Internacional

El “exitoso médico” que asesinó a su esposa, hijos y padres

Jean Claude Romand protagonizó uno de los casos más estremecedores de Francia.
 
El éxito del libro “El adversario”, de Emmanuel Carrère, lo llevó a otro nivel.
 
Este hombre decía que trabajaba en la OMS, manejaba un BMW y tenía una gran vida pero todo estaba basado en mentiras y estafas. Todo estalló la trágica madrugada en la que mató a su familia y a su perro. Por sus crimenes le dieron 26 años de cárcel.
 
El sábado 9 de enero de 1993 inició su periplo homicida. En pocas horas organizó una espeluznante matanza que incluyó a todos sus familiares directos.
 
El viernes 8 de enero de 1993 Jean Claude llegó de trabajar, supuestamente. Junto con su esposa Florence fue a buscar a los chicos al colegio Saint-Vincent-de-Paul.
 
Se sentía atrapado: tenía deudas por el auto, con los bancos, sus amigos le pedían que les devolviera su dinero… Calculaba que no tenía más de diez días antes de que explotara la bomba. Entonces no podía esperar tanto.
 
Romand tenía 38 años (estaba a un mes de cumplir los 39) y para todos, vecinos, amigos y familiares, era una excelente y exitosa persona. 
 
Primero mató con un rodillo de amasar a Florence, de 37 años. A puro golpe. Eran las 8 de la mañana. Lo lavó cuidadosamente y siguió con su siniestro plan.
 
Un poco más tarde les dio de desayunar cereales a sus hijos, mientras veían televisión. Caroline, de 7 años, quiso ir a buscarle una bata a su papá, le pareció que tenía frío. Él, en cambio, le tocó la frente y le dijo que estaba “caliente”, que tenía fiebre y que debía acostarse en su cama.
 
Buscó su arma calibre 22 que le había regalado su padre el día que cumplió 16 años, fue el dormitorio y le disparó por la espalda y sin titubear a su pequeña hija. Fueron cinco tiros con silenciador.
 
Una bala le atravesó el corazón de lado a lado. La tapó con una manta y la almohada.
 
Utilizó el mismo procedimiento con su hijo menor, Antoine de 5 años, a quien le dio de tomar un supuesto medicamento y lo envió a su cama. Una vez acostado tomó su arma y le dio directo a la cabeza. Lo tapó con el edredón. En la casa familiar de los Romand, en Prévessin Moëns, un lugar cerca de la frontera francosuiza, reinó el silencio.
 
Luego de limpiar la escena, decidió salir a pasear. Fue al kiosco de diarios y un rato después fue hasta el buzón para recoger su correo.
 
Cuando entró de nuevo a su casa aprovechó para limpiar el arma y la guardó en su funda. Se dispuso a salir hacia el hogar de sus padres. Se puso una chaqueta vieja y unos jeans para evitar que el perro de sus padres lo ensuciara cuando le saltara encima moviendo su cola. Siempre lo hacía.
 
En el coche puso su portatrajes donde llevaba la ropa que usaría esa noche para una cena con su amante, Chantal Delalande, en París. Encendió el motor y se puso en camino.
 
Su padre Aimé salió a la puerta para recibirlo. Anne Marie, su madre, había preparado el almuerzo. Comieron los tres juntos.
 
Después, fríamente, se puso manos a la obra. Le pidió a su padre que subiera al primer piso. Quería mirar con él la ventilación que emanaba un mal olor. }Aimé se arrodilló en el piso para mirar el conducto de ventilación. Dos certeras balas, disparadas con silenciador, atravesaron su espina dorsal. No se habría dado cuenta de nada. Murió inmediatamente. Jean Claude lo tapó con una colcha.
 
Luego subir a su madre a un salón que nunca utilizaban. Ella se dio vuelta y habría visto a su hijo apuntándola. Llegaría a decir “¿Qué está pasando?”, pero los tiros que entraron de frente por su pecho la callaron de inmediato. Su dentadura postiza voló por los aires y aterrizó en el piso. En el juicio dijo que se la volvió a poner en la boca antes de taparla con la colcha verde.
 
El labrador blanco de los Romand ladraba enloquecido. Baleó al la mascota y la tapó como al resto de sus familiares.
 
Jean Claude quería a ver a su amante Chantal, dentista cirujana de profesión. Nunca llegaron al lugar previsto para la cena. Jean Claude se perdió en el camino. Terminó girando por unos bosques en el medio de la noche. 
 
El hombre le tiró un gas lacrimógeno y luego la atacó con un taser eléctrico. En medio del enfrentamiento ella abrió los ojos y miró de frente al asesino y extrañamente eso lo calmó. 
 
Ya en el auto ella comenzó a hablarle suavemente: quería evitar un nuevo ataque. Él argumentó que tenía un tumor en el cerebro, que eso era lo que lo estaba afectando y haciendo actuar violentamente. Regresó a la casa donde habia matado a toda su familia. 
 
Jean Claude tomó los bidones de combustible y regó con el líquido inflamable los ambientes, los muebles, los cuerpos cubiertos y lo incendió todo. 
 
Tomó las 20 pastillas que tenía preparadas y esperó. Cuando le faltó el aire abrió la ventana y se asomó. Se desmayó justo cuando llegaban los bomberos. Fue rescatado y sobrevivió luego de pasar una semana en coma, en terapia intensiva y sobrevivir fue su peor castigo.
 
Fue detenido, investigado y juzgado. El juicio terminó el 2 de julio de 1996 y Jean Claude Romand fue condenado a prisión perpetua con posibilidad de salir cuando llevara 22 años de encarcelamiento. 
 
En el año 2015 cumplió el tiempo indispensable que debía estar en prisión. Desde entonces, comenzó a pedir la libertad condicional. El 28 de junio de 2019, Jean Claude Romand -que hoy tiene 66 años- salió de la prisión.
 
Está en libertad condicional y llevará un brazalete electrónico de seguimiento hasta el año 202. Comparte su vida con 60 monjes y tiene prohibido contactarse con los familiares políticos y directos que le quedaron.

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