Jonathan, con 190 años, se convirtió en la tortuga más longeva de la historia
La tortuga Jonathan es uno de los más famosos residentes de las remotas islas Santa Elena, ubicadas dentro del territorio de Gran Bretaña. Su fama se debe a su impresionante longevidad, que al día de hoy, se calcula en 190 años.
Este dato no ha pasado desapercibido a través de las décadas. El 12 de enero del 2022, recibió un récord guiness oficial que lo declaraba la tortuga más longeva de la historia, y sigue sumando años y años, viviendo tranquilamente en grandes planicies, sobre las que ha caminado desde 1832, como sostienen investigadores.
Pertenece a la especie de tortugas gigantes de Seychelles, conocidas por los científicos como "Aldabrachelys gigantea hololissa", y caracterizada precisamente por su gran longevidad, que puede rozar los 200 años según calculan los investigadores.
Todos los habitantes de la isla tienen fotos con Jonathan de pequeños, tanto adultos veinteañeros como abuelos. Para preservar su buena salud, sus cuidadores la alimentan con una dieta fija de plantas y frutas. Ya está casi ciega, pero aún conserva un buen sentido de la audición.
Los expertos que validaron su edad para la entrega de su récord guiness han utilizado como principal referencia una foto que fue tomada entre 1882 y 1886 donde aparece Jonathan, comiendo hierba frente a la residencia del Gobernador de la isla.
En esa foto se puede constatar que Jonathan ya tenía una edad madura, lo que significaría que tendría aproximadamente 50 años. Ante la imposibilidad de hacer un cálculo exacto, los investigadores sostienen que la famosa tortuga puede tener aún más años.
Jonathan ha vivido tantos años, que probablemente estaba vivo cuando Juan José Flores, el primer presidente de Ecuador, incorporó las Islas Galápagos al territorio del país, en 1832, el año en el que se estima que nació la histórica tortuga.
Para los habitantes de las islas británica de Santa Elena, su presencia es tan importante e icónica que prevén honrar a Jonathan el día en que fallezca exponiendo su caparazón como un símbolo inmortal de la historia de la población.
