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Entre crustáceos y manglares

viernes, 1 abril 2016 - 12:51
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Fotos: Franklin Navarro

Los habitantes del recinto Puerto Roma viven de la extracción de cangrejos en el Golfo de Guayaquil. Sus esfuerzos también lo dedican al cuidado del manglar. (GALERÍA)

“Yo empecé a trabajar a los 12 años”, cuenta Ricardo Carpio, de 35 años. La primera vez cogió 48 cangrejos y desde esa ocasión no ha dejado de lado esta actividad.

Era su única opción en su natal Puerto Roma, a una hora y media de Guayaquil, porque allí solo tuvo la oportunidad de estudiar la primaria. “Si mi padre era cangrejero, yo tenía que ser cangrejero. No había otro trabajo ni colegio en la comunidad”, afirma.

Este oficio le permitió quedarse en su recinto, el cual se estableció hace más de un siglo en la isla Mondragón, en el Golfo de Guayaquil. En la actualidad son más de 1.100 habitantes y ellos se organizaron a través de la Asociacion de cangrejeros y pescadores artesanales "21 de Mayo", en donde el 90 por ciento son cangrejeros.

“Mi papá fue uno de los primeros cangrejeros. Él trabajaba a remo y vela. Se iba lejos y pasaba de dos a tres días fuera de la casa”, señala Máximo Carpio, presidente de la asociación.

DESTREZAS

A las siete de la mañana, Ricardo Carpio estuvo listo para ir al manglar en una lancha. Ya en el lugar, él caminó hábilmente entre las raíces de los árboles y el lodo.

Aunque parece fácil coger los crustáceos, se requieren de varias destrezas para evitar que las tenazas provoquen heridas en las manos. “No se puede capturar a la primera. Hay que esforzarse. La técnica consiste en meter la mano y de ahí introducir el gancho o varilla al hueco en donde se encuentra el cangrejo”, señala Ricardo. Luego los pone dentro de un costal que tiene pequeños agujeros.

Los integrantes de la asociación que no capturan cangrejos hembras ni los de caparazón pequeño. Tampoco usan trampas. En esa mañana, Ricardo capturó  96 cangrejos “El día más bajo he cogido 12”, indica, mientras ata los cangrejos.

Para control, el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca determinó el tamaño mínimo del carapacho para su captura. Además se establecieron vedas del 15 de enero al 15 de febrero para el cangrejo azul, del 1 al 31 de marzo para el cangrejo rojo y para ambas especies del 15 de agosto al 15 de septiembre. En esos períodos está prohibida su extracción, transporte y venta.

A GUAYAQUIL

En la tarde, Ricardo viajó en una lancha rumbo al mercado Caraguay, en el sur de Guayaquil. En el trayecto lavó los cangrejos y los amarró para armar las planchas. También se cambió de ropa.

“No todo es color de rosa. La embarcación me cobra cuatro o cinco dólares por el transporte de una plancha de cangrejos. A veces lo más barato que vendemos es 16 dólares. De eso tenemos que ahorrar para el tiempo de la veda”, explica Ricardo Carpio, quien tiene cuatro hijos. Entre sus gastos también se encuentran el de la ropa y las botas de caucho para su trabajo.

“El precio del cangrejo es como la marea: sube y baja”, añade Máximo Carpio, quien indica que no todos los socios optan por vender los crustáceos en el mercado.

AL CUIDADO DEL MANGLAR

En las 1.374 hectáreas de concesión no solo realizan la captura de los cangrejos. Esa área también forma parte del programa gubernamental Socio Manglar. A cambio de un incentivo económico, la asociación se comprometió a cuidar el ecosistema, a evitar  la contaminación de los esteros y a patrullar ese territorio para que otros cangrejeros no capturen con trampas o en tiempo de veda. En el país hay aproximadamente unas 160 mil hectáreas de manglar.

“Desde que estamos organizados, estamos haciendo lo posible para no coger cantidad sino calidad”, indica Máximo Carpio, en el documental “Cangrejeros de raíz”, dirigido por Adriana González, Sofía Estrada, Andrés Silva, Diana Rada y Mari Carmen Falconí, estudiantes de Comunicación de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG). Esta producción ganó el concurso de cortometraje documental “Miradas hacia la sustentabilidad” de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y la revista latinoamericana de estudios socioambientales Letras Verdes.

Y no solo el manglar es la preocupación de Ricardo Carpio. “Mi sueño es que uno de mis cuatro hijos estudie. Por lo menos el mayor, que sea abogado, que elija cualquier profesión menos cangrejero. Porque el área de manglar no nos va alcanzar para más cangrejeros, si así nomás no nos abastece”.

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