*REPORTAJE PUBLICADO EL 21 DE ENERO DE 2015
En Ecuador poca gente sabe quiénes son Steve Hanke y Kurt Schuler. Quizá suene más el nombre del venezolano José Cordeiro. Si las cosas hubieran salido como ellos planeaban hace 15 años, hoy toda Latinoamérica estaría usando el dólar.
El 9 de enero de 2000, el presidente Jamil Mahuad, en medio de la mayor crisis económica de la historia del país, sorprendió a los ecuatorianos un domingo en la noche cuando en cadena nacional anunció que se adoptaba el dólar como moneda oficial. Moría el sucre y con él, la devaluación y la inflación que habían sumido a más de la mitad de la población en la pobreza. Ecuador era el segundo país latinoamericano, después de Panamá que llevaba un siglo usando el dólar, en aplicar la innovadora medida. Poco después le seguiría El Salvador y se creía entonces que la dolarización se expandiría por la región.
El anuncio fue un triunfo personal para los economistas ecuatorianos que trabajaron intensamente en promover la dolarización a pesar de la resistencia del propio Mahuad y de su equipo. Joyce de Ginatta, presidenta de la Cámara de la Pequeña Industria, lideró un movimiento llamado Foro Económico, que proponía la dolarización y al que se unieron profesores universitarios como Franklin López Buenaño y Pablo Lucio Paredes, expertos monetaristas como Carlos Julio Emanuel, y economistas liberales como Dora de Ampuero, la fundadora del Instituto Ecuatoriano de Economía Política. Menos conocido, pero importante, es el papel que tuvieron dos economistas estadounidenses y uno venezolano, muy influyentes en el Congreso y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que recorrían el mundo promoviendo la convertibilidad y la dolarización.
Los inicios
La primera vez que el profesor de economía Franklin López Buenaño, escuchó hablar de convertibilidad, fue en 1990 en una conferencia de Kurt Schuler. “El proyecto se denominaba Caja de Conversión y estaba bajo consideración del gobierno de Argentina y también para México”, recuerda. Schuler, quien hoy trabaja para la Oficina de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, hacía entonces su tesis de postdoctorado sobre Cajas de Conversión con la guía Steve Hanke, Profesor de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y miembro senior del instituto El Cato en Washington. Juntos trabajaron en una propuesta de convertibilidad para Argentina, que finalmente adoptó la medida al año siguiente, anclando el peso al dólar.
Hanke, quien había servido en el Consejo de Asesores Económicos del presidente Ronald Reagan y en el Comité Económico Mixto del Congreso de Estados Unidos, tenía extensos estudios sobre los efectos positivos de la convertibilidad en países en desarrollo. Para él, los bancos centrales son “el enemigo”. Aunque el rol de un Banco Central (como la Reserva Federal de Estados Unidos) bien llevado es controlar la inflación, devaluar la moneda para combatir recesiones y rescatar a instituciones financieras en problemas, Hanke dice que en países pequeños e inestables, la mejor receta es atar de manos al Banco Central y quitarle su capacidad de imprimir billetes a discreción.
Argentina, sin embargo, no adoptó la Caja de Conversión ortodoxa que Hanke y Schuler proponían sino una versión más flexible que le permitió, eventualmente, salirse de la convertibilidad. “Yo advertí que eso iba a pasar en 1992”, dice Hanke en una entrevista telefónica. “La experiencia de Argentina tuvo una influencia enorme en la decisión de Ecuador de dolarizar”
Durante 1998 y 1999 Kurt Schuler (izquerda) visitó Guayaquil
para dar conferencias sobre dolarización.
Durante toda la década de los 90, Hanke y Schuler, juntos y por separado, asesoraron a países como Estonia, Lituania, Bulgaria y Montenegro sobre cómo aplicar la convertibilidad. Pasaron buena parte del tiempo en México, Costa Rica, Perú y El Salvador. No cobraban. Ambos académicos buscaron fondos en “think tanks” liberales como el International Center for Economic Growth, establecido por US AID, y el Atlas Economic Research Foundation, que tiene una red de institutos en todo el mundo y así publicaron en varios idiomas una guía de convertibilidad para países en desarrollo.
“Ni Hanke ni yo recibimos fondos del gobierno de Estados Unidos para promover la idea de las Cajas de Conversión”, cuenta Schuler. De hecho, unos años después, cuando ambos proponían la convertibilidad para Indonesia, Hanke fue blanco de críticas de la administración del presidente Clinton por aconsejar a ese país que rechace el plan de reformas del Fondo Monetario Internacional.
