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¿Por qué vende la marca TRUMP?

miércoles, 10 agosto 2016 - 11:27
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Más allá de sus discursos incendiarios -contra la inmigración o los musulmanes o los ejecutivos corporativos-, de sus ideas radicales para re-construir la grandeza estadounidense o de sus argumentaciones republico-demócratas, Donald Trump es un buen candidato.

Es un buen candidato. Un buen candidato tiene muchos opositores, pues todos temen que gane. Un buen candidato entiende que el negocio electoral se parece al show business. Un buen candidato hace noticia. Un buen candidato usa la emoción y habla por los votantes. Un buen candidato es flexible en sus argumentos. Un buen candidato estadounidense capta electores de entre los republicanos y los demócratas. Trump es un buen candidato.

SHOW BUSINESS

Los procesos electorales son como un espectáculo del show business. Su valoración –la de los espectáculos– depende del ruido mediático, del bla-bla social, de las críticas de críticos, y de los espacios en redes sociales.

Donald Trump conoce el negocio del show business desde los desfiles de aspirantes a reinas de belleza a los aspirantes a jefe que terminaban despedidos con un “you are fired” del candidato actuando en su reality show.

La campaña de Donald Trump no se limita a los noticieros –donde reseñan los acontecimientos de sus apariciones. Trump ocupa la pantalla de informativos, talk shows, programas de variedades, late shows, incluso menciones en series (o sitcoms). Ocupa espacios en televisión abierta, tv sindicada, tv por cable, tv por internet, memes, caricaturas, videos cortos de Facebook, o envíos de whatsapp.

Su marca está en los ataques de Hillary Clinton o Bernie Sanders –lo cual es evidente por ser sus contendores–, en el discurso del presidente Obama, en menciones de influenciadores de redes virtuales, en hashtags, en chistes de Conan, Jimmy Fallon o John Oliver, en publicidad de gaseosas, incluso en la prédica del pastor de la iglesia del barrio.

Los procesos electorales son show business. La valoración de los candidatos depende del ruido mediático, de las conversaciones sociales y de los espacios que la marca del candidato ocupe. Y Trump está en todo lado.

NO ES NOTICIA, HACE NOTICIA

La campaña de Donald Trump tiene tantas menciones, apariciones, citas, porque hace noticia. Es controversial cuando dice “nunca he visto una persona flaca bebiendo Coca Cola de dieta”, pero lo es más cuando se refiere a los mexicanos como “están trayendo sus drogas, están trayendo su crimen. Son violadores y algunos, asumo, son buenas personas”.

Cada cita está basada en una posibilidad de controversia y en la certeza de exposición. Busca impactar. “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos, para volver a la industria manufacturera estadounidense no competitiva”.

“MAKE AMERICA GREAT AGAIN”

Al candidato Trump lo han adjetivado de todo –desde mentiroso patológico (se lo dijo Ted Cruz), fascista (se lo dijo su esposa), hasta populista autoritario. Pero no conozco quien haya calificado al candidato como enemigo de las ideas de libertad de la constitución estadounidense. Es más, uno de sus motto es “live free or die”. Su “make America great again” busca reivindicar el sueño americano. Él se plantea como epítome de ese sueño y luego dice: “Tristemente, el sueño americano está muerto. Pero si fuera elegido presidente, lo traería de regreso más grande, mejor y más fuerte que nunca y haríamos a Estados Unidos grandioso de nuevo”.

Punto de orden. Es cierto que lo hace proponiendo construir una pared en la frontera con México, con una reforma migratoria para garantizar trabajos a ciudadanos estadounidenses –no inmigrantes–; y una reforma en la política exterior relativa a China.

También es cierto que Estados Unidos – como lo conocemos hoy– nació y se fundó con la influencia de inmigrantes. Al analizar su storytelling, Donald Trump es anti-establishment. Es más, les declara la guerra (a los me dios, los lobbyists y a los grupos de presión), cuando sostiene que él se debe a los votantes –como un populista de la antigua Roma.

El tema es que el populismo no tiene identificación ideológica per sé. Hay populistas de derecha, populistas de izquierda, populistas teólogos. Por cierto, un estudio (RAND poll) sobre el mercado electoral determinó que Donald Trump es la voz de quienes no tienen voz –y esto no tiene ideología.

Donald Trump sacrifica la razón y usa argumentos emocionales en sus apariciones. Reivindica el nacionalismo. Y se plantea como ganador –antes, incluso, del proceso.

NI REPUBLICANO, NI DEMÓCRATA

Un análisis publicado en Scientific American Mind en junio 2016 revela que los demócratas usan más el “yo”, usan malas palabras, hablan de sentir (“feel”) y expresan sentimiento positivos (como “love” y “like”). Los republicanos usan el “nosotros”, hablan de Dios y los salmos, usan la palabra “great” y expresan sentimientos negativos (criticando a sus adversarios políticos).

Si Trump usa mucho la primera persona del singular y poco la primera persona del plural… entonces es demócrata. Pero también usa mucho el “great” y critica a Clinton, Sanders, Obama… entonces es republicano.

Al momento de decidir por un candidato no usamos la razón. Usamos el corazón -el afecto- o el estómago -el desafecto-. Donald Trump sacrifica la razón y usa argumentos emocionales.

Es más complejo aun. Las culturas que enfatizan la individualidad –expresada en el yo– son muy analíticas, racionales… pero el candidato Trump es muy emocional y holístico en sus argumentaciones. Las culturas que enfatizan el relacionamiento son más holísticas pero usan el “nosotros”. Este contrasentido conceptual revela que la campaña de Donald Trump es menos partidista y más de un ácrata.

ESPECULADORES ELECTORALES

Analizar la campaña de Donald Trump sin analizar el mercado electoral sería anacrónico. Pero el mercado electoral –con sus particularidades en el proceso– es como todo mercado de votos: está lleno de votantes. Y los votantes son (somos) especulares electorales.

Al momento de decidir por el candidato no usamos la razón. Usamos el corazón –el afecto– o el estómago –el desafecto–. Son tan emocionales que la decisión final de otorgarle el voto a un candidato sobre otro pasa por el proceso -rapidísimo- de suponer quién ganará y sumarnos al caballo ganador. O como decía Keynes, en una situación de incertidumbre lo racional es imitar a los demás.


Los procesos electorales son como un espectáculo
del show business. Su valoración depende
del ruido mediático, del bla-bla social, de las
críticas, y de los espacios en redes sociales.
Trump lo sabe y lo pone en práctica.

¿CÓMO VA A VOTAR MI VECINO?

La narrativa construida en los medios es que los votantes que se manifiestan a favor de Donald Trump son blancos, racistas, hombres, poco educados, anti-inmigración y están enojados. Pero la verdad es que Trump también aglutina a votantes mujeres, votantes enojados con el gobierno, votantes preocupados por la economía, votantes independientes, votantes que creen que el libre comercio les quitó puestos de empleo, votantes preocupados por el terrorismo, jóvenes, viejos, trabajadores y votantes que buscan un candidato que diga las cosas como son.

Y, ¿cómo va a votar mi vecino? por el ganador. ¿Y quién aparece ser el ganador? Un buen candidato… que tiene muchos opositores, que hace noticia que usa la emoción y habla por los votantes.

Los electores se hacen una impresión total de sí mismos que los convierte en miembros de una corriente. Luego se identifican en el aspecto emocional con quien les resulta coherente con su identidad.

AL PRINCIPIO & AL FINAL, EMOCIÓN

La comunicación, cualquier tipo de comunicación, no se basa en un mensaje o un producto o una idea. Se basa en la emoción colectiva e individual.

Los electores se hacen una impresión total de sí mismos y se ubican en una opción de vida (dada su condición socioeconómica, cultural, historia de familia y comunidad, educación, visión del pasado, visión del presente, visión del futuro y de las formas de alcanzar su estado deseado, identificación de caminos individuales, colectivos, competitivos, de cooperación y muchas variables más). Esta impresión propia los convierte en miembros de una corriente. Luego se identifican emocionalmente con los discursos, valores, creencias, ideas, promesas, personas, imágenes, que le resultan coherentes con su identidad.

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