A sus 88 años, Joan Alexander se graduó de la universidad, cerrando un capítulo que le había quedado inconcluso desde 1959, cuando se le negó el derecho a culminar su carrera por estar embarazada. Hoy, seis décadas y cuatro hijas después, celebra el título que anhelaba.
En una época donde ser madre significaba renunciar a los sueños personales, Joan fue víctima de una decisión institucional que marcó su vida: pese a haber completado sus estudios en la Universidad de Maine, no se le permitió realizar las prácticas docentes, requisito indispensable para graduarse, por estar esperando a su primera hija.
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Sin embargo, este 2025, la historia dio un giro gracias al amor de una de sus hijas. Tracy Alexander decidió escribir a la Universidad de Maine a principios de este año para contar la historia de su madre y pedir que se le reconociera lo que tanto había luchado. Y lo consiguió.
Justin Dimmel, decano asociado de la Facultad de Educación y Desarrollo Humano, junto con otros funcionarios de la universidad, revisó el caso y encontró una poderosa razón para concederle el título: en los años 80, Joan trabajó como asistente a tiempo completo en un programa preescolar, experiencia suficiente para compensar las prácticas no realizadas décadas atrás. “Probablemente sea la graduada de mayor edad en la historia de la escuela”, anunció la universidad con orgullo.
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Para Joan, el diploma no solo representa un logro académico, sino una reconciliación con su pasado. “No me di cuenta de que significaría tanto para mí, pero ahora siento que un agujero en mi corazón ha sido sanado”, dijo conmovida. “Mis padres no terminaron la universidad, así que esto fue importante para mí”.