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Mujeres

jueves, 8 abril 2021 - 05:06
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Para mí es un honor escribir en una revista que nació para dar un espacio, un espejo y una tribuna a la mujer ecuatoriana. A lo largo de mi vida periodística son en su mayoría las mujeres quienes me guiaron y me dieron la posibilidad de crecer como profesional y ser humano. Son pocos los hombres que valoran a la mujer profesional. Siempre llega el momento de reducirla a su maternidad, apariencia o sensibilidad. El machismo está hecho de una suma de detalles y faltas de respeto que terminan siendo tremendamente violentos. Lo peor de todo es que algunas mujeres lo aceptan como una fatalidad. Para ellas dirijo esas pequeñas historias de las cuales fui un testigo vergonzoso.
 
“Tengo 72 años, 4 hijos, 7 nietos y un esposo 10 años mayor que yo. Siempre fui la mejor alumna en el colegio y quería ser abogada. Cuando me casé, me embaracé enseguida y mi esposo me “pidió” que me quede en casa para cuidar de nuestros hijos. Hoy, mis tres Juanes trabajan fuera del país. Mi esposo tiene problemas al corazón, mi obligación es cuidarlo”.
 
“A los 60 años `me renunciaron´ con el pretexto de dar paso a una nueva generación más joven y fresca. No comprendí, mi programa seguía con muy buen rating. Cuando me despedí todos lloraron, sé que fui una buena jefa durante esos 42 años. La televisión no quiere ver envejecer a las mujeres,  mis compañeros siguen”.
 
“Tengo 44 años y me acabo de divorciar. Con mi exesposo fue una larga agonía de 25 años, me costó dejarlo por nuestros hijos. Poco a poco intento salir de nuevo, pero cada vez que digo que soy divorciada los hombres me ven como una presa fácil. Ayer un amigo de toda la vida se me insinuó. Siento vergüenza y miedo”.
 
“La lucha feminista hace un trabajo fuerte, pero es necesario que los hombres nos involucremos para que realmente la equidad sea una realidad…”
 
“Siempre quise ser arquitecta. A los 29 ya soy una profesional muy respetada. Ayer estaba asistiendo a mi jefe en una construcción importante. Hacía calor, casi no había dormido por el bebé que tiene sus primeros dientes. De repente, me puso la palma de la mano sobre el hombro: ¿Qué te pasa, estás en tus días? No respondí nada, hice una mueca parecida a una sonrisa”.
 
“Me gradué de ingeniera en Ecuador y quise empezar a trabajar enseguida. Envié mi currículo a muchas empresas sin tener suerte. `Demasiado joven´, decían, `falta de experiencia´, es lo que escuchaba. Ayer me llamaron, estaban muy interesados en mí hasta que llegó el CEO y me preguntó: Necesito que seas sincera conmigo: ¿No tienes planes de casarte y tener hijos, verdad?”.
 
“Estoy estudiando en un colegio fiscal. Hace un mes empecé una práctica como ayudante de contabilidad. La gente es muy buena conmigo, siento que quizás me podrán contratar cuando tenga mi título. Hace pocos días el gerente de la empresa me citó en un hotel como si fuera una orden. No fui. Al día siguiente se cancelaba la alianza con mi colegio”.
 
Faltan historias, sobran anécdotas, pero lo recurrente es que en todas las circunstancias las mujeres corrieron en desventaja. La lucha feminista hace un trabajo fuerte, pero es necesario que los hombres nos involucremos para que realmente la equidad sea una realidad y no una utopía deseada. A final de cuenta amar a una mujer es dejarla vivir… 
 

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