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Patricia Estupiñan

Ninis

jueves, 9 mayo 2024 - 22:14
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    ÁNGEL Z. se gana la vida limpiando parabrisas. Prefiere la intersección de las avenidas Orellana y Plaza Dañín en Guayaquil, porque el puente es amplio y hay sombra cuando el calor agobia. En un día de suerte llega a recoger cinco dólares. Cada vez hay más competencia para limpiar y menos apertura de los conductores para dejar que les limpie los vidrios. Sobre todo, las mujeres, que eran las más condescendientes se niegan. Tienen miedo de los delincuentes. Cuando se conduelen pasan la moneda por un espacio muy pequeño que dejan entre el techo y la ventana del vehículo. Él quisiera cambiar de oficio, pero dejó la escuela durante la pandemia y ahora ni estudia ni trabaja formalmente. Ángel pertenece a ese medio millón de personas que los sociólogos definen como Ninis, jóvenes entre 15 y 24 años sin futuro de vida, a quienes una mayoría de votantes que apoyó el No al trabajo por hora en la consulta pasada le han cerrado una puerta al cambio.

    De la población económicamente activa del país que es 8,8 millones de personas, apenas 3,2 millones tienen un empleo formal. La cifra de individuos con empleo formal es menor en 0,14 por ciento con respecto al año anterior y va en decrecimiento todos los años con excepción de los meses de diciembre, enero y febrero en los cuales por la demanda de trabajos temporales crece hasta un tres por ciento. Si se hubiera aprobado el empleo por horas, probablemente se mantendría un aumento en el empleo formal, aunque sea modesto. No obstante, en las diversas marchas por el Día del Trabajo, los dirigentes sindicales, que además son eternos en sus cargos, se vanagloriaron de haber tumbado la propuesta del trabajo por horas. El suyo es un liderazgo basado en preceptos que el tiempo y la tecnología volvieron obsoletos. Dos de los saltos cuantitativos y cualitativos mayores en la historia reciente han ocurrido en países comunistas, que abrazaron la iniciativa privada o capitalismo como motor de desarrollo, como China y Vietnam. China sacó a 800 millones de personas de la pobreza extrema en tres décadas y Vietnam elevó la renta per cápita de 98 dólares a 1.000 dólares en dos décadas. En la otra orilla está Cuba, tan incapaz de hacer los cambios y que, pese a tener una población educada padece hambre, al extremo de requerir ayuda de Naciones Unidas para proporcionar leche en polvo para los niños. Sin embargo, estas realidades son desconocidas por los sindicatos y los partidos que se dicen de izquierda en Ecuador.

    El trabajo por horas no es una panacea, pero es una salida digna para quienes no tienen trabajo o quienes dispongan de tiempo libre entre estudios o cuidado de la familia. Además, es una solución para las empresas que requieren de más manos en tiempos de mayor demanda de sus productos. Es un absurdo que, por dogmas y elites caducas, no cambien las condiciones para generar empleo en el país. Solo con una abundante oferta de empleo, las condiciones laborales mejorarán y el poder de negociación de los trabajadores también. Hay que jubilar a quienes gozan de los privilegios sindicalistas para que, en los pasos peatonales los ninis no sigan limpiado los parabrisas.

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