En 1995, Hanke asesoró al presidente venezolano Rafael Caldera, quien se planteaba la posibilidad de dolarizar para frenar una peligrosa escalada inflacionaria. Las élites se opusieron férreamente, recuerda Hanke. Allí, el economista José Cordeiro, quien además es ingeniero del MIT, se involucró en el proceso y escribió el libro “La segunda Muerte de Bolívar y el renacer de Venezuela”, que luego publicaría en versiones distintas en Ecuador, México y Costa Rica. “La inflación es un impuesto disfrazado”, escribió, “cuando el gobierno emite más dinero nos roba parte del valor de los ahorros y salarios”. “La idea se fue esparciendo por otros países”, dice Cordeiro en una reciente visita a Guayaquil.
A Ecuador
El primer acercamiento de Steve Hanke con Ecuador fue en 1995, cuando le presentó sus teorías a Édgar Terán, embajador en Washington del gobierno de Sixto Durán-Ballén. “Nos volvimos buenos amigos y lo visitaba regularmente”, dice Hanke. Luego en 1996, cuando Abdalá Bucaram era candidato, le presentó en Guayaquil un proyecto de convertibilidad y regresó durante su gobierno ya con un plan de dolarización.
“Me consta que la idea de la convertibilidad fue del mismo Bucaram, sin duda basada en sus años de exilio en Panamá”, dice Carlos Julio Emanuel, quien fue representante de Bucaram en la Junta Monetaria y le recomendó invitar a Ecuador a Domingo Cavallo, el ministro de Economía que había instituido ese sistema en Argentina. “La medida se iniciaría en julio de 1997, con una paridad de 4.000 sucres por dólar”. Para entonces Hanke llevaba años asesorando a Cavallo, con quien hasta ahora tiene amistad, y estaba preparando junto a Schuler un nuevo programa económico para el presidente Carlos Menem, sustentado en la dolarización. Hanke conoció Menem en 1989, "cuando recién había sido electo presidente y buscaba un antídoto contra la hiperinflación”, publicó entonces el diario argentino El Clarín y calificó a los dos economistas estadounidenses de ser “tan polémicos como influyentes”.
Mientras tanto, en Guayaquil tomaba fuerza el movimiento ciudadano que proponía dolarizar para estabilizar al país. “Había caído Bucaram y cuando vi que el gobierno de Mahuad era más de lo mismo, dije no, hay que dolarizar”, recuerda Joyce de Ginatta. A fines de 1998, el sistema financiero prácticamente sin control estaba en crisis, el Banco Central había inyectado dinero para respaldar los depósitos pero los bancos quebraron uno tras otro y el sucre se devaluó aceleradamente.
En pocos meses, el dólar había pasado de cotizarse de 4 mil a 10 mil sucres. “Uno iba a un banco a comprar dólares y en la fila veía cómo el sucre se iba devaluando”, recuerda Dora de Ampuero, quien había sido compañera de Kurt Schuler en la universidad George Mason, en Estados Unidos, y lo invitó a dar varias conferencias.
Schuler tuvo un papel bastante activo en Guayaquil. En la pequeña oficina anexa a la casa de Dora de Ampuero en Urdesa, escribió artículos como ‘Por qué el sucre no es tan bueno como el dólar’.
“El instituto de Dora se convirtió en el punto focal para desarrollar los argumentos a favor de la dolarización”, escribe Schuler en un recuento sobre sus experiencias en Ecuador, enviado a Vistazo. “Joyce de Ginatta era incansable, daba charlas, organizaba conferencias, y usaba sus extensos contactos, pues parecía conocer a todo el mundo, para que los empresarios y políticos sepan de la opción de dolarizar”.
A principios de 1999, Franklin López Buenaño publicó “Por qué y cómo dolarizar”, el primer libro ecuatoriano sobre el tema. El profesor jubilado de Tulane University y de la Universidad de Nueva Orleans, dice que aunque no se hicieron encuestas, “mi opinión es que teníamos un enorme respaldo ciudadano”. “La pregunta que se hacía para lograr apoyo era: ¿Cómo quiere ganar, en sucres o en dólares?”.
José Cordeiro también llegó a la casa de Dora de Ampuero y se instaló por tres meses a escribir “La segunda muerte de Sucre”. El libro fue impreso en Venezuela por el Centro de Divulgación de Conocimiento Económico para la Libertad, CEDICE, y circuló en Ecuador con un cupón que valía para canjear un manicho. Cordeiro tiene un particular sentido del humor. Cuando dijo a la prensa que el sucre ya estaba “muy mahuadito”, autoridades del gobierno le pidieron salir del país. “Yo dije, a mí no me importa que me expulse Mahuad, porque al que van a expulsar va a ser a él, pero antes va a dolarizar. Fue profético”.
El Foro Económico había tenido varios acercamientos con el gobierno de Mahuad, pero al momento de presentar de forma oficial el proyecto de dolarización, eligieron a Carlos Julio Emanuel para exponerlo. La cita fue en la Gobernación del Guayas. A Emanuel le llamó la atención que durante toda la exposición, Mahuad, sentado al lado del gobernador Guillermo Lasso, no levantó la mirada de una libreta donde hizo un par de apuntes, y al final agradeció y se fue sin emitir comentarios. Emanuel quedó desconcertado. Para entonces se elucubraba sobre la frágil salud del Presidente, quien dos años atrás había sufrido una lesión cerebral.
Congelamiento
Conscientes de que requerían apoyo masivo, miembros del Foro Económico persuadieron a líderes políticos como León Febres-Cordero, Jaime Nebot y Abdalá Bucaram de que emitan opiniones a favor de la adopción del dólar. Entre los oficiales del gobierno que se convencieron de dolarizar estuvo el ministro de Finanzas, Alfredo Arízaga, además de Vladimiro Álvarez y Benjamín Rosales.
Entonces, vino el congelamiento bancario. Para 1999, asesores argentinos de la Fundación Mediterránea, de Cavallo, recomendaron a Mahuad congelar por solo un fin de semana los depósitos bancarios y aplicar la convertibilidad, pero el Presidente no se decidió, según reportó The Wall Street Journal. En cambio, el 7 de marzo Mahuad decretó el cierre de la banca por una semana entera para evitar retiros masivos, y al abrir, las cuentas con más de 500 dólares permanecieron congeladas.
Activistas y empresarios con crespones negros marcharon por
la Nueve de Octubre en Guayaquil en abril de 1999.
“Cuando se descongeló una parte del dinero, la gente inmediatamente compró dólares”, recuerda Pablo Lucio Paredes, director de Economía de la Universidad San Francisco de Quito. “Luego, el tipo de cambio pasó de 15 mil a 25 mil en tres o cuatro semanas, la situación fue desesperada”. El sucre se depreció 400 por ciento entre enero de 1999 y enero de 2000 y la inflación llegó a 60,7 por ciento.
Según Paredes, el gobierno de Mahuad, quien para entonces tenía solo un 7 por ciento de popularidad, barajaba varias alternativas. Aplicar la convertibilidad, dolarizar, o seguir la sugerencia de un grupo contrario a la dolarización, liderado por Alberto Acosta, que proponía que se creara una legislación monetaria estricta para evitar que haya un exceso de sucres en la economía. “Si el Foro Económico no hubiera impulsado la dolarización, probablemente no habría estado en la mente del gobierno”. Pero Mahuad también contemplaba muy seriamente otra salida: simplemente renunciar. “El señor Mahuad difícilmente es un modelo de decisión”, publicaría después The Economist.
La llamada
Dos días antes de anunciar que el Ecuador adoptaba oficialmente el dólar, con el país en estado de emergencia, el presidente Mahuad había dicho que dolarizar sería “un salto al vacío”.
“Vale la pena recordar que ni el FMI, ni el Banco Mundial, apoyaban la dolarización”, dice Paredes, “altos funcionarios del Banco Central del Ecuador estaban en contra y daban pelea”. “Dos días antes, si me hubieran preguntado si el gobierno adoptaría el dólar, yo hubiera dicho que no. Recordando el momento, y viendo, como todos los ecuatorianos, el anuncio de Mahuad en televisión, me preguntaba, ¿qué anunciará?”.
¿Qué hizo que Mahuad se decidiera? Según Steve Hanke, fue una conversación con el entonces secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers.
Meses antes, Summers había testificado ante el Congreso de su país citando algunos beneficios de que naciones con las que Estados Unidos tenía relaciones comerciales adopten el dólar, sobre todo si la dolarización se convertía en una “tendencia regional”. “Compartir la misma moneda reduce el costo de hacer negocios con el país dolarizado y reduce la incertidumbre sobre los futuros tipos de cambio”, expuso Summers. Si la dolarización ayuda a lograr crecimiento económico y estabilidad en países inestables, claramente eso sería de interés nacional para Estados Unidos, explicó.
Jamil Mahuad anunció su decisión de reemplazar al sucre
con el dólar el domingo 9 de enero de 2000.
Antes del anuncio de Mahuad, Hanke recibió una llamada de un conocido que quería ser el primero en felicitarlo por la dolarización del Ecuador. Hanke, quien entonces estaba en Argentina, escuchó a su interlocutor, “alguien con autoridad y credibilidad”, contarle varios detalles: “Mahuad estaba a punto de renunciar y Summers dijo ‘no’, no renuncies y en cambio anuncia que vas a frenar la crisis del Ecuador sacando al sucre y reemplazándolo con el dólar”.
“Mahuad no necesitaba permiso formal del Departamento del Tesoro para dolarizar, pero una luz verde informal era muy crítica para alguien que estaba inseguro”, explica Hanke.
