¿Quién vota por CREO?
CREO tiene, a su vez, tres tipos de votantes, según Basabe-Serrano. Quien apoya su candidatura por convicción; el sufragante que busca en las urnas un cambio radical de modelo; y, los desencantados de AP, como Betty Amores, quien 10 años atrás fue asambleísta constituyente por el correísmo.
El comportamiento de los electores es la rama de especialidad de Julián Martínez Ramos, quien estudia Psicología Política en la Universidad de Salamanca y en Flacso España. Él presentó en la universidad más antigua de España una exposición sobre los comicios ecuatorianos, a fines de febrero.
Cuando Martínez se preguntó por qué un candidato guayaquileño, que no es indígena y que fue banquero, se impuso en provincias amazónicas y en la Sierra central, hizo un hallazgo. “Lasso gana en provincias donde hubo conflicto social respecto a las políticas de desarrollo del gobierno; donde la puesta en marcha de proyectos mineros, petroleros e hídricos afectó a la población y generó conflictos, muchos de ellos, resueltos en forma violenta y con intervención militar”.
Vistazo lo corroboró en Cotopaxi y Chimborazo, en la Sierra centro; y Morona Santiago, en la Amazonia. “El voto a Lasso tuvo dos dimensiones: útil, en tanto buscaba un cambio de modelo; y, castigo, en tanto pretendía penalizar a AP por la represión”.
¿Cambio de modelo? Quien mejor resume esta idea es el presidente de Ecuarunari, el azuayo Carlos Pérez Guartambel: “Es preferible un banquero que una dicta- dura que nos ha despojado de nuestros territorios; que nos ha declarado el estado de excepción; que nos ha encerrado en la cárcel”. Recuperar libertades civiles y enrumbar al país hacia la ruta del crecimiento económico son los argumentos del elector que avala a CREO.
¿Qué viene hacia el balotaje?
El sufragio de sectores indígenas que históricamente privilegiaron a Pachakutik en las urnas se volcó, en gran parte, hacia el segundo más opcionado. ¿Restó oportunidades al candidato de la alianza del centro y las izquierdas, Paco Moncayo? El 6,71% que obtuvo Moncayo a nivel nacional combina el apoyo directo a la tesis socialdemócrata (ID) y al Acuerdo por el Cambio, que promovía la alianza. En 2013, el candidato de la tendencia, Alberto Acosta Espinosa, ganó el 3,26%.
“Es la encrucijada de la izquierda, cuyos votos va a tratar de capitalizar Moreno, decidir entre una propuesta de derecha, y el fin del correísmo”, advierte Martínez Ramos. Si AP tiene un voto cautivo, el voto de Lasso es disperso. No obstante, Basabe-Serrano pronostica que el representante del cambio tiene mayor capacidad para crecer electoralmente. “Gente de izquierda radical, organizaciones sociales, un sector de la ID, simpatizantes de PSC y de Dalo Bucaram pudieran darle su apoyo a CREO”.
Moreno debería captar 1,3 millones de votos (adicionales a los 3,7 millones que ya obtuvo en febrero), para ganar el balotaje. Lasso, en cambio, requiere duplicar el número de votos que ya consiguió en la primera vuelta, donde aseguró 2,6 millones de sufragios.
Por eso, los 20 días de campaña electoral serán cruciales. En 2006, Álvaro Noboa pasó como puntero al balotaje con 26,8 por ciento, seguido por Rafael Correa, que consiguió 22,8 por ciento. En segunda vuelta cambió el panorama: Correa ganó la Presidencia con 56,7 por ciento. En Perú acaba de pasar algo parecido. La candidata Keiko Fujimori se impuso apretadamente en primera vuelta, y perdió en balotaje.
Si cuatro años atrás el mapa electoral se teñía de verde flex en 23 de 24 provincias, hoy dos colores se distribuyen en las provincias. Correísmo o anticorreísmo, ésa es la pregunta.