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La gratitud es el antídoto

La gratitud puede convertirse en una destreza y es a través de la práctica de Atención Plena como podemos lograrlo.

Atención Plena o Mindfulness es la práctica que nos da la oportunidad de entrenar a la mente que divaga, la que nos lleva a tiempos que no existen, al pasado y al futuro, arrastrándonos descontroladamente y llevándonos a emociones creadas por ella, que se reflejan en nuestro cuerpo como auténticas realidades. La mente no distingue la realidad de la ficción, por lo tanto todo lo que pensamos se presenta como si realmente estuviera ocurriendo.

El día a día, el trabajo, el ruido y la urgencia social, todo lo que la cultura efímera propone nos aleja de la mirada hacia adentro. La velocidad con la que sentimos que pasa el tiempo, la inmediatez con la que anhelamos conseguir las cosas y la desconexión con nosotros mismos, nos impiden detenernos a observar y sentir los momentos ordinarios de la vida.

Conectarnos con nosotros mismos nos permite conectar con los demás, desde nuestro corazón sin juicio y con una mirada nueva, de principiante, para observar lo que verdaderamente importa y de esa manera notar las cosas que pasan desapercibidas y que cuando no están sufrimos.

La Atención Plena siembra en nosotros el cambio de hábitos mentales y emocionales de manera intencional, cosecha la mirada del observador interno y cultiva la gratitud y la compasión.

Para desarrollar la gratitud es necesario hacerlo con paciencia, tiempo y práctica. Al desarrollar esta destreza, descubrimos que esa noble emoción empieza a desplazar los espacios de miedo, ansiedad, ira, tristeza, soledad, etc.

La gratitud, que no pide nada y lo da todo, es el antídoto para los momentos de angustia, un recurso inagotable presente en cada día que, sin embargo, nos cuesta aceptar. Es un regalo que debemos tomar porque la vida es frágil y en esa fragilidad es donde la gratitud nos fortalece y nos hace resilientes. Ella abre las puertas a infinitas posibilidades porque se convierte en un estado de ánimo, una experiencia de satisfacción suave, real y que nos regala la oportunidad de experimentar la paz.

Esperamos que momentos extraordinarios lleguen para sentir que vivimos al máximo, cuando en realidad son los momentos ordinarios, pequeños y simples en los que encontramos la verdadera gratitud y felicidad, esa, la que sentimos como fuegos artificiales en el pecho.

¿En qué estoy poniendo mi atención?, es una pregunta fundamental que nos permitirá reconocer que probablemente nos estamos perdiendo de lo verdaderamente importante y profundamente trascendente. Lo simple y lo familiar es realmente lo extraordinario.

La gratitud nos proporciona felicidad, momento a momento, enfocándonos en lo mínimo, en lo intangible, en lo que genuinamente nos llena. Su práctica crea conexiones nuevas en el cerebro para que se vuelva un hábito disponible para nosotros.

Te has preguntado: ¿Cuántos momentos se nos pasan por delante de los ojos y no los vemos? ¿Con cuántas personas nos cruzamos en la vida y no las apreciamos totalmente? ¿Cuánto tiempo perdemos juzgando lo que nos pasa y renegando de que sea así? ¿Cuánto nos criticamos por lo que hicimos o no, por lo que tenemos o no?

Nuestro SER tiene la capacidad de alegrarse al ver las estrellas, al sentir el viento en la cara, al oler el rocío de la lluvia sobre el césped y esos momentos tan pequeños y tan grandes nos acercan a vivir en estado de gratitud para darle a nuestra vida un significado más profundo y liberador. Dime, ¿y tú, dónde estás poniendo tu atención?

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