El tétrico pantano inglés plagado de huesos humanos
Huesos humanos desparramados entre el barro forman parte del tétrico paisaje de la Isla del Hombre Muerto, ubicada en el estuario del Río Medway, en Kent, al sureste de Inglaterra.
La pequeña isla está atravesada por varios canales de marea estrechos, lo que significa que durante la marea alta la isla se divide en varias islas más pequeñas.
Tal vez podría tratarse de una locación de ficción, pero este pantano de la muerte tiene una historia real y escabrosa.
Hace 200 años, el gobierno británico de ese entonces decidió que no poblaría las cárceles de la Gran Bretaña continental, sino enviar barcos llenos de presos a sus territorios de ultramar como Austria, según explica La Nación.
Previo a su traslado, los convictos eran apilados como ganado en una especie de cárceles flotantes, en donde esperaban hasta su traslado a las colonias británicas.
En ese tiempo, enfermedades como el cólera eran bastantes comunes y muchos de los prisioneros, usualmente personas en extrema pobreza e insalubridad, se contagiban y morían.
Para evitar posibles brotes epidémicos, las autoridades enterraban a los prisioneros que padecían estas enfermedades en el pantano, dentro de cajas de madera bajo dos metros de lodo, sin nombre y lejos de los lugares concurridos.
Actualmente, este extraño lugar es propiedad de Natural England, una institución gubernamental encargada de la conservación de la flora y fauna del territorio inglés.
De hecho, es un sitio de especial interés para científicos debido a su importancia en la anidación y reproducción de aves.
Pero la marea baja y la erosión de las costas del río provocan que muchos ataúdes queden expuestos. Los cadáveres añejos de los presos fueron asomando con el pasar de los años, describe La Nación.
En 2016 se encontraron los restos de más de 200 humanos en la isla.
“Es como estar en el set de una película de terror. Parece tan surrealista, es como si una dirección de arte lo hubiera diseñado. Hay ataúdes abiertos y huesos por todas partes”, dijo Sam Supple, miembro de un equipo investigador de la BBC, al medio The Sun.
“Lo que vi allí quedará conmigo para siempre”, agregó su compañera Natalie Graham.