Una nota en el New York Times del lunes 10 de enero confirma que no solo Summers, sino también el presidente Clinton habían llamado a Mahuad el viernes anterior, a expresar su apoyo ante la difícil situación del país. “Eso fue antes de que el señor Mahuad decidiera adoptar el dólar”, precisa el diario.
Si la llamada fue determinante o no para tomar su decisión, solo lo sabe el expresidente. Para entonces Mahuad había consultado las opiniones de economistas como el venezolano Ricardo Haussman y el panameño José Moreno, quienes apoyaban la dolarización.
Toda Latinoamérica
Cuando Ecuador dolarizó, Argentina estaba a punto de hacerlo, y un proyecto de ley en el Congreso de Estados Unidos les daba la confianza a los ‘evangelizadores del dólar’ para pronosticar que la mayoría, si no toda Latinoamérica, dolarizaría en pocos años.
La Ley de Estabilidad Monetaria Internacional, escrita por Kurt Schuler y Robert Stein, entonces miembros del Comité Económico Mixto del Congreso y asesores del senador Connie Mack, proponía que Estados Unidos comparta el señoreaje, la utilidad que un país obtiene al emitir su moneda, con las naciones que dolaricen.
Algunas reflexiones que apoyaban la ley decían que la dolarización ayudaría a mantener la hegemonía del dólar, un estatus que el euro (que empezaría a circular en 2002) estaba amenazando. “La dolarización de uno o más países latinoamericanos grandes expandería significativamente el número de personas usando el dólar oficialmente, superando a la población del euro”, escribieron Schuler y Stein, y añadieron que la dolarización podría ser usada como una herramienta de influencia, porque la ley le daba al Secretario del Tesoro la potestad de negarle el señoreaje a un país si consideraba que no cooperaba con Estados Unidos.
La ley tuvo apoyo en el Senado, pero no en la Cámara de Representantes. El propio Summers, aconsejó no compartir el señoreaje pues dijo que causaría complejos problemas de política exterior. Dolarizar debe ser “una decisión unilateral y soberana”, opinó.
“Sin apoyo oficial de Estados Unidos, la opción de la dolarización perdió fuerza en Argentina. Mientras que en Ecuador, fue exitosa de inmediato, terminó con los miedos de la hiperinflación y trajo estabilidad financiera”, escribe Schuler.
El dólar le dio una inyección de confianza al país, pero no salvó a Mahuad, quien fue derrocado el 21 de enero de 2000. Lo sucedió el vicepresidente Gustavo Noboa, quien nombró a Emanuel como su ministro de Finanzas en 2001.
Hanke volvió al país ese año, cuando solicitó ser asesor de Emanuel. Entonces, según relata, enviaba “briefs”, reportes directos al subsecretario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y al director del FMI sobre los avances de la dolarización. “Estas interacciones a alto nivel eran importantes porque dieron la confianza de que Ecuador sabía lo que estaba haciendo y de que la implementación de la dolarización estaba en buenas manos. En consecuencia, Estados Unidos y el FMI mantuvieron el apoyo”.
Por sus aportes, Hanke recibió un doctorado Honoris Causa de la Universidad San Francisco de Quito en 2003 y fue nombrado profesor Asociado de la Universidad del Azuay. Sin embargo, es difícil determinar el impacto de su trabajo en el país. Hanke y Schuler iban tras los peces gordos y el Ecuador, que entonces tenía solo 12 millones de habitantes, era una pequeña ficha en el rompecabezas global del poder monetario que aún no se termina de armar: Hanke y Cavallo aún suelen encontrarse en el verano en Toscana, Italia, en el castillo del premio Nobel de Economía Robert Mundell (cuyas teorías inspiraron la creación del euro), donde cerebros de la economía se reúnen a hablar de cómo crear una sola moneda mundial.
Tanto Hanke como Schuler reconocen que los economistas ecuatorianos promovieron con gran efectividad la idea. “El fuerte apoyo a la dolarización hoy en día es la razón principal por la que se mantendrá, cualquier autoridad que trate de salir de la dolarización estará cometiendo un suicidio político”, opina Hanke.
Sin el dólar, la realidad del Ecuador sería hoy similar a la de Venezuela, dice Hanke, país que pronostica colapsará tarde o temprano y muy probablemente dolarizará. Y si hubiéramos adoptado la convertibilidad, que deja amplias facultades al gobierno para revocar la medida, nuestro caso sería cercano al de Argentina. “La dolarización es la única razón de la estabilidad económica del Ecuador. Han pasado por una bonanza petrolera que hoy ha terminado, pero aún con los altos precios del petróleo, si Ecuador no tuviera el dólar no tendría los indicadores positivos que hoy tiene: baja inflación, crecimiento sostenido. La estabilidad no lo es todo, pero todo es nada sin estabilidad”.