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Dayanna Monroy: la temida investigadora

miércoles, 22 julio 2020 - 08:28
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Dayanna no es actriz, pero algo de eso desarrolló en el camino.
 
Fuera del canal es una mujer de 30 años; descomplicada, sencilla y sin poses, pero cuando entra a Teleamazonas de madrugada, se convierte en una reportera temible cuyas palabras precisas y directas apuntan a denunciar la corrupción de frente. 
 
Recuerda que cuando empezó la pandemia cuestionó más de una vez su propia relevancia en pantalla, pero ella misma contestó su inquietud.
 
“A finales de marzo hice un reportaje acerca del personal de salud del hospital Teodoro Maldonado y todos me decían que trabajaban sin mascarillas ni guantes. Salimos con el tema en pantalla y al día siguiente recibían sus mascarillas. Hacer periodismo en tiempos de coronavirus fue necesario para contar la verdad. Pasó lo mismo con la cifra de los muertos en Guayaquil. Sin investigaciones periodísticas nadie se hubiera enterado de la triste realidad. A mí no me dolió tanto que hablen mal de Guayaquil, sino que no decían la verdad”.
 
Dayanna está consciente de que ganó protagonismo durante la pandemia. ¿Piensa que la bomba que explotó frente al canal fue para asustarla a usted? “La gente dice eso, yo no lo creo. No trabajo con miedo. Mientras mis jefes me respaldan sigo con mi trabajo. Hace poco estaba saliendo del supermercado y una señora mayor me dijo: gracias por denunciar la corrupción, usted es muy valiente. Este tipo de reconocimiento me da fuerza. No somos un país corrupto. La gente quiere deshacerse de este mal y como periodista estamos para librar esta batalla”.
 
Denunciar la corrupción
 
Dayanna trabaja mucho cada tema que expone en pantalla.
 
“Antes de exponer el tema de los Bucaram, teníamos dos años investigando. Todos sabíamos que existía una mafia, pero necesitábamos pruebas y no encontrábamos el hilo director hasta que tocamos el tema del ex asesor del Pre (prófugo ahora) que también había sido jefe de compras del hospital. Lo único bueno de la pandemia es que el caos permitió que se evidencie muchos temas de corrupción”, asevera la periodista que reveló también el mal uso los carnets para personas discapacitadas.
 
“Siempre admiré a María Cecilia Largacha por sus reportajes y su claridad al exponerlos. Su estilo frontal es un ejemplo de buen periodismo. Cuando empecé a trabajar quería ser clara y entendible para que cualquier persona me pueda entender. Por eso me demoro mucho en escribir mis temas porque mi primera intención es que la gente me comprenda con una entonación y modulación adecuada. Hice una maestría sobre elaboración de formatos de televisión en España porque la imagen y la voz son muy importantes”.
 
¿Qué tuvo que corregir? “Hablar más pausadamente, pero eso viene con el conocimiento. Mientras más sabes mejor te desenvuelves en pantalla”.
 
Nacida para cuestionar
 
Dayanna tiene dos hermanas menores de 24 y 19 años.
 
Una estudia psicología clínica y la otra se está graduando de comercio exterior. “Soy la única periodista de la familia. Crecí con tres mujeres, pero creo que me parezco a mi papá por ser independiente”.
 
Su padre -agente de la comisión de tránsito- le prohibía ver telenovelas y le ponía a ver los noticieros. Cuando terminó el colegio le obligaba a tomar el bus porque le decía que era la única manera de conocer la ciudad. 
 
Después de graduarse con 16 años en el colegio San francisco de Asís no sabía si estudiar leyes o periodismo, pero optó por el periodismo a pesar de ser tímida.
 
De su niñez recuerda mucha libertad. En su casa nunca le dijeron, que no podía salir por ser niña. “Mi papá me dejaba pelear por mis convicciones, reclamar, cuestionar. Cuando empecé a trabajar en Telerama me dijeron que buscaban un hombre porque el trabajo era en la tarde, para mi no tenía sentido. Tampoco tuvo sentido cuando un político me dijo después de una entrevista en Teleamazonas: usted es muy guapa, debería ser modelo”.
 
La joven guayaquileña con pestañas largas y mirada negra y penetrante pertenece a una generación de mujeres que se ganó un espacio en el periodismo. No son reinas de belleza ni floreros efímeros. Han estudiado y quieren un espacio en la sociedad. “Empecé a hacer periodismo una semana después de graduarme a los 19 años, ya son 11 años trabajando y sigo aprendiendo”, asevera.
 
Vivir el periodismo
 
Todos los días Dayanna se levanta a las 5 de la mañana, hace cardio y practica box luego va al canal, presenta el noticiero, se reúne con los otros periodistas, sigue el otro noticiero, las revisiones de documentos, las coberturas y un programa de radio de 17 a 19h todos los días.
 
El periodismo, su vida. Es curiosa, atenta, detallista y comprometida con su profesión.
 
“Mis jefes son periodistas y tengo un equipo que me respalda. Me gusta trabajar las investigaciones, pero siempre ansío estar en la calle, necesito la calle para contar las historias. Yo soy reportera antes que todo”.
 
¿Qué es un buen día para usted? “Es muy complejo porque cuando es un buen día para mí, es un mal día para el país. Acabo de hacer un reportaje sobre el mal uso de los carnets para personas discapacitadas. Algunos podrían decir que fue un buen reportaje, pero para mí como ser humano no fue un gran día. De hecho, muchas carreras periodísticas surgen con tragedias”, aclara.
 
“Mi mejor reportaje fue cuando regresé al sitio del terremoto un año después. Vi a los sobrevivientes y me dieron a mí y a los televidentes verdaderas lecciones de vida, eso me alimentó como ser humano y periodista”.
 
Futuro internacional
 
Hace tres años Dayanna terminó su masterado en España.
 
Regresó con un novio, profesor y comunicador político y unos sueños de vida. “Quisiera explorar más países e idiomas, quizás hacer un intercambio. Además, estudié mi maestría en realización de televisión porque quiero hacer documentales.
 
“Si me pregunta cuál es mi sueño, le contesto:  armar mi maleta y viajar a través del mundo para contar historias. Acá aprendí mucho y considero que Ecuador tiene buenos periodistas, me quisiera probar fuera”.
 
Mientras tanto, Dayanna volverá a despertarse mañana para denunciar casos de corrupción ¡y que a nadie se le ocurra decir que debería ser modelo! 

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