<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Doctor escribe un libro sobre los momentos más críticos de la pandemia en Guayaquil

viernes, 22 enero 2021 - 08:31
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

El director médico de la Clínica Alcívar en Guayaquil sintió la urgencia de registrar sus memorias sobre la pandemia después de seis meses de una guerra en la que se perdieron muchas vidas pero donde se ganaron algunas batallas.
El doctor Juan Carlos Aveiga tiene 45 años y en sus 20 años de práctica médica nunca había vivido episodios tan violentos. Por primera vez tuvo que vestir un mandil de guerrero y pelear con una enfermedad tan desconocida como letal y cambiante.

Lo que vio lo quiso contar en 14 capítulos como testimonios de vida, sin tecnicismo pero con mucho corazón. En la portada del libro: el rostro exhausto de un médico con mascarilla, visor y gorro quirúrgico. La foto transmite fortaleza y miedo, una sensación ambigua que Juan Carlos y su equipo ha sentido desde el mes de febrero cuando apareció el paciente cero del COVID en la sala de Emergencia.
 
“No somos superhéroes. Somos como el Chapulín Colorado: humano, torpe y aunque seamos miedosos, enfrentamos el virus con valentía y temple pero sin ningún conocimiento”, anota Aveiga, quien como cirujano tuvo que seguir operando en la pandemia y como director médico, administrar la falta de insumo y la reducción de personal que se enfermaba.
 
Paciente cero
 
Todo empezó el sábado de Carnaval cuando Juan Carlos recibió la llamada de una intensivista que le notificaba sus sospechas inherentes de tener el primer caso COVID-19. Era feriado y era imposible comunicarse con los responsables asignados por el Ministerio. Finalmente llegaron a los cinco días a la Clínica Alcívar y descartaron el caso por la ficha epidemiológica y la procedencia del paciente, negativa que volvieron a sentenciar el 28 de febrero.
 
“Mientras tanto la evolución clínica del paciente apuntaba cada vez más a lo des crito en la literatura asiática y europea, y se decidió tomar una muestra directa del bronquio para enviar a Atlanta, sitio más cercano donde se procesaban las muestras para detección del COVID. La muestra fue tomada sin trajes especiales, sin mascarilla N95 y finalmente recibimos la noticia de que el paciente tenía COVID”, señala el doctor Aveiga.
 
Mientras el miedo se percibía entre los médicos, se procedió a una cuarentena para todos los profesionales que habían tenido contacto con el paciente y el Ministerio decidió trasladar al contagiado a otro hospital.
 
“De repente todo fue caótico, las noticias empezaban a llegar de todas las partes del mundo: el COVID estaba expandiéndose y ya mataba. En la clínica no teníamos más camas que las 120 asignadas para los enfermos de COVID y los demás”, expresa el autor del libro, quien trabajaba sin mayor protección.
 
“Al principio todo el personal tomaba hidroxicloroquina. Luego seguimos con antiparasitarios para supuestamente bajar la carga viral pero después de algunos meses nos dimos cuenta de que no servía para nada y empezamos con los corticoides cuando desde el principio de la pandemia los chinos decían que no servía”.
 
Juan Carlos Aveiga Parra es doctor en Medicina y Cirugía,
cirujano general y máster en Gerencia Hospitalaria.
“Lo que mis ojos vieron” es su primer libro.
 
 
Quien vive, quien muere
 
En el libro de Aveiga se describe con vértigo cuando de un día a otro los pacientes eran demasiados numerosos para ser atendidos, la escasez de oxígeno, de medicamentos, de camas, los médicos al borde del colapso nervioso. Y qué decir del protocolo de manejo de cadáveres y de la decisión errónea de querer cremarlos.
 
“Guayaquil tenía la capacidad de cremar 24 cuerpos al día y eran centenares esperando. Un día llamé a un compañero de un hospital público y me dijo que tenía 250 cuerpos por recoger, es decir solo ahí de- morarían más de 10 días para cremarlos”.
 
Los ataúdes de cartón que no toleraban la humedad y las fundas eran de mala calidad. “Charcos de líquidos supurados por los cadáveres se formaban alrededor de las fundas. Llegamos al punto de tener que cerrar los quirófanos por el olor a putrefacción”.
 
Cada día era peor. Aveiga detalla las llamadas de amigos que no sabían cómo tratar su positividad, otros que querían ser recibidos en el hospital... La UCI colapsaba y al principio todos los pacientes que ingresaban tenían mortalidad muy apegada al 100 por ciento.
 
En “Lo que mis ojos vieron”, el doctor Aveiga relata perfectamente las pequeñas historias dentro de la grande. Cómo convivir con la muerte y resistir por su familia, dar ánimo a su equipo sin tener la certeza que los vuelva a ver al día siguiente.
 
Aveiga cuenta cómo tuvo que impedir el ingreso a la clínica de su propio padre médico por miedo del contagio y recibir en la UCI a su tía abuela que no pudo resistir al COVID.
 
Otro episodio fuerte del libro es cuando un hijo lleva a su padre a la clínica y no lo pueden aceptar porque ya no hay cama. De la desesperación el hijo saca un arma y le dice al interno que lo acepte o lo mata. “No se imagina lo que la gente nos decía, nos querían dar carros, casas... solo para tener una cama”, anota.
 
Vivir con el COVID
 
El doctor Aveiga dedica el libro a sus padres, esposa, e hijos. De ellos heredó el amor al prójimo y la empatía. “En la medicina la empatía te ayuda a acompañar al paciente. Tú puedes saber que uno se va a morir pero lo tienes que acompañar, conversar con él, no dejarle en des- esperación, sostenerle el celular y decirle ‘acá está su familia’".
 
Dice que la pandemia lo cambió. Se siente más maduro y menos pasivo. “Antes no me gustaba discutir ahora sí lo hago y reclamo lo que me parece justo”, acota el profesional de la salud, quien también dejó de fumar. “Vi tanta gente rogar por un pulmón, sería el colmo hacerme daño”.
 
Es tarde y es viernes, el médico Aveiga recibe una llamada de su esposa. “Me están esperando”, me dice sonriendo. En otra ca sa están sus padres que seguramente visitará el fin de semana.
 
De los cuatro hijos, Juan Carlos es el único médico. ¿Después de tantas tragedias vividas por el COVID, volvería a ser médico?, le pregunto. “La pandemia me fortaleció en mi vocación. Para mí la cirugía de mañana siempre será la más difícil de mi vida”
 
 
Noticia relacionada:

Más leídas
 
Lo más reciente