“El Padre del Año” cuenta la historia de Andy Goodrich, interpretado por el gran Michael Keaton, un hombre cuya vida da un giro drástico cuando su esposa entra en rehabilitación, dejando en sus manos el cuidado de sus hijos gemelos de nueve años. De esta manera se ve obligado a asumir responsabilidades que nunca había enfrentado y debe aprender a equilibrar trabajo, cuidados y conflictos domésticos.
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Para lograrlo, recurre al apoyo de su hija mayor de un matrimonio anterior, Grace (actuada por Mila Kunis), cuya relación con él ha estado marcada por ausencias emocionales. Así, la película traza un viaje de redención, autodescubrimiento y reconstrucción de la paternidad, mientras Andy se esfuerza por convertirse en el padre que su familia necesita.
Lejos de ser una comedia ligera sin fondo, la película usa matices de drama familiar para explorar la vulnerabilidad masculina, la culpa, la inseguridad y la necesidad de reencuentro afectivo. La premisa resulta creíble: la tensión de asumir responsabilidades inesperadas, el temor al fracaso como padre, la culpa por los errores del pasado y la esperanza de redención. Todo ello permite que el espectador empatice con Andy desde sus primeros desajustes, errores y descubrimientos.
La realización de la película corre a cargo de Hallie Meyers-Shyer, quien opta por un equilibrio delicado entre el humor cotidiano y el drama emocional. La dirección evita caer en estereotipos exagerados: aunque hay momentos de caos, propios del desorden que supone un padre con hijos pequeños, el guion no convierte esos momentos en simples gags, sino que los usa como episodios de aprendizaje.
El ritmo narrativo fluye con naturalidad: no es vertiginoso, pero consigue mantener el interés gracias a la progresiva transformación interior de Andy. Las escenas familiares, los conflictos con la hija mayor, las dificultades para adaptarse a la rutina, y los pequeños momentos de ternura se alternan con humor sincero a través de fallos domésticos, torpeza paterna, malentendidos; pero siempre con un tono humano, lejos de la comedia superficial.
Michael Keaton aporta a su personaje una madurez precisas. Andy Goodrich no es perfecto, y él lo encarna con honestidad: se equivoca, duda, se frustra, se esfuerza, se siente abrumado y también desea hacerlo bien. Esa carga emocional se nota no solo en sus palabras, sino en sus gestos, silencios y reacciones: hay escenas en las que su desesperación es tangible, otras en las que su esperanza y convicción conmueven. Esa honestidad le da al personaje verosimilitud y profundidad. Vuelve a demostrar por qué es un actor consagrado, capaz de transmitir conflictos internos profundos.
Mila Kunis, como Grace, cumple un rol fundamental: representa la voz de la duda, la crítica y, al mismo tiempo, la esperanza de una hija que anhela una figura paterna más presente. Su química con Keaton es muy buena: no se trata de una relación idealizada, sino de una relación rota por el pasado, con resentimientos, silencios y expectativas. Las escenas madre-hija (y padre-hija) logran transmitir esa tensión emocional realista, lo que enriquece el conflicto dramático.
La puesta en escena favorece lo cotidiano. Las casas, espacios domésticos, habitaciones infantiles, cocina, sala, colegio, lugares de trabajo: todo está diseñado con realismo. Esa elección, no optar por decorados excesivos ni entornos glamorosos, permite que la audiencia se identifique fácilmente. Así, el caos no parece una exageración cinematográfica, sino algo plausible: un padre desbordado intentando coordinar horarios, tareas, juegos, deberes escolares y disciplina. Esa estética sobria refuerza la honestidad del relato.
“El Padre del Año” aborda temas de responsabilidad, culpa, redención, segundas oportunidades y la imperfección de las familias modernas. A través de Andy Goodrich, la película muestra que ser padre no es un rol automático: implica esfuerzo, reconocimiento de errores, disposición a cambiar y a escuchar. No idealiza la paternidad, ni promete soluciones mágicas, pero sí plantea que con voluntad, comprensión y paciencia es posible reconstruir vínculos rotos.
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“El Padre del Año” es una película pensada para quienes buscan una experiencia cinematográfica conmovedora, sincera y reflexiva, sin excesos. Para quienes creen que un buen padre no es quien nunca se equivoca, sino quien reconoce sus errores, lucha por mejorar, reconoce sus limitaciones y, sobre todo, se mantiene presente.