras de la Subsecretaría de Pesca. El tiburón representa hoy la tercera parte de lo que captura la flota artesanal: un 33 por ciento. Víctor Alcívar, subsecretario encargado de esta cartera que reporta al Ministerio de Agricultura y Pesca, indica que hay que tener en cuenta que en 2008 había 23 inspectores de pesca en los puertos y ahora hay unos 85. Es decir, es una posibilidad que la pesca no se haya incrementado, sino que ahora se registra mejor, lo que sugiere que la cifra real de tiburones capturados en los primeros años del sistema de monitoreo fue mayor de la que se logró contabilizar.

¿PESCAR MENOS?

Desde hace 10 años el Ecuador forma parte de la Convención para la Conservación de Especies Migratorias de la Organización de Naciones Unidas, que maneja dos “Apéndices”. El Apéndice I enlista a las especies en peligro de extinción, y el Apéndice II, donde ahora constan dos clases de tiburones martillo (por propuesta de Ecuador), tres tipos de rabón y el tiburón sedoso, representa un llamado de atención a los gobiernos para que tomen medidas de  protección.

La pregunta es: ¿significa esto que el Ecuador se compromete a pescar menos tiburones? La respuesta va desde el urgente “sí” de los ambientalistas extranjeros hasta el “no necesariamente” de las voces locales.

“Significa que Ecuador debe disminuir la pesca incidental de tiburón y cortar todo lo posible la pesca dirigida”, dice Max Bello, de la ambientalista Pew Charitable Trust, quien asistió a la convención. La cifra de captura de tiburones en el país “me parece preocupante, si es pesca incidental ese porcentaje debería ser mucho menor”, asegura. Según Pew, unos 100 millones de tiburones se pescan cada año en el mundo y si esto no se controla, en unas décadas la población de varias especies podría declinar hasta su extinción, lo que generaría “un desastre para el ecosistema marino”.

“Si detuviéramos la pesca hoy, algunas de las especies más vulnerables de tiburón podrían recuperarse en 100 años”, dice Bello. “En la próxima convención si las cosas no han mejorado se podría pedir una prohibición completa, ningún país quiere que los tiburones pasen al Apéndice I y se cierre la pesquería”.

La población de tiburón martillo ha bajado en un 90 por ciento y la del rabón, está en “caída libre”, añade Luke Warwik, del programa Global Shark Conservation, quien dice que hoy en día, algunos tipos de tiburón se han convertido en especies tan amenazadas como los tigres.

Pero Jimmy Martínez, quien ahora es coordinador de pesquerías para Ecuador de la WWF, dice que “en ningún momento el Apéndice II limita el aprovechamiento del tiburón”. La pesca incidental, en su opinión, “se encuentra dentro de los parámetros normales”. “¿Dónde está el pecado?”, pregunta Martínez, “haciendo un manejo inteligente se demostró que la gente no está aleteando, se aprovecha todo el animal. No entiendo por qué se trata de puntillar en el tema de si la pesca es incidental o dirigida, lo importante es que es un recurso que lo estamos utilizando”.

Guillermo Morán, quien fue viceministro de Pesca entre 2010 y 2014, y antes fue subsecretario de Recursos Pesqueros, tampoco ve la urgencia de disminuir las capturas incidentales. “Hasta lo que habíamos evaluado el tiburón rabón no mostraba problemas en la población, había una captura sostenida”. “Tenemos un extenso programa de monitoreo, Ecuador es el país que más información tiene sobre tiburón en la región”, dice Morán.

POR LAS ALETAS

Bajo el sol del mediodía en la playa de Santa Rosa, en Santa Elena, el inspector de pesca Henry Muñoz corre para anotar cada tiburón que llega a puerto. Si encuentra aletas sueltas en una panga, las confisca. También debe medir a los tiburones martillo que se pescan. Desde el año pasado una regulación prohíbe desembarcar martillos que tengan más de 1,50 metros, talla en la que empiezan a reproducirse, pero permite llegar hasta con cinco tiburones más pequeños. La talla de los rabones, en cambio, no se tiene en cuenta. A pesar de los esfuerzos de Muñoz y su compañero, el monitoreo es parcial. Los dos inspectores trabajan en este puerto de seis y media de la mañana a cinco de la tarde, si un bote cargado de tiburones llega después, ya no se cuentan.

El “juego” de aletas frescas de tiburón se vende aquí por siete dólares, pero el precio puede subir, según dicen, “cuando hay un pedido”. Ya secas, las aletas se venden hoy por 25 dólares, aunque hace unos años llegaron a costar 100.

“El mercado de las aletas es un incentivo tremendamente grande para seguir pescando tiburones”, dice Bello, de la ambientalista Pew Charitable Trust, “no se trata de pescar por seguridad alimentaria sino para un negocio que mueve miles de dólares”.

En Santa Rosa solo hay que preguntar por la fábrica que seca aletas de tiburón para que cualquiera dé referencias. Detrás de un portón de aluminio, en un patio grande, cientos de aletas ordenadas en filas se secan al sol. El guardián llama al dueño del lugar por teléfono, y recibe instrucciones. “Ya no nos dedicamos a las aletas”, dice y cierra la puerta. Los registros de exportación del empresario que dice que ya no se dedica a las aletas muestran que este año hizo envíos a Hong Kong.

El comprador fue Ricky Luang, de la empresa Heep Tung Hong, y presidente de la Asociación de Productos Marinos de Hong Kong, quien explicó a Vistazo por e-mail, que Ecuador tiene una “presencia significativa” como proveedor de aletas secas. Luang dice que aunque la demanda de aletas ha disminuido en China, debido a nuevas regulaciones del gobierno y a “injustificados ataques de los ambientalistas”, tiene la seguridad de que repuntará.

La exportación de aletas tuvo su año pico en 2011, cuando salieron del Ecuador 225 toneladas valoradas en 4,4 millones de dólares, según cifras del Banco Central. El año pasado sólo se exportaron 75 toneladas o 646 mil dólares en aletas. “La mayoría de las aletas son de tiburones pescados legalmente”, argumenta Luang. “Mientras que una gran cantidad de carne del tiburón se come en países como el suyo, los ambientalistas atacan a los chinos por consumir las aletas, no puedo sino sentirme disgustado por esta hipocresía”.

MERCADO NEGRO

Ángel López, un conocido exportador de aletas de tiburón de Manta, vende un contenedor con unas 8 toneladas de aletas cada tres meses. “Toda prohibición trae corrupción”, dice, “podemos aceptar regulaciones pero volver a la prohibición total crearía un mercado negro”. “Ahora mismo hay tráfico hacia Perú, se siguen escapando las aletas por esa vía”.

Ecuador preside un plan regional para la conservación de tiburones de la Comisión Permanente del Pacífico Sur, integrada además por Colombia, Perú y Chile. Cualquier medida para mitigar la pesca, se tomará en bloque.

Pero la asambleísta de Alianza PAIS, Gabriela Cruz, presidenta de la Federación de Cooperativas Pesqueras del Ecuador dice que su gremio no va a aceptar vedas ni regulaciones hasta que se “transparente” qué sector realiza la pesca masiva de tiburón. “Ese 33 por ciento de tiburón sale porque las autoridades consideran pesca artesanal también a los grandes barcos nodriza que vienen con 150 tiburones y 50 dorados. Esa ya no es una pesca incidental, es dirigida, hay empresas dedicadas a esto y no son los pequeños pescadores los responsables”.

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