La sala de esta casa, presidida desde el fondo por un imponente piano de cola, es sobre todo un sitio de ensayo. Aquí se reúnen, cada vez que pueden, el músico Adam Namm con cuatro jóvenes colegas ecuatorianos de la agrupación Samy Blues.
Este diplomático nacido en White Plains a 20 kilómetros al norte de Nueva York, con 27 años de carrera, hace música casi desde que recuerda. Su madre Susan, pianista aficionada, lo introdujo en el teclado. A los nueve años pasó al trombón y a los 14 volvió al piano. Se probó como compositor y se arriesgó a crear un musical titulado “Just Talk”. A los 18 años terminó formalmente su educación musical para emprender el estudio de las relaciones internacionales.
Pero nunca se apartó de esa afición por componer, tocar y escuchar. Esto último corrió por cuenta de su padre Arnold. Él era un fanático del jazz y le “presentó” entre otros a Benny Goodman, clarinetista y director de orquesta de jazz. Por cuenta de eso su primer salario a los 15 años, como asistente en la tienda del padre, fue invertido en una colección completa del gran clarinetista estadounidense.
La dosis genética musical la completaron un tío pianista del jazz de los años 30 y 40 que vive en California y un abuelo que según le cuentan porque no lo alcanzó a comprobar, fue un buen baterista.
Donde va como funcionario, va como músico. Ya sea en República Dominicana, en Arabia Saudita, en Colombia o en Pakistán.
En Ecuador, su primera embajada, no solo siguió la tradición de hacer música, sino que también fue una de sus primeras actividades. Recorre las ciudades y la Capital tocando y escuchando. Los estudiantes de música y los músicos consagrados tocan a su lado e intercambian señales y palabras en ese lenguaje tan especial de las notas, las melodías y los acordes.
En medio de esa pasión y aprovechando que en su país abril es el mes del jazz, le propusimos al embajador pianista este diálogo estrictamente musical.
Embajador se ha hecho usted escuchar en Ecuador –y me refiero a la parte musical– porque sigue cultivando esa afición que viene de toda la vida, ¿cómo es esa vida musical en Ecuador?
Sobre todo tocando con algunos muchachos ecuatorianos. Blues, un poco de rock, también he tocado jazz en varios sitios. El lunes 7 de abril estuve en la UDLA con un grupo de jazzistas de los Estados Unidos. Antes de eso, presenté un concierto en la Universidad Técnica del Norte en Ibarra.
Y lo conocieron primero como músico en Ecuador que como diplomático. ¿Cómo fue esa vinculación tan rápida?
Más o menos un mes después de llegar al Ecuador, empecé a tocar con esos músicos y presentamos algunas canciones en el Festival de Blues de Quito en el 2012 en la Plaza Foch. He seguido trabajando con esos mismos músicos y con otros músicos ecuatorianos y de otros países. También de mi país hay algunos que están viviendo aquí en Ecuador.
¿Qué tiempo le dedica a hacer música?
Bueno eso depende mucho de la semana. Hay semanas, cuando estoy viajando, en las que no veo un piano. Toco cuando puedo, pero siempre es difícil con mi trabajo como Embajador encontrar el tiempo. Pero lo bueno es que cuando tengo ese tiempo, puedo mezclar mis oficios como Embajador con la música, eso es lo más rico.
¿Y a escucharla?
Oigo mucha música en el carro ‒y estoy mucho tiempo en el vehículo‒. Oigo mucho jazz, blues, rock, música clásica y también música típica ecuatoriana que me gusta.
Escucha música típica… ¿siempre lo hace cuando va a un país o la ecuatoriana le parece especialmente interesante? ¿Desde el punto de vista del jazz le sirve?
Sí, me gusta. Es un buen trasfondo para mí. Es bueno conocer la música del país donde vivo. He escuchado varios músicos típicos, Julio Jaramillo, por ejemplo. De hecho con este grupo de jazz que vino de Estados Unidos, tocamos “El Aguacate”, una famosa canción al estilo de jazz. Y creo que nos salió muy bien.
¿En su recorrido diplomático por el mundo, carga siempre con la música? ¿Crea grupos donde llega?
Sí. En mi primera misión en el servicio diplomático estuve en Santo Domingo en República Dominicana y formaba parte de un grupo de jazz con músicos dominicanos y de otros países. Y actuamos en el primer Festival de Jazz de Santo Domingo en 1988.
¿Le sirve la música para hacer diplomacia?
La música es un idioma internacional y para mí es parte de la diplomacia. La embajada patrocinó este grupo de jazz que vino, así como a otros grupos musicales. Es muy importante para mí como Embajador compartir nuestra música con los ecuatorianos y del otro lado mostrar la música ecuatoriana.
¿Y lo acerca más a la gente, le permite comunicarse más con la gente del país al que es destinado?
Sí, exactamente. Y bailo pero no muy bien. Entonces para mí es mejor tocar y escuchar música.
¿Lo hace un Embajador más cercano?
Espero que sí.
¿Usted está contento de haber seguido esas dos carreras simultáneamente, diplomacia y música, o habría querido ser más músico que diplomático? Bueno no creo ser tan buen músico como para haber seguido esta carrera. Pero un día cuando me jubile voy a tocar mucha más música.
¿Y también canta?
Canto un poco y me gusta. Me encanta porque es diferente. Cuando estoy tocando estoy usando mis dedos, cuando canto estoy usando mi voz, mi aire.
¿Y en alguna parte del Ecuador le han dicho a usted que no cante o no toque?
No creo, quizá mi esposa muy tarde en la noche.
Volviendo al placer de escuchar música, ¿cómo es eso que me decía de escuchar sin escuchar?
A veces yo tengo la música en mi mente. Entonces si no tengo audífonos puedo, entre comillas, escuchar música.
¿Qué días prefiere para dedicarse a escuchar?
Realmente no dedico días sino que es cuando puedo.
¿Y qué escucha los sábados en la mañana por ejemplo?
Bueno a veces estoy escuchando la sabatina del presidente Correa, porque como buen diplomático tengo que saber lo que está pasando en el mundo político. Y a veces estoy escuchando música, estoy mirando deportes en la televisión o simplemente estoy durmiendo.
Aquí hay muchos músicos, a la gente le gusta cantar, el Presidente, el Canciller… ¿ha tocado alguna vez con ellos?
No he tocado con ellos pero quizá algún día. Es impresionante la cantidad y la calidad de los músicos aquí